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Hazme una máscara

16-4-2023-Logo Perfil
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Hace cincuenta años dejé de leer a Cortázar. Fue después de haber corrido a comprar y haberme decepcionado con Octaedro, quizá porque aquellos ocho cuentos no estaban a la altura de aquellos que entonces yo consideraba excelsos y de los que ya no recuerdo casi nada. Sin embargo, el otro día apareció en mi memoria una frase de Dylan Thomas que Cortázar usó como epígrafe en algún cuento de ese o de otro libro suyo, y que decía, simplemente Oh make me a mask, invocación que era título y comienzo de uno de sus poemas. “Oh hazme una máscara”. Pongo aquí los primeros versos, traducidos en internet, ignoro si bien o mal: “Oh hazme una máscara y un muro que me oculte de tus espías/ de esos agudos ojos esmaltados y de las garras ostentosas/ de la rebeldía y la violación en los viveros de mi rostro/ una mordaza de árbol, en silencio golpeado para cubrirme de los desnudos enemigos”. (Etcétera).

Curiosamente, en mi recuerdo asociaba ese título, lo incluía o lo mezclaba con el más famoso de sus poemas, dedicado al padre: No entres dócilmente en esa noche quieta, y que dice en sus tres primeros versos: “No entres dócilmente en esa noche quieta/ La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;/ Rabia, rabia, contra la agonía de la luz”. Lo primero que me pregunté fue por el motivo de esa asociación errónea, ¿por qué pedirle una máscara a quien va a morir, cuando no se trata de una máscara mortuoria del próximo difunto? ¿De qué clase de máscara se trataba entonces? ¿Para sobrevivir a qué? ¿Para defenderse de qué? Las cosas fluyen menos en la develación que en el misterio.