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Hombre y superhombre

En total ganó cinco medallas de oro y una de bronce, además de otra como integrante del equipo de waterpolo.

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Me despierto a las cuatro de la mañana y me pongo a pensar en la natación olímpica. Me pregunto qué hago a las cuatro de la mañana pensando en la natación olímpica. La pregunta es bastante estúpida, pero la respuesta tiene que ver con Johnny Weissmuller, un actor nacido en Freidorf (hoy Rumania) que hizo de Tarzán en doce películas de Hollywood y después de Jim de la Selva, en una serie de televisión de los cincuenta que llegué a ver en mi infancia. Me acuerdo de que mi padre me contaba que Weissmuller había sido nadador olímpico, aunque a los diez años yo no tenía una idea muy clara de qué cosa eran los Juegos Olímpicos. Pero era verdad: Weissmuller participó en los Juegos de París de 1924 y en los de Amsterdam de 1928. En total ganó cinco medallas de oro y una de bronce, además de otra como integrante del equipo de waterpolo de Estados Unidos. Su éxito deportivo lo llevó a ser una estrella de cine, cuya contrapartida femenina fue Esther Williams, aunque Esther no pudo participar en las Olimpíadas del 40 porque se suspendieron en la Segunda Guerra. De todos modos, mi padre fue su devoto fan y, muchos años más tarde, se convirtió en ídolo de mi mujer, que suele escribir una bitácora firmada como “La hija de Neptuno”, que es el título de una de las películas de Williams.

Pero me fui del tema. Cien años después de aquellos Juegos Olímpicos de París se disputan estos Juegos Olímpicos de París que terminan hoy, durante los cuales seguí las competencias de natación junto a la Hija de Neptuno. Así, adjudicamos el premio a la mejor sonrisa olímpica a las chicas australianas, canadienses y americanas; en particular a Summer McIntosh, que a los 17 años fue la primera canadiense en ganar tres medallas de oro en unos Juegos. También quedamos muy impresionados por la final de cien metros libres para varones que el chino Pan Zhanle, de 20 años, ganó por un cuerpo de ventaja como había hecho Weissmuller en 1928. A lo largo de los años, hemos visto atletas asombrosos en los Juegos, a fenómenos como Michael Phelps o Usain Bolt, pero nunca me pareció tan irreal la facilidad con la que Pan ganaba esa carrera que vi correr muchas veces desde los tiempos de Mark Spitz. La hazaña vino acompañada por el récord mundial en unos juegos donde la escasa profundidad de la pileta no permitió más que tres. Y uno de los otros dos fue también obra de Pan, que entró tercero en el último relevo de la posta medley y llevó a su equipo a la victoria. Era como si Pan perteneciera a otra especie.

Exactamente eso fue lo que dijo el nadador olímpico y entrenador australiano Brett Hawke: que ganar por un segundo y por un cuerpo de diferencia los cien metros libres era posible en 1928, pero no 2024. Agregó que el logro de Pan no era humano. Aludía, sin decirlo, a la sospecha de doping que pesa sobre la natación china desde 1994, cuya delegación en los juegos de Tokio de 2021 dio 23 casos positivos de una sustancia llamada trimetazidina, luego desestimados de un modo sospechoso por la Wada, el organismo internacional que controla el abuso en el deporte, cuyos fallos recuerdan a los de la Justicia Electoral de Maduro. Pero lo que me despertó a las cuatro de la mañana fue la rara sensación de que una criatura del cine como Tarzán pudiera ser más real que un personaje de carne y hueso como Pan.

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