COLUMNISTAS
un año de gobierno

La batalla material

Sigue la discusión de si vale la pena tener industria. Hoy pareciera que la respuesta es no.

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Automatismos. | Pablo Temes

Se puede evaluar este año de gobierno de Javier Milei desde varios puntos de vista.

Las lecturas más evidentes tienen que ver con la dimensión formalista, sobre cómo se constituyó La Libertad Avanza como fuerza política, en dos acepciones, la jurídica y la específicamente política.

El segundo punto de vista –quizás el más transitado– fue su faz estética, la total trasferencia de un modelo televisivo de batalla discursiva a la presidencia de la Nación, reproducida por las redes sociales y con la tan poca novedosa decisión de adueñarse de la verdad histórica. La tercera dimensión –sólo estudiada por especialistas– es cómo un discurso ultraliberal permeó las capas tectónicas más profundas de la sociedad, especialmente en las provincias del norte del país, allí donde el peronismo había edificado sus fortalezas más imperturbables.

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¡Estos son, acá están, los soldados de Milei! Gran parte, treinta por ciento del electorado que votó a La Libertad Avanza en las PASO y generales de 2023 fue un electorado “nuevo” –menor de 25 años– que rompió con la reproducción del voto familiar que era, claro, el peronismo. No es casual que este espacio mantenga lógicas de entendimiento político parecidas a las que tiene el peronismo, en el sentido de no tener mayor apego por las formas institucionales –les da lo mismo, que Milei insulte a opositores o nombre a los miembros de la Corte Suprema por decreto–. En definitiva, votar a Milei fue una “apuesta” en el sentido bourdesiano. La política es un juego, en donde los actores externos –los votantes– pueden realizar apuestas que pueden considerarse arriesgadas y algunas pocas veces pueden resultar ganadoras.

La cuestión de las expresiones y el uso del lenguaje, como lo que usa el Presidente, sus seguidores y hasta su refinado ministro de Economía, por ejemplo, llamar mandriles a los economistas liberales, viejos meados a las personas mayores o zurdos empobrecedores a periodistas, aterra a quienes tienen más de sesenta años –o simplemente a quienes se dedicaron a estudiar la historia argentina– ya que conocen que en los años setenta los insultos y las amenazas fueron un común denominador de un contrato social roto. Pero esto no tiene la misma connotación para alguien menor de los treinta años.

Adiós a la historia. La paradoja es que mientras el modelo de propaganda del kirchnerismo insistió tantos años en conservar la “memoria” hoy se puede observar que gran parte de las nuevas generaciones no tiene la menor idea del pasado argentino ni el menor interés por conocerlo. No hay que ser docente para percibirlo, por ejemplo, en las temáticas que tratan y en las formas de comunicar en la gran mayoría de los canales de streaming –que se reproducen como hongos en YouTube– se puede observar este nuevo país.

Todo lo dicho es sin nostalgia por un pasado lejano, por el contrario es realismo: es lo que hay. Esto no quiere decir que no se posible que resurja por ejemplo, un sentimiento nacionalista que pueda transformarse en una lógica política. Esto es, en definitiva, lo ven en Victoria Villarruel sus seguidores, más que sus llamados a la “memoria completa”.

No es inimaginable que el peronismo se presente en 2025 con distintas alianzas en cada provincia.

En este sentido pueden entenderse las discusiones a cielo abierto entre Presidente y vice que tanto llaman la atención, quizás el único parecido de familia de disputa profunda que se puede encontrar en la historia reciente fue la fórmula –ganadora en 2007– Cristina Kirchner-Julio Cobos. Ambos representaban posiciones totalmente divergentes en el campo político-ideológico y sólo en el sueño atrapa-todo de aquel kirchnerismo de la transversalidad podía construirse algo así. Al año siguiente Cobos votó en contra del proyecto de ley que hacía de las retenciones móviles al agro, en cambio Villarruel desempató la Ley Bases a favor del Gobierno. Este hecho ha pasado desapercibido, pero la votación había salido 36-36 con todos los senadores presentes ¿Hoy volvería a votar igual la vicepresidenta? Otra pregunta de las tantas que aparecen aquí: ¿Milei y Villarruel tienen una correspondencia exacta en su base electoral? Pareciera que no.

La base en disputa. La Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos sea probablemente el hecho político del siglo ya que están en sus entrañas los cimientos para un cambio profundo en el modelo capitalista argentino, que es en definitiva la única discusión importante. El disputar a lo largo del siglo XX fue a causa del empate hegemónico, entre los sectores industriales dedicados fundamentalmente al mercado interno y los sectores agropecuarios, cuya producción tiene como destino el mercado mundial. La cuestión comienza en los años treinta por la necesidad de sustituir importaciones que Europa no estaba en condiciones de proporcionar por lo cual el país tuvo que generar sus propios productos industrializados con más ingenio que tecnología. Juan Perón profundizó este proceso con las empresas estatales y en los sesenta se incorporan las multinacionales de la mano del desarrollismo de Arturo Frondizi. El proteccionismo, para cuidar a la empresa local contra el librecambismo para aumentar la rentabilidad de los agroexportadores, fue una lucha entre las elites que generó innumerables debates académicos y políticos. La discusión sigue hoy bajo la pregunta sobre si vale la pena tener industria. Hoy pareciera que la respuesta es no. Los debates públicos obviamente, están degradados a los festejos a la posibilidad de comprar todo en Amazon, o a la comparación de lo que sale una camisa en el Zara de Buenos Aires o en Madrid. ¿Podrán vivir casi cincuenta millones de argentinos del mercado exportador o tendrán que migrar por el mundo como los países donde la minería reina?

Contrapuntos. El peronismo que dio soporte político a un formato de Estado de Bienestar con derechos asegurados y trabajadores sindicalizados, hoy está en vía de disolución, tanto en su base doctrinaria como en su accionar político, los optimistas dicen que sólo es una nueva mutación. Pero hoy no es inimaginable que se presente en las elecciones de 2025 con distintas alianzas en cada provincia y con diversos formatos. La contracara es  la obsesión de Karina Milei por tener un partido único a nivel nacional, donde ella tenga la única lapicera para distribuir las candidaturas.

*Sociólogo.