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Introducción al terrorismo de Estado

Derechas Temes
El negacionismo argentino plantea dudas sobre los crímenes de la dictadura. | Pablo Temes

Koenraad Elst es un filósofo belga, especializado en orientalismo y en cultura asiática. Es autor de más de de una docena de libros sobre historia, política, nacionalismo y conflictos religiosos. Y en uno de sus principales ensayos, Negacionismo en India, sintetiza el verdadero alcance del negacionismo: “Negacionismo significa la negación histórica de los crímenes de lesa humanidad. No se trata de una reinterpretación de los hechos conocidos, sino de la negación de los hechos conocidos. El término ‘negacionismo’ ha ganado popularidad como el nombre de un movimiento que niega un crimen de lesa humanidad, el genocidio nazi de los Judíos entre 1941 y 1945, también conocido como el Holocausto (griego: sacrificio de fuego) o la Shoah (hebreo: catástrofe). El negacionismo es mayoritariamente identificado con el esfuerzo de reescribir la historia de tal manera que el hecho del Holocausto se omita”.

El negacionista parte de la premisa de sostener que hay crímenes aberrantes que nunca ocurrieron. El negacionista sostiene que se trata de una confabulación orquestada por medio de un fraude que fue pergeñado por los vencedores de una guerra. Pero el negacionista no acepta ser denominado de esa forma. Prefiere presentarse a través de una corriente, tanto política como jurídica, que se aglutina en torno a la figura del “revisionismo”. El negacionista se autopercibe revisionista porque intenta reinterpretar la historia para poder ajustarla a su verdad.

Porque sucede que al negacionista no le importan las pruebas. Las niega. Al negacionista no le interesan los acontecimientos. Los niega. Y al negacionista no le incumbe la historia. La niega.

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Son horas difíciles en la Argentina, porque son horas en las que el negacionismo se impone en este país. Para comprobarlo, basta con observar la imagen que se difundió esta semana, en la que se puede ver a un grupo de legisladores libertarios rodeados de represores acusados de violar los derechos humanos entre 1976 y 1983. Para los negacionistas argentinos, los condenados por cometer crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura no son criminales: son víctimas. Porque como ya se ha dicho: al negacionista no se suscribe a los hechos. Los niega.

“Se asustan porque un par de diputados, en pleno uso de su derecho en funciones, y como civiles, fueron a visitar en la cárcel a octogenarios que están siendo sentenciados a una pena de muerte a cuentagotas”, sostuvo Lilia Lemoine en una entrevista (cuando no) realizada en estas horas en LN+. La cosplayer devenida en vocera libertaria, amplió luego su filosofía negacionista en las redes: “El kirchnerismo está preocupado por esa visita, que es una visita humanitaria a gente que está, en algunos casos, ilegalmente detenida por Néstor Kirchner lo cual es innegable, pero es políticamente incorrecto decirlo”.

Lourdes Arrieta encabezó a los diputados de la Libertad Avanza que el pasado 11 de julio visitó en secreto a los represores condenados por delitos aberrantes cometidos durante la dictadura. La lista de legisladores oficialistas que entraron al penal de Ezeiza fue completada por Beltrán Benedit, Alida Ferreyra, Guillermo Montenegro, María Fernanda Araujo y Rocío Bonacci. “Estuve ahí y hablé con Astiz. Pero yo no viví en esa época, nací en 1993 y no tengo ni idea de quiénes eran los personajes de esa época. La verdad es que vi internos de 80 años”, dijo Arrieta, que esta semana ingresó al Congreso con un ejemplar del Nunca Más, cuando se iba a tratar el repudio por la escandalosa connivencia libertarios-represores.

Si en Alemania alguien intentara aducir la justificación que utilizó Arrieta para negar los crímenes del nazismo, esa persona se vería obligada a realizar una curso de capacitación sobre las causas y las consecuencias que originaron los crímenes perpetrados por el régimen de Adolf Hitler. Vaya, pues, el curso de “Introducción al terrorismo de Estado” para instruir a Arrieta, a los diputados oficialistas que la acompañaron, y también a las nuevas generaciones de votantes libertarios, que no habían nacido durante la última dictadura militar.

Al negacionista no le interesa la historia. La niega.

