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La era del neofascismo democrático

Derechas Temes
La democracia está siendo amenazada por líderes de extrema derecha. | Pablo Temes

Se ha iniciado por estas horas una nueva era. Se trata, en verdad, de una etapa pasada que se desarrolla en tiempo presente. Una era oscura, que parecía superada, pero que regresa con más fuerza. Es un fenómeno político que ya se había expresado en los últimos años y que venía en franca expansión, pero que tras la contundencia del triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos el domingo pasado, ha resurgido para convalidar un proceso social y cultural de fuerte impacto a nivel mundial.

Se ha consolidado el ascenso de las derechas extremas que ponen en tensión a la democracia occidental, tal y como solíamos concebirla. Ha comenzado la era del neofascismo democrático: un nuevo fascismo que ahora es respaldado en las urnas. Y esta es, seguramente, su principal y más novedosa característica.

“¿Promete a Estados Unidos, esta noche, que en ninguna circunstancia abusaría del poder como represalia contra alguien que usted sienta que lo ha perjudicado anteriormente?”, le preguntó Sean Hannity, principal columnista de la cadena Fox News, al entonces candidato Trump en la entrevista grabada en Iowa hace tan solo un par de meses. “No lo seré. Excepto al principio. Quiero ir a fondo”, amenazó el hombre que acaba de acceder, nuevamente a la presidencia de Estados Unidos.

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En vivo y en directo, desde la señal de noticias que mejor le sienta, Trump confesó, sin sonrojarse, que podría comportarse como un pequeño dictador. Como un pequeño fascista.

“Las doctrinas políticas pasan, las naciones permanecen. Somos libres de creer que este es el siglo de la autoridad, un siglo de derecha, un siglo fascista”, escribió en 1932 Benito Mussolini en La doctrina del fascismo. “El fascismo es totalitario, y el estado fascista, síntesis y unidad que incluye todos los valores, interpreta, desarrolla y potencia toda la vida de un pueblo”, agregó Il Duce, el dictador italiano que se convirtió en el padre fundador del fascismo mundial. De hecho, hasta el propio Adolf Hitler confesó haberse inspirado en las camisas negras que avanzaron sobre Roma cuando dio vida al nazismo para conformar el Tercer Reich en Alemania.

La preocupación sobre la deriva autoritaria de un segundo gobierno de Trump se hizo presente un día después del triunfo republicano en el New York Times. El principal diario estadounidense advirtió que el regreso del magnate a la Casa Blanca supone una “grave amenaza para los Estados Unidos”. porque deja al país frente a “un rumbo peligroso que nadie puede prever” y obliga a los ciudadanos norteamericanos a estar atentos frente a “los peores instintos” de Trump.

Bajo el título Estados Unidos toma una decisión peligrosa, el influyente medio neoyorkino publicó un duro editorial contra el presidente electo en el que lamenta las posibles consecuencias de un mandato del líder republicano. “Durante los próximos cuatro años, los norteamericanos tienen que ser conscientes de la amenaza a la nación y a sus leyes que vendrán de su 47º presidente, y estar preparados para ejercer sus derechos en defensa del país y de las personas, leyes, instituciones y valores que lo han mantenido fuerte”, se pudo leer, sin matices, en el New York Times.

El Times alertó que asumirá en los Estados Unidos un presidente que prometió ejercer el poder en base a la intimidación. Y esa es, precisamente, la principal condición del fascismo.

El fascismo es antidemocrático, ultranacionalista y de extrema derecha.

El fascismo es una ideología, un movimiento político y una forma de gobierno de carácter antidemocrático, ultranacionalista y de extrema derecha. El término proviene del italiano fascio (‘haz, fasces’), y este a su vez del latín fascēs (plural de fascis), que alude a los signos de la autoridad de los magistrados romanos. Entre sus rasgos definitorios del fascismo se encuentran, por un lado, la exaltación de valores como la patria o la raza (la libertad, se podría agregar), para mantener permanentemente movilizadas a las masas, lo que lo llevó con frecuencia a la opresión de minorías (los zurdos, los colectivistas o los comunistas, en palabras de Trump o de Javier Milei).
En el Diccionario de Ciencia Política, el politólogo Norberto Bobbio estableció que el fascismo es un sistema político que trata de llevar a cabo un encuadramiento unitario de una sociedad en crisis, y que plantea ese proceso dentro de una dimensión dinámica y trágica promoviendo la movilización de masas por medio de la identificación de las reivindicaciones sociales con las reivindicaciones nacionales. Bobbio advierte, a su vez, que se trata de un fenómeno que nunca se hace evidente, sino que trata de ser ocultado por sus propios impulsores. “El fascismo es como un iceberg. Emerge la parte histórica, la parte relativa al fenómeno, tan solo en la era de sus triunfos y también en la era de su derrota final”, concluyó el gran cientista social italiano.

Veith Selk es un politólogo alemán y docente de la Universidad de Viena, que se ha convertido en un experto sobre las crisis que atraviesa la democracia actual. Autor de El ocaso de la democracia, Selk sostiene que un análisis de la teoría democrática permite comprobar un franco retroceso de la aceptación del sistema republicano en la opinión publica occidental. El avance de candidatos de extrema derecha, críticos de la receta democrática, así lo confirma.

En base a estudios de opinión realizados en Europa y Estados Unidos, Selk demuestra que el votante medio puede aceptar con buenos ojos al ideal democrático, pero que lo observa como una suerte de valor abstracto que no permite ponerse en práctica. Lo que antes sucedía con la idea de una sociedad igualiaria, ahora ocurre con la democracia. Por su incapacidad de dar respuesta a las demandas concretas, la credibilidad de la raíz democrática está cada vez más dañada. Es ahí dónde se asienta el neofascismo.

En ese ensayo Selk sostiene que los partidos populistas de derecha están logrando resultados en sus distópicas campañas electorales porque su retrógrado programa político sugiere que las soluciones a los problemas del presente (inflación, desempleo, inseguridad) están en el pasado y es ahí dónde hay que regresar, apelando a la destrucción del causante de las dificultades (inmigrantes, planes sociales, políticos). Cuando el panorama de una sociedad es tan sombrío, las recetas conocidas parecen agotadas y en ese estado de cosas la democracia tradicional ya no parece ser válida para los ciudadanos que optan por una propuesta antidemocrática. En esa trampa anida el fascismo.

En la campaña presidencial anterior, un periodista le preguntó a Trump como definía el poder.  “El verdadero poder es el miedo”, respondió el que ahora será nuevamente presidente. Miedo y fascismo: dos conceptos que van de la mano.