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Insultar sin consecuencias

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Javier Milei. Furibundo pero estudiado: el arte de injuriar y calumniar al límite del Código Penal. | PABLO CUARTEROLO

Cuando en 2019 Milei ni siquiera era diputado y mucho menos candidato a presidente, en una de sus múltiples discusiones en los programas de la tarde de la televisión (así también se hizo conocido Bolsonaro en Brasil) se trenzó con la actriz Sol Pérez, y su defensa fue un anticipo de lo que sería su estrategia de insultar sin consecuencias legales. Milei repetía ante el llamado de atención de la conductora, Marcela Tinayre, quien lo terminó echando en vivo del programa Las rubias, que él solo hacía “erretés”. Y repetía la palabra “erretés” como un escudo protector. También por entonces la red X se llamaba Twitter y RT es el acrónimo de retuitear. Milei sostenía que él no insultaba sino que lo hacían terceros, que simplemente retuiteaba (“erretizaba”). 

La actriz, con sentido común, dijo que si él “retuiteaba” decenas de insultos hacia ella de distintas personas, Milei tenía la misma intención que esas personas. El problema ontológico es que parte de esas no eran personas en el sentido estricto porque muchas de esas cuentas de la ex-Twitter son anónimas, entonces se puede insultar reproduciendo anónimos sin consecuencia legal para nadie.

En los medios de comunicación tradicionales, no se exime de responsabilidad al editor responsable y a la empresa de medios por reproducir una injuria o calumnia de un tercero si este no está identificado; es más, hubo condenas por publicar cartas de lectores con una injuria o calumnia y el nombre de quien firmaba la carta era inexistente, y desde entonces los medios publicamos las cartas con el número de documento además del nombre de la persona, y solo se aceptan aquellas que llegan con fotocopia del documento.

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Ahora se espera ver si el juez Ariel Lijo también considera que no es injuriante la palabra ensobrado

Pero en Twitter, en X ahora, nombre que refleja mejor que la mayoría de los emisores de mensajes son equis, no se sabe quiénes son y, amparados en el anonimato, insultan sin consecuencias legales. Y aun más, algunos hacen trascender que tal cuenta es de fulano de tal (el ejemplo más conocido es el de Santiago Caputo) y esa persona puede insultar sabiéndose que el insulto proviene de él pero también sin consecuencias legales.

Obviamente, los jueces podrían interpretar correctamente el espíritu de la ley y aplicar la misma restricción a X que a los medios tradicionales, como en algún sentido hizo el juez del Supremo Tribunal de Brasil Alexandre de Moraes obligando a X a levantar contenidos de terceros punibles penalmente.

Ese resquicio legal de ampararse en la falta de legislación sobre la necesidad de existencia de un editor, o como se lo quiera llamar, responsable en las redes sociales, para utilizar ese medio de comunicación para insultar y agraviar sin consecuencias legales a oponentes se completó en Javier Milei con una estrategia similar de elusión de responsabilidad legal por sus dichos, recreando el significado de viejas palabras o creando neologismos que resulten de interpretación polisémica literal pero que, por el énfasis, la repetición y el contexto en el que esa palabra es utilizada, todos comprendan un significado unívoco, por ejemplo “periodista ensobrado” por aquel que recibe dinero espurio, sin registro (fondos reservados de la SIDE o plata negra de la política), y no simplemente que su medio o programa tenga publicidad oficial porque todos los medios de la Argentina, desde la radio más pequeña de La Quiaca o Tierra del Fuego a los conglomerados de medios más poderosos, reciben y recibieron siempre publicidad oficial, por lo que, si se tratara de un genérico, no precisaría el agregado de ensobrado como adjetivo descalificativo.

No hace falta ser el lingüista suizo Ferdinand de Saussure, padre de la semiología y del estructuralismo, cuyas enseñanza se recopilaron en el Curso de lingüística general, para entender que el signo lingüístico es algo vivo, que significantes y significados se renuevan con el habla y su uso. Si desde el gobierno de Carlos Menem se menciona que en el lado oscuro de la política se reparten sobres con dinero a periodista corruptos, el término ensobrado indica a aquel que recibe dinero de forma ilegal, y acusar a un periodista de ensobrado es acusarlo de corrupto.

Sin embargo, en la demanda por injurias que simultáneamente con Jorge Lanata le inicié al Presidente por llamarme ensobrado, el defensor de Javier Milei sostuvo que ensobrado no tiene carácter injuriante y se refería a todo aquel que recibía dinero del Estado como publicidad oficial. Y, peor aún, como después de esa disparatada interpretación sobre que todo aquel que trabaja para el Estado o vende un servicio o producto que compra el Estado es un ensobrado, la revista Noticias publicó una tapa con las facturas que cobró del gobierno bonaerense de Daniel Scioli planteando irónicamente que desde esa interpretación entonces Milei también sería ensobrado, el abogado de Milei sostuvo que esa tapa confirmaba que el término ensobrado no era injuriante, a lo que sorpresivamente el juez Sebastián Ramos le dio la razón sobreseyendo de forma superexprés al Presidente mientras que otro juicio en el mismo fuero federal por el uso de la misma palabra, ensobrado, iniciado por Jorge Lanata tramita sin resolución en el juzgado de Ariel Lijo, cuyo pronunciamiento espera con atención el periodismo argentino.

Tanto para Jorge Lanata como para mí el juicio tiene un carácter institucional, la eventual indemnización está donada a la Academia Nacional de Periodismo, y lo realizamos sintiéndonos obligados, por la cantidad de años de trayectoria, a representar simbólicamente a todos los periodistas que llamó ensobrados y sentar precedente para que no pueda seguir haciéndolo. En el caso que tramita ante el juez Sebastián Ramos se apelará el sobreseimiento a la Cámara Federal ya, con el apoyo como amicus curiae de diferentes organismos nacionales e internacionales de defensa del periodismo: Adepa y Fopea, Reporteros sin Fronteras y Amnesty.

El juicio de Lanata a Milei avanza por carril paralelo con el objetivo común de penalizar el insulto

Pero más allá de la palabra ensobrado, vale prestar atención a la triquiñuela de utilizar neologismos y palabras en desuso como “esbirros” para atacar a periodistas como si fueran mercenarios, catexizando el término como un insulto más allá de su significado literal (esbirro: oficial inferior de justicia). El ejemplo paradigmático de significante vacío donde todo significado pueda ingresar a gusto de Milei para denostar a alguien es “casta”, y sorprende cómo, aun desde la oposición, se esfuerzan también con ingenuidad por utilizar la misma palabra para decir que la casta está en el Gobierno, asociando el término a su literalidad sin comprender que Milei la utiliza de forma arbitraria cono sinónimo de oponente, en el que entran todas las categorías, y así todos son casta del otro

Si alguien crea o rebautiza el uso de una palabra para significar corrupto, y cuenta con toda la visibilidad de la candidatura y luego la jefatura del Estado para instalar un significado a un significante, la Justicia no debe ser ingenua e interpretar que el valor de una palabra es lo que se entiendo que ella significa. Y casi con humor ya no hay sueldos ni los pagos del Estado ni de nadie que se hagan en sobres sino por transferencia bancaria (salvo que sean ilícitos).

La Justicia podría inspirarse en el juez del Supremo Tribunal de Brasil Alexandre de Moraes obligando a X a levantar contenidos de terceros punibles penalmente porque, si se naturaliza el insulto (mucho más grave si el ejemplo es el de un presidente), seguiremos construyendo una sociedad cada vez más polarizada, irreconciliable y sin salida.