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La lengua llama

Horizon 20240920
Horizon, por Kevin Costner | Warner Bros. Pictures

Aunque es un producto berreta por el maridaje de un mal guion con una dirección peor (ni hablar del cásting o la música) Horizon, de Kevin Costner, tiene un punto a favor: mostrar la epopeya de los colonos que querían afincarse en las tierras prometidas de Estados Unidos, a mitad del siglo XVIII. Como Kevin no es Mel Gibson, llegó hasta ahí. Su bodrio de tres horas hubiese sido más interesante de plantear conexiones con el presente, porque las fronteras subsisten con sus complejidades a cuestas.

Ahora, por ejemplo, no es tan fácil para los argentinos entrar a México. En Migraciones piden cada vez más cosas, incluida una carta de invitación de no haber contratado hospedaje. Su falta puede llevar a la deportación. En 2020, miles huyeron de los rígidos confinamientos de Fernández, a los más laxos de Obrador. Desde diciembre de 2023, el flujo aumentó. México oficia de puerta de entrada a Estados Unidos. Muchos dejan a Milei para caer en Trump, fan de los muros fronterizos, o en Kamala, parte de una gestión que provocó el repudio de jóvenes estadounidenses por adjudicar viviendas a inmigrantes y no a ellos. Los mexicanos que arriesgan el pellejo para probar suerte allí, como hacían los colonos de Horizon, a su vez, continúan siendo un clásico. Aquellos eran blancos atacados por indios, los ilegales de hoy, en los parámetros racistas de los norteamericanos son justo lo contrario.

Ahora no es tan fácil para los argentinos entrar en México. En Migraciones piden cada vez más cosas

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Pese al deterioro general de los últimos años, Estados Unidos sigue siendo convocante. Una socióloga de la Riviera Maya me dice que el idioma es crucial en la atracción porque contiene, en su sonoridad, promesas de éxito. Aunque por su profesión sería esperable una estadística, justifica la teoría con un solo caso: una mucama de 60 años, empleada en un resort de Playa del Carmen, logra cruzar el desierto, donde llega a estar al borde de la muerte, pero sigue adelante. Comienza a trabajar en un hotel de mala muerte en California. Un compatriota le pregunta para qué se fue, si el trabajo es el mismo y el ínfimo plus en la paga no compensa el riesgo de vivir de ilegal. “Es el mismo trabajo, sí –dice ella–, pero en inglés”. Como no puedo asentir ni negar la teoría, respondo que, en esa zona, como deja ver de refilón el buen Kevin, la lengua oficial había sido el español.