“Esto recién empieza”. El funcionario mileísta toma aire y hace una corta exhalación, en una de las jornadas porteñas infernales entre el calor y los cortes eléctricos, mientras explica los primeros escarceos de la campaña electoral. Y augura los próximos.
Uno de los disparadores de la consagrada suspensión de las PASO para las legislativas de octubre era el acortamiento de las campañas, amén del millonario ahorro de fondos públicos. Sin embargo, se abrieron en diferentes distritos ventanas de anticipos en sus comicios locales con impacto nacional.
Por caso, el cronómetro ya corre para Santa Fe (que en un mes votará en primarias para legisladores provinciales y convencionales para reformar su constitución), Salta, San Luis y Ciudad de Buenos Aires, que en mayo elegirán diputados locales. En la provincia de Buenos Aires se avanzará hacia su propia cancelación de las PASO y aún se aguarda que el gobernador Axel Kicillof anuncie que también en el principal territorio electoral del país se desdobla el comicio.
Es bajo semejante contexto que cuesta desvincular ciertas decisiones de los intereses electivos de las distintas administraciones. Y los conflictos que encaran o plantean. Además, con una particularidad: es la primera vez desde el retorno democrático que la Nación y las cuatro jurisdicciones con mayor número de votantes tienen a cargo de sus gobiernos a variadas fuerzas políticas.
Hasta ahora, los mayores cortocircuitos públicos se exponen entre las gestiones de Javier Milei, Jorge Macri y Kicillof. Si bien el eje central es el de la seguridad, de inmediato entran en juego las demandas por dinero.
El cronómetro ya corre para Santa Fe, que en un mes votará en primarias
En Provincia, los pases de factura están a la orden del día a partir de los innumerables casos de crímenes y robos que asuelan, sobre todo, a los habitantes del Conurbano desde hace décadas.
No deja de llamar la atención que parecen ponerle más energía a entrecruzar culpas, chicanas violentas y lavado de manos que en intentar resolver este padecimiento. Los claros síntomas de rotura social solo prevén tiempos más sombríos.
El miércoles 5, Kicillof abrió las sesiones ordinarias de la Legislatura bonaerense con un discurso de dos horas y media. Milei fue su principal blanco de críticas y anunció un paquete de medidas en su política de seguridad. Ah, y por las dudas, admitió que la campaña “no va a ser sucia, va a ser una cloaca”.
Acaso ese mensaje tuviera otros destinatarios además de la troupe libertaria. Pese a que las recientes andanadas presidenciales, en las que por ejemplo lo instó a renunciar y azuzó la amenaza de la intervención federal, abroqueló al oficialismo bonaerense, la fricción entre el gobernador y Cristina Fernández de Kirchner junto a La Cámpora tensiona aún más los ánimos en La Plata.
Ese clima enrarecido con ajenos y propios tal vez explique la demora de Kicillof en convocar a un adelanto electoral, al que el cristinismo se opone. Él mismo y su alter ego, el ministro de Gobierno, Carlos Bianco, vienen insistiendo en que es impracticable que se vote el mismo día con dos sistemas distintos (boleta única papel en la nacional vs. boleta papel sábana clásica para la provincial).
Esa tensión interna abrió también la puerta a un posible recambio en el amplio gabinete de Kicillof, donde casi todas las tribus peronistas bonaerenses están representadas. Por ahora, las posibles modificaciones se enfriaron. Por ahora. Nunca se sabe.
Quien sí debió mover fichas por la seguridad fue el jefe de Gobierno porteño. Después de decapitar a la cúpula policial en diciembre y de la salida del secretario Diego Kravetz (hacia la SIDE patrocinada por el asesorísimo Santiago Caputo), ahora fue el turno del ministro del área, Waldo Wolff. Fue reemplazado por un comisario retirado, Horacio Giménez. “Es tiempo de los policías”, sostuvo Jorge Macri.
Buenos Aires avanzará en su propia cancelación de PASO (¿y al desdoblamiento?)
La crisis sobrevino luego de que se registrara un récord de fugas de detenidos en comisarías de la Ciudad. Muchos de ellos sin que se lograra recapturarlos y con exceso de dudas sobre la facilidad con la que huyeron. Hasta en taxi.
La sobrepoblación de alojados en dependencias porteñas ha provocado un áspero duelo entre las autoridades porteñas y su excandidata presidencial, Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad nacional.
El capítulo más reciente fue esta semana. Bullrich replicó duramente a un reclamo del líder PRO Mauricio Macri, quien se solidarizó con su primo en el pedido de que los presos de la Ciudad sean llevados a cárceles federales. “Dejen de pensar en sus intereses particulares y de usar a la Ciudad como botín”, les endilgó la ministra ahora mileísta. ¿Se lo habrá dicho como funcionaria o como futura candidata?
Los entuertos incluyeron al flamante exministro Wolff. Antes de su desplazamiento, debió ir a dar explicaciones a la Legislatura. Allí se despachó con una acusación que pasó desapercibida: denunció que la jefa del bloque oficial libertario, Pilar Ramírez (ahijada política de Karina Milei), había difundido información sobre su custodia y movimientos que solo podían provenir de informes de Inteligencia. Ajá.
Desde ese submundo se amenaza con la difusión de “carpetazos”, a medida que avance el calendario electoral y, sobre todo, la definición de las candidaturas. Al menos eso fue lo que le dio a entender el asesorísimo Caputo al diputado Facundo Manes, cuando lo fue a encarar en un pasillo del Congreso a la vista de todos.
Algunos de esos eventuales aprietes podrían extenderse a otras figuras políticas. Entre ellas estaría incluido el propio jefe porteño Jorge Macri, como ya lo dejó entrever una inefable diputada muy cercana a los hermanos Milei.
Esto recién empieza. Habrá que seguir con suma atención los acontecimientos.
