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Política exterior

Javier Milei y Gerardo Werthein adoptaron a un gato que caza ratones

Parece que Milei empieza a colorear en sus actos internacionales una de las más acertadas miradas de política internacional. Los éxitos del libertario demandan contemplación a una parte del mundo que objeta por la filosofía woke.

Gerardo Werthein, por Pablo Temes
Gerardo Werthein, por Pablo Temes | Cedoc

Consejo precavido de una madre. O de un veterano con cicatrices. Simplemente, en una traducción vulgar del francés, el invitado dijo: “Mejor no jodas más porque de aquí te echan”. Se refería al G-20 y Emmanuel Macron presuntamente le hizo ese comentario a Javier Milei en la cena que mantuvieron en Olivos. Si fuera cierto sería un precioso enlace para justificar el cambio del gobierno argentino a la hora de firmar documentos que antes pensaba rechazar. Una morigeración inesperada en el plano internacional, abandonando cierta belicosidad y rebeldía contra ciertos organismos. Igual, nunca Macron hubiera proporcionado una sugerencia de ese tipo: había varios comensales en la mesa, dos embajadores por lo menos, además de las damas y, como no es ignorante —o está bien abastecido por el Quai D´Orsay— sabe que el G-20 no contempla ningún mecanismo de expulsión y que a los estados se los considera por su PBI, no por lo que gritan sus dirigentes. Como no tiembla la democracia inglesa porque cualquier ciudadano disfruta el berretín de treparse a un banquito y lanzar barbaridades contra las autoridades.

Por otra parte, en su gira sudamericana, al galo casado con una mujer que lo supera holgadamente en edad, Brigitte, igual que Amalia Gonzalez con el mandatario local —tema de conversación entre las parejas y testigos en la comida— le interesa vender productos, armas, y entusiasmar a inversores argentinos para enterrar dólares en Francia: sólo así se explica la reunión que mantuvo con prominentes empresarios locales que conocen París solo por turismo (el único vinculado en esa tierra con negocios es Martín Migoya, de Globant). Tampoco se entendió la razón por la cual, entre unos ocho convocados, dos eran los Bulgheroni (Marcos y Alejandro), como si no fuera más apropiado ocupar la mesa con otros dirigentes e intereses comunes del visitante. Falla de la nueva Cancillería. Aún con esas reservas, el dueño de casa comenzó a variar con astronómica velocidad: de un día para el otro, Milei aprendió a convertirse en un mandatario pragmático, desechando ataduras o prejuicios políticos que nadie suele preguntar cuando va al medico o al dentista. Cierto pintoresquismo, afuera. Como él diría.

Javier Milei fue el único ausente en la foto oficial del G20 en Brasil

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Aunque sólo estuvo 15 minutos con Xi Jinping —tampoco los eventos como los de Río permiten audiencias más extensas—, cortésmente Milei se allanó a sonreír con un comunista (con el cual jamás negociaría, según sus palabras) y ordenar transas económicas con uno de los principales compradores del país. Uno no puede pelearse con el mejor cliente del boliche porque no le gusta la ropa de su mujer. Debe mantener el swap de 6 mil millones de dolares y, además, sin el permiso de China resulta imposible que el FMI sea contemplativo con la Argentina. Aún cuando asuma Trump y levante el dedo para favorecer al país. Allí, Xi Jinping dispone del valor del veto, como en Naciones Unidas. Parece que Milei empieza a colorear en sus actos internacionales una de las más acertadas miradas de política internacional expresadas por un chino, en abierta demolición a los designios ciertamente marxistas de Mao. Fue Deng Xiaoping quien dijo: “No me importa que el gato sea rojo o negro, lo que me importa es que sepa cazar ratones”.

Fue súbita y racional también la cortesía en el saludo con Lula, otro comunista al que detesta e insultó en reiteradas ocasiones, pero gracias al cual la Argentina se forrará de dólares por un contrato futuro de venta de gas. Una señal de buena voluntad con otro de los dos mejores compradores de productos argentinos. Por un lado, entonces, como en el Congreso para conseguir las leyes, agraviar a la casta y tejer con la misma casta, comerciar con los odiados zurdos de otros países y al mismo tiempo ultrajarlos. Una característica del juego entre potencias, jurar que la pelota no se mancha mientras se aspira cocaína. Reflexión de un original periodista o de una fuente que se niega a dar su nombre. Si la Argentina, como sostiene Milei, está logrando éxitos milagrosos, inéditos, ese posicionamiento demanda contemplación a una parte del mundo que objeta por la filosofía woke, los 98 sexos o los flatos de las vacas. Entienda en apariencia el sentido de las prioridades junto a las críticas que expresa en addendas o pies de páginas a documentos internacionales.

Gerardo Werthein
Gerardo Werthein, por Pablo Temes

Cierto giro en Milei se advierte cuando el nuevo Canciller, Gerardo Werthein, ni tiempo tuvo para sentarse en el cargo y menos para habituarse a la casa que se compró en un elegante barrio de Washington, que ahora deberá vender: se gastó en acompañar al Presidente en sus entrevistas, anunciando la motosierra para el Palacio San Martín con despidos de 3.000 almas y el cierre de embajadas y consulados. Hasta ahora echaron a media docena de funcionarios que acompañaban a la cúpula anterior y el resto de la “Casa” duerme tropezadamente aguardando la guillotina. Parece que no hay un plan específico aunque despidieron a 4 militares en las fuerzas de paz entre Israel y Hezbollah, conformada por 12 mil profesionales europeos con el disgusto publico de Francia y España que integran ese bloque castrense. Poco explicable, como el retiro forzado de una delegación en una conferencia en Baku y la negativa a suscribir el documento que incluía las firmas de Israel y los Estados Unidos. Justo con los países que Milei reconoce mayor afinidad y seguidismo ideológico. Solita la Argentina en ese marco. Única. Como la desatención en Naciones Unidas a resoluciones del organismo que ha encrespado la escasa tolerancia del portugués António Guterres, un socialdemócrata que hasta se puede ocupar de expulsar a cuanto funcionario argentino trabaje en el organismo, una especialidad de esa burocracia parasitaria, como respuesta a los desaires de Milei. Si Guterres no puede parar las guerras, las masacres en Medio Oriente o el temido desquite brutal con el que amenaza Putin luego de recibir misiles europeos de alto alcance, al menos se ocupará de castigar a la Argentina, a su Presidente o a sus retazos diplomáticos. En su venganza concurre a limar la candidatura de otro argentino, Rafael Grossi, hoy a cargo de la agencia de energía atómica de la ONU, expectante para sucederlo cuando llegue el turno, a quien Milei conoce y apoyaría en la postulación.

 

ff