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Quince años del museo porteño

“La Casa de Atrás” de Ana Frank tiene su museo en el barrio porteño de Belgrano

Para conmemorar los quince años desde su creación, el Museo de Ana Frank en Argentina fue renovado con la incorporación de más de treinta objetos históricos, fotografías tomadas por el padre de la joven, frases dichas por la familia que acompañan el recorrido, y un lugar privilegiado para el árbol de castañas original que admiraba Ana.

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Al ingresar al Museo de Ana Frank en Argentina los guías conducen al público a dos salas de bienvenida en las que se conoce, con una línea de tiempo, la historia de la pequeña y su familia. Entre fotografías, documentos, y objetos que fueron testigos del Holocausto y los sucesos de la Segunda Guerra Mundial, el recorrido resulta, de por sí, muy completo. Sin embargo, lo mejor está más arriba. 

El guía conduce a los invitados al primer piso, y frena frente a un mueble amplio, similar a una biblioteca o estantería. Luego de tanta barbarie aprendida pocos minutos antes, se anuncia que el recorrido finalizó. Pero eso no es así, el guía tira del mueble, que es, en verdad, una puerta, y da paso a la gran joya del museo: “La Casa de Atrás”, una réplica exacta de la Casa de Ana Frank.

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Museo de Ana Frank en Argentina

Se pasa así de una visita didáctica a una inmersiva. Están las camas, el baño, los objetos, los colores. Un espacio amplio para dos, pero acotado para ocho; el total de personas que se refugiaron allí.

Por el aniversario número 15 del Museo se realizaron renovaciones para hacer la experiencia aún más precisa e interesante. Una de las primeras modificaciones que se implementaron en el espacio se puede observar desde la ventana de al lado de la entrada del refugio. “Se hicieron modificaciones en la jardinería, con el objetivo de darle más importancia al castaño”, indica Gabriel Miremont, el museólogo a cargo del proyecto, en referencia a la especie de árbol que Ana Frank menciona en su libro que observaba desde una ventana. 

El castaño creció de la plantación de raíces del mismo árbol que Ana admiraba. “Está muy presente en su obra. Es una alegoría de vida: ese árbol crece y acompaña todas las estaciones”, explica el museógrafo. 

En el hall de entrada ahora se puede encontrar una gran columna que expone cuarenta ediciones distintivas del Diario, en múltiples idiomas, así como en cómics o en braille. “Ana Frank, a través de sus palabras, sostiene la participación en el Museo. Y lo que hice con mi equipo, con Belén Greco a cargo del diseño gráfico, fue un nexo entre este guión y las exposiciones para que el público se pueda meter en el relato”, afirma Miremont. 

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“Todo este conjunto se unificó a través del color gris. Remite a la tristeza de lo ocurrido, aunque sin caer en la desesperanza, porque, justamente, en lo que relata Ana Frank, lo que aprendemos es qué podemos tomar de todo esto gris, de la desgracia, para poder volver a la luz y continuar”, explica el artista. “A la vez se incorporaron murales muy modernos, se tomó la icónica fotografía de Ana Frank, para agregar un poco de color, con un lenguaje gráfico absolutamente actual, porque si hablamos de historia vemos que acá hay un presente y miramos hacia atrás para cimentar un futuro. Tratamos desde la gráfica evocar el pasado de Ana, pero también proyectarla como una ideología”, precisa Miremont. 

“Además de las dos salas que dan la bienvenida al museo con una línea del tiempo, con fotos –muchas tomadas por el propio Otto Frank, el padre de Ana, decenas de objetos originales que acompañan y prueban la veracidad del trazado, y de la icónica réplica del refugio que albergó a Ana y su familia, en el edificio de la calle Superí ahora se puede encontrar una maqueta con la que se puede entender cómo era la casa de escondite”, dice el museógrafo. 

Se incorporaron treinta objetos originales al Museo. “Exhibimos libros vaciados de hojas en los que se transportaba documentación falsa. Tenemos una radio original usada por el régimen nazi que se entregaba a cada una de las familias para emitir en su canal único propaganda de forma sistemática que muestran cómo la ideología penetraba en la infancia y en las familias. Hay elementos en los que se proveía alimentos a escondidos. También tenemos objetos originales recuperados de Auschwitz que nos permiten tener una presencia física del lugar y exhibimos una radio clandestina que muestra cómo se comunicaban en secreto”, detalla Héctor Shalom, director del Museo.

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Museo de Ana Frank

Los objetos históricos del Museo van desde libros, hasta vestimenta que atestiguan tanto la persecución como la resistencia. Hay billetes, cupones de racionamiento de alimentos de 1944 de Países Bajos, soldaditos de juguete y un álbum de los Juegos Olímpicos en Berlín (1936). “Son objetos que cuentan historias, que pertenecían a personas, que tenían una razón de ser. Además, pusimos más énfasis en las frases de los protagonistas, de la familia Frank, que agregan valor a lo que ya venimos contando”, revela Michelle Ickowicz, coordinadora de guías del Museo.

“Ahora que tengo casi 90 años, mis fuerzas se van debilitando, pero la tarea que he recibido de Ana me da nuevas fuerzas para luchar por la reconciliación de los Derechos Humanos en todo el mundo”, es una de las frases, en este caso de Otto Frank, que se pueden leer en las paredes del museo. O, ¿Podré escribir algo grande algún día? ¿Llegaré algún día a ser periodista y escritora? ¡Espero que sí! ¡Ay, pero tanto que sí! Porque al escribir puedo plasmarlo todo: mis ideas, mis ideales y mis fantasías”, se lee un pensamiento de Ana, de 1944, el año del Desembarco de Normandía, y un año antes de que terminara la Segunda Guerra. ¡Y claro que Ana escribió algo grande!

 “Y…Las personas que hicieron todo por nosotros son más que amigos. Estamos en deuda con ellos, en todos los sentidos posibles”, de Otto. 

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Historia: resistencia y complicidad. “En el primer momento de la visita se conoce la vida de Ana Frank, en el contexto del Holocausto. Este espacio lo llamamos ‘eje de conocimiento’: acá proveemos información. En segundo lugar, pasamos a la emoción: la idea es recuperar la humanidad de los protagonistas. El tercer eje propone reflexionar acerca de los mecanismos y procedimientos del nazismo reflejados en la última dictadura cívico-militar en Argentina, recuperando los procesos de búsqueda de Justicia”, cuenta la coordinadora Ickowicz. 

“En el Museo también se puede conocer cómo llegaron corrientes migratorias judías a Israel y cuál fue el destino de los sobrevivientes. En ese sentido, se puede conocer parte del origen de la población de Israel y su derecho a la existencia”, expresa Shalom, director del Museo.

“También buscamos poner cierta atención acerca del rol que tuvieron los países democráticos cuando tuvieron la oportunidad de salvar a las víctimas. Desde la Conferencia de Évian en 1938, cuando se pudo haber recibido judíos antes de que el nazismo empeore y así evitar el aniquilamiento de cientos, pero los países respondieron negativamente; hasta la historia del barco Saint Louis que en 1939 que partió desde Alemania, pero no se le permitió desembarcar en destino”, precisa Shalom. 

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Recorrida por el museo de Ana Frank

Los sucesos que relata el director hacen referencia a, en primer término, la conferencia internacional en la ciudad francesa de Évian-les-Bains, organizada por el presidente estadounidense Roosevelt en 1938, que se percató del peligro mundial que se avecinaba. Asistieron 32 países, desde Inglaterra, hasta Holanda, Australia, Suiza, y múltiples delegaciones latinas como Colombia, Chile, México, Brasil, Bolivia, y la propia Argentina. Estuvo presente también Golda Meir, que años después fue primera ministra de Israel. 

Los gobernantes expresaron su preocupación por la comunidad judía, pero, con hipocresía pese a sus palabras, se negaron a recibir refugiados. El mundo, desde los ojos de periodistas europeos, estadounidenses, e incluso de un corresponsal argentino, fue testigo de la negativa, y de cómo los dirigentes del mundo pudieron haber evitado la desgracia.

Un año más tarde, con el comienzo de la guerra, pero con la misma actitud despreciable, se produjo el episodio del transatlántico Saint Louis. Más de novecientos refugiados, principalmente alemanes, intentaron escapar de lo que se aproximaba. El barco se dirigió primero a La Habana, Cuba, pero fue rechazado. Luego enfiló hacia la Florida para pedir asilo en Estados Unidos. Franklin Roosevelt expresó su intención de acoger a los pasajeros, pero los demócratas del sur se opusieron vehementemente, amenazando a Roosevelt de quitarle su apoyo en las próximas elecciones. El estadounidense terminó cediendo, y luego ganó aquellos comicios.

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museo de Ana Frank

En un último intento el navío fue hacia Canadá, donde se encontró con otra negativa. El Estatuto del Refugiado se estableció poco más de una década después, en 1951, en el que establece que los firmantes tienen prohibido negar la entrada a quienes tienen riesgo de vida en su país. “La exposición da cuenta de la crueldad de los nazis y de la dignidad de las víctimas. Y, a la vez, pone una mirada crítica acerca de aquellos países que, teniendo oportunidad de responder con ética y humanidad, decidieron hacer lo contrario”, afirma Shalom.

“La exposición incorpora información acerca de qué es el judaísmo y quiénes son los judíos, y pone fuertemente en valor la enorme cantidad de experiencias de resistencia. El centro es parte de la Fundación Ana Frank, creada por su padre, el único sobreviviente de la ‘Casa de Atrás’, en el año 1960, cuya misión es el trabajo educativo frente a todo proceso de discriminación, violencia, antisemitismo, xenofobia, desde la figura de Ana Frank, para que se transmita al mundo entero qué significan las guerras y cuáles son sus consecuencias”, explica el director.

“También se brinda un correlato entre las conferencias de jóvenes, de diferentes países y religiones, organizadas por Otto Frank, que se juntaban para trabajar en cómo prevenir las guerras y, por otro lado, los encuentros de jóvenes guías de nuestro Museo, que hoy son los responsables de la transmisión del legado de Ana Frank para Argentina”, manifiesta.

La entrada cuesta $ 4 mil, y $ 3 mil para estudiantes, docentes y jubilados. Los jueves y viernes hay 2x1.