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La mancha en un lugar

Creo que estas declaraciones han ocupado a los periodistas porque no hay mucho que decir sobre Han Kang.

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En el primer párrafo de Almas muertas, Gogol describe a Pavel Ivanovich Chichikov con estas palabras: “un caballero que no era ni guapo ni feo, ni demasiado gordo ni flaco; no podía afirmarse que fuera viejo, aunque tampoco se podía decir que fuera muy joven.” En el primer párrafo de La vegetariana, Han Kang dice de Yeonghye: “No era ni muy alta ni muy baja, con una melena que no era muy larga ni muy corta (…) un paso que no era ni rápido ni lento, ni enérgico ni débil.” Me pareció que no era una casualidad cuando vi que en otra de las novelas de Han, La clase de griego, el primer párrafo habla de una inscripción en la lápida de Borges en Ginebra. Han Kang empieza los dos libros con una declaración más o menos explícita de que la obra está en el corazón de la literatura.

Así lo entendió la Academia Sueca, que le otorgó el premio Nobel hace pocos días, distinción que mereció por parte de la ganadora un comentario casi despectivo según el cual no iba a festejarlo hasta que dejara de haber guerras en el mundo, lo que a su vez provocó la ira de su colega John Banville, quien pidió que le retiraran el premio por hacer declaraciones infantiles, impropias de un artista, lo que alimentó la prensa mundial. No faltaron quienes aplaudieron a Banville ni quienes defendieron a Han Kang, incluso con el argumento de que la coreana se estaba alzando contra el colonialismo occidental para demostrar, como decía Benedetti, que el sur también existe, (eso escribió un tal Boris Berenson Gorn en El sol de México).

Creo que estas declaraciones han ocupado a los periodistas porque no hay mucho que decir sobre Han Kang, al menos sobre La vegetariana (2007), novela premiada con el prestigioso Booker Man Prize, largamente vendida, adaptada al cine y traducida a una multitud de idiomas, incluido al castellano rioplatense por Sun-me Yoon varios años antes de que se publicara en inglés. Tal vez La vegetariana sirva para ilustrar una variante de aquella célebre frase de Osvaldo Lamborghini “primero publicar, después escribir”. Lo de Han Kang podría describirse como “primero publicar, después ser premiado, vender y, finalmente, escribir” (el poeta Aurelio Asiain afirma que los libros de Han posteriores a La vegetariana son muy superiores).

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Sin adelantar nada del argumento ni expresar mi opinión, les dejo a los lectores la decisión de internarse en las páginas de La vegetariana bajo su propio riesgo. Pero me gustaría volver al principio de esta nota y decir algo sobre el sentido diferente que tiene para Gogol y para Han la descripción de sus protagonistas como seres que no se destacan por su aspecto exterior. Detrás de su apariencia corriente, Chichikov es un personaje altamente misterioso, tan indescifrable como las intenciones de su autor, desconocidas hasta para sí mismo, al punto que no pudo terminar la novela. Acaso a Gogol le cupiera aquello de “Pavel Chichikov soy yo”, ya que el personaje tiene la compleja singularidad de un artista genial. En cambio, en La vegetariana, la singularidad de Yeonghye está asociada a una mancha de nacimiento. De Yeonghye sabemos todo lo que la psiquiatría, el feminismo y la crítica social tienen para decir sobre una mujer maltratada por los hombres y, sobre todo, por el sistema. Hasta podría decirse que “Yeonghye somos todes”.