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PANORAMA internacional

¿Hacia dónde van los Brics?

La cita rusa mostró que Moscú no está aislado y que puede ser una herramienta útil para enfrentar los flujos migratorios, el cambio climