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Hay método en su locura

La guerra social y la batalla cultural lanzadas por Milei son indivisibles y parten de un mismo proyecto reaccionario.

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La insania tras la carpeta. | Pablo Temes

Existe una relación íntima entre el programa económico-social y lo que llaman la “batalla cultural” en el proyecto político de Javier Milei. La separación de una esfera y la otra es, en el mejor de los casos, una confusión en el análisis; en el peor, una operación ideológica deliberada.

El ataque al movimiento feminista y de la diversidad en el discurso del Presidente en Davos no fue una locura descolgada. En todo caso, “hay método en su locura”, como escribió William Shakespeare en su Hamlet. Tampoco fue un error de cálculo independiente de los presuntos “éxitos” en la hoja de ruta económica. Los objetivos económicos-sociales del proyecto libertariano requieren de una “guerra de valores” ideológica que busca restaurar un orden necesariamente autoritario y coercitivo en todos los ámbitos de la vida social. Hoy fue el movimiento feminista y de la diversidad como ayer el movimiento piquetero, las organizaciones de derechos humanos, el colectivo estudiantil o cualquiera de las expresiones del movimiento obrero. Las mil formas de organización colectiva y acción directa que, pese a las adversidades, los retrocesos y las burocratizaciones, aún siguen vivas en la Argentina contenciosa.

El neoliberalismo como empresa teórica y como proyecto político se construyó desde los orígenes –partiendo de sus padres fundadores– en torno a una permanente deslegitimación de cualquier forma de intervención de las masas en vida pública que es concebida como una inadmisible intromisión que debe ser superada.

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Su proyecto de sociedad presupone necesariamente la destrucción de toda forma de sociabilidad colectiva que presuntamente obstaculiza el “natural” funcionamiento de las reglas del mercado. Esta transformación regresiva debe ser acompañada de la restauración de un nuevo-viejo orden moral que otorgue sustento a una forma disgregada y atomizada de (des) organización societal.

En el libro La opción por la guerra civil (Tinta Limón, 2024), Pierre Dardot, Christian Laval (y otros) aseguran que el neoliberalismo –nacido como proyecto ideológico en el período entreguerras y en respuesta a la crisis del liberalismo clásico– es un verdadero Jano: tiene un rostro dinámico y modernista y una contracara conservadora que otorga un lugar central a la tradición, a la familia e incluso a la religión. Combina un intento de modernización de la sociedad para adaptarla al orden del mercado con la defensa o la restauración de las formas de vida tradicionales como mecanismo de encuadramiento jerárquico y de normalización autoritaria.

Con respecto a la reivindicación de la tradición familiarista por parte de los ideólogos fundadores del neoliberalismo, los autores afirman que lejos de ser retratada como un lugar de alienación y opresión, la familia era presentada “como una ‘empresa’ en la que toda la atención de unos padres racionales debía centrarse en acumular capital humano con un rendimiento muy elevado. La promoción de los valores tradicionales de la familia, para los neoliberales, no es solo un concepto teológico-moral (…) Se inscribe en una estrategia conjunta destinada a sustituir los mecanismos redistributivos y la participación en la vida pública por lógicas exclusivamente privadas en las que, conforme a la acumulación capitalista, el carácter gratuito del trabajo reproductivo de las mujeres desempeña un papel principal”.

Que las mujeres “vuelvan” en masa a la opresión del hogar patriarcal y se restaure la familia tradicional como “empresa” aislada (para lo que es necesario deslegitimar y, si es posible, destruir a los movimientos en pro de la liberación de la mujer o de la diversidad) no es un objetivo cultural o moral. O es moral y cultural en tanto es económico y político.

Por lo tanto, el recurso a los valores tradicionales de la familia, la religión y la nación no tienen nada de original o anormal desde el punto de vista de la historia del neoliberalismo. El libertarianismo de Milei no se sirvió de una ideología extraña a él para escandalizar a la selecta audiencia de Davos, sino que apeló a unos valores que están intrínsicamente unidos a su dogma ideológico.

Milei se inscribe en esa tradición teórico-política, aunque su traducción local sea un tanto estrafalaria, desordenada y algo freak. De hecho, los referentes intelectuales de esa escuela son citados permanentemente por el presidente argentino. El libertarianismo no es más que un neoliberalismo excéntrico y de malos modales.

Esto desde el punto de vista teórico o de la discusión doctrinaria de ideas. Aunque también existen múltiples evidencias del vínculo entre neoliberalismo y autoritarismo reaccionario desde el punto de vista histórico.

El experimento pinochetista en Chile tuvo entre sus asesores a dos ídolos de Javier Milei: Friedrich von Hayek y Milton Friedman. En una entrevista con el diario El Mercurio de abril de 1981, Von Hayek declaró haber apoyado la dictadura de Augusto Pinochet con el siguiente argumento: “Como usted comprenderá, es posible que un dictador pueda gobernar de manera liberal. Y también es posible para una democracia gobernar con una total falta de liberalismo. Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo está ausente”.

No fueron los únicos: Ludwig von Mises, otro de los profetas adorados por Milei, llegó a considerar a los fascistas un “mal menor” y su acción no podía compararse con el “destruccionismo insensato y desenfrenado que convirtió a los comunistas en enemigos acérrimos de la civilización”.

Existe un núcleo racional –desde el punto de vista de la coherencia de su programa– en el temor que empuja a Milei a ver en toda acción colectiva a la hidra del igualitarismo. Percibe que cualquier movimiento que impugne –aunque sea parcialmente– el orden clasista y jerárquico que él defiende encierra múltiples posibilidades, incluida la herejía de terminar con ese orden.

Por la misma razón, como si lo hubiesen escrito para la actual coyuntura argentina, Dardot, Laval et al alertan que reducirse a “criticar la forma más conservadora y autoritaria del neoliberalismo sería limitarse a una visión muy parcial de su realidad contemporánea”.

La guerra social y la “batalla cultural” son la misma cosa; la crítica y la resistencia a esta ofensiva no deben separar lo que está profundamente unido en un proyecto político, económico, social, ideológico y cultural decididamente reaccionario.

* Periodista y analista político.