La simbólica muerte del fiscal más emblemático de la Argentina pocas horas después de que el juez Rafecas desestimara la denuncia del fiscal Nisman –y del codenunciante fiscal Pollicita– sosteniendo en su fallo que el Gobierno no sólo no buscó encubrir la investigación sobre el atentado a la AMIA, sino que hizo todo lo posible por esclarecerlo, llenó de perplejidad a muchos, dejando omnipresente la pregunta sobre si existe la justicia. Para tener dimensión del fallo de Rafecas, vale imaginar que si Nisman hubiera sido un particular denunciando judicialmente a otro particular, podría hoy ser demandado por falsa denuncia y responsabilizado por el daño que produjo su acusación.
Los abogados siempre les explican a sus clientes que la justicia es una virtud que, como a todas, los humanos nos acercamos a su cumplimiento siempre imperfectamente, pero a lo que los tribunales de todo el mundo se dedican es a aplicar el derecho, a decir si los hechos se adecuan a las normas sancionadas sin entrar en esencia a discernir sobre la calidad de esas normas. “Los hechos” tampoco son necesariamente los hechos porque los jueces ponderan evidencias sobre los hechos y no pocas veces distintas personas consideran evidencia a distintas cosas. Y luego viene la interpretación sobre esa evidencia. Cualquier persona que pasó por un juicio convencida de su razón escuchó de su abogado la advertencia sobre que “hay media biblioteca a favor y media biblioteca en contra”.
La pregunta sobre si hay justicia es muy parecida a la pregunta sobre si existe la objetividad en el periodismo. La prédica que reclama “el fin de la hipocresía”, sustituyendo el periodismo profesional (“una mera máscara para esconder sentimientos y preferencias personales”) por el periodismo militante, tiene el mismo fundamento que la que propone jueces y fiscales comprometidos con una orientación determinada. En ellos hay algunos aciertos en el diagnóstico del problema de la subjetividad humana, pero la terapia que proponen para corregirlo daña más que lo que repara.
Otro ejemplo son los países de partido único donde el Poder Judicial, junto con la prensa, depende del poder político. Por eso, cuando se aspira a la justicia aplicando un estricto rigor como si se tratara de una ciencia, inexorablemente se cae en la frustración. La justicia sólo puede ser humanamente alcanzada como un sistema dentro del cual haya diferentes instancias y que cada una pueda rever la anterior junto con un sistema de división de poderes que amortigüe las consecuencias de la subjetividad humana.
Personalmente, siempre desconfié de la intencionalidad política de Nisman, inicialmente a favor del kirchnerismo y al final en contra, por sus anacronismos al desestimar casi ofensivamente la denuncia de Eliaschev dos años antes de que se firmara el acuerdo con Irán, y luego esperar otros dos años para recién presentar su acusación cuando la mayoría de las escuchas en las que basó su presentación eran previas aun a la firma del tratado con Irán.
Habiendo sido PERFIL el diario que publicó la denuncia de Eliaschev, sin tener intereses comerciales ni sociales para odiar especialmente a este gobierno y habiendo sido crítico del kirchnerismo desde el primer día, nunca este diario sobreactuó republicanismo ni santificó a Nisman tras su muerte. Lo que también le permitió poder criticar libremente a quienes hacían uso político del cadáver de Nisman dando como cierta una hipótesis de su muerte, aunque fuera la más probable.
En la última contratapa titulada “Inflación de significantes” se criticó el sensacionalismo de la retórica oficialista al usar expresiones como “terrorismo mediático”, “golpe blando” y “partido judicial”. Lo mismo le cabe a la oposición, especialmente a Elisa Carrió, cuando apela al efectismo de anunciar ahora un “autogolpe” y repetidamente referirse a la muerte de Nisman como “magnicidio”.
Ayer la escritora Mori Ponsowy publicó una columna en el diario La Nación, titulada “Había tierra fértil para el kirchnerismo”, y refiriéndose a las motivaciones del 25% que todavía apoya a la Presidenta, analizó la posibilidad de que antes del surgimiento del kirchnerismo ya hubiera “una base formada de millones de personas que de verdad piensan en términos de conspiraciones, gente que no puede leer la política más que como un juego de suma cero, que cree en la posibilidad de golpes de Estado en nuestro país después de treinta años de democracia, y que está convencida de que hay un enemigo por vencer”. Tesis sostenidamente compartida por estas columnas con el agregado del pronóstico de que esa forma de ver la realidad continuará tras la finalización del kirchnerismo porque incluye también a parte de la oposición, como se percibe en el in crescendo del discurso de Carrió, que al “autogolpe” que dará el Gobierno mañana domingo –al inaugurarse el año legislativo– sumó que “la designación de Wado de Pedro, actual miembro del Consejo de la Magistratura, seguramente es producto de haber negociado con el juez Rafecas la desestimación de la denuncia del fiscal Nisman y de la acusación del fiscal Pollicita, ya que éste estaba acusado ante el Consejo de la Magistratura por su actuación en el caso Boudou, un acuerdo con el Gobierno que incluye la salida de Capitanich y su reemplazo por Aníbal Fernández”.
Si cada sector al que le toque ser la oposición del momento se comportara como esos fanáticos del fútbol para quienes el árbitro merece siempre ser insultado cuando cobra en contra de su equipo y es un groso cuando lo hace a favor, aunque se vaya el kirchnerismo, no habrá justicia porque la Justicia es un sistema de valores compartidos.