El contenido de este seminario intensivo sobre el pasado reciente argentino incluye un breve antecedente de los genocidas con los que hace tan solo algunos días se retrataron alegremente los diputados que, curiosamente, defienden la libertad.

Clase 1. Ángel de la Muerte. Alfredo Astiz se infiltró como espía en las organizaciones de derechos humanos. Lideró uno de los más horrendos grupos de tareas de la ESMA. Se hacía pasar por el hermano de un desaparecido. Fue acusado, entro otros delitos, por el secuestro, tortura y desaparición de dos monjas francesas, Alice Domon y Léonie Duquet, y por la desaparición de la adolescente sueca Dagmar Hagelin. Fue también el responsable de la desaparición de la emblemática Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo.

Clase 2. Vuelos de la Muerte. Antonio Pernías formó parte de los vuelos en los que se arrojaba personas vivas al Río de la Plata. También fue acusado de abusar sexualmente de las prisioneras en la ESMA y era el responsable de la “pecera”, donde los detenidos que luego serían desaparecidos, realizaban todo tipo de trabajo esclavo. Fue responsable de la desaparición y la tortura, entre otros, de Esther Ballestrino y María Ponce, otras fundadoras de Madres de Plaza de Mayo.

Clase 3. El Mentor. Alberto González era el jefe del sótano de la ESMA. Allí torturó y violó a muchas desaparecidas. El periodista Juan González, autor de El Loco, denunció en Noticias que el detenido en Ezeiza por violaciones a los derechos humanos es el mentor de la vicepresidenta Victoria Villaruell. También fue premiado por Emilio Massera por el “honor al valor del combate” que realizó durante los años de la dictadura en la “guerra contra la subversión”

Clase 4. El Hijo. Carlos Guillermo Suárez Mason (hijo). Alias “el hijo de Sam”. Condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad cometidos en la ESMA. Su padre fue el genocida Carlos Guillermo Suárez Mason, alias “Pajarito”, uno de los represores más poderosos y despiadados de la dictadura, jefe del Primer Cuerpo de Ejército y responsable del funcionamiento de más de sesenta Centros Clandestinos de Detención y Tortura, donde fueron asesinados y luego desaparecidos miles de detenidos.

Clase 5. Genocidas I. Mario “El Cura” Marcote (miembro del Servicio de Informaciones y condenado a 17 años de prisión en Rosario). Miguel Britos (ex miembro de la Superintendencia de Seguridad Federal, condenado por delitos en el circuito represivo Atlético-Banco-Olimpo).

Clase 6. Genocidas II. Honorio Carlos Martínez Ruíz (condenado a perpetua por los crímenes cometidos en el centro clandestino Automotores Orletti). Raúl Guglielminetti (también condenado por su accionar en Automotores Orletti). Julio César Arguello (condenado a perpetua por delitos cometidos en el “Circuito Camps”).

Clase 7. Genocidas III. Juan Manuel Cordero (condenado a 25 años de prisión por crímenes cometidos en el marco del Plan Cóndor). Gerardo Arraez (condenado a 25 años de prisión por delitos en el circuito represivo Atlético-Banco-Olimpo). Juan Carlos Vázquez Sarmiento (responsable de secuestros y torturas, prófugo de la Justicia durante casi 20 años).

El negacionismo ataca el momento constituyente de la democracia.

En ¿El delito de negacionismo? El instrumento penal como guardián de la memoria, la abogada italiana Emanuella Fronza, docente de Derecho Penal en la Universidad de Bolognia, se focaliza en el dilema moral y deontológico que plantea el negacionismo: “El negacionismo niega justamente los hechos que originan dicha reacción y, por lo tanto, niega el universo ético-político surgido después de la Segunda Guerra Mundial. Este fenómeno afecta profundamente no tanto a los poderes constituidos, a las estructuras establecidas, sino mucho más: al pacto ético, representado por el rechazo incondicional de las dinámicas que arrastraron a Europa al horror de la guerra y los totalitarismos. El negacionismo ataca entonces el momento constituyente de la democracia”.

El año pasado fueron muchas las voces que alertaron durante la campaña electoral sobre los temores que despertaba el posible triunfo de Javier Milei, al visualizarse como un un gobierno que presentaba un serio desafío a la democracia. El negacionismo es el más macabro ejemplo de la concreción de esa amenaza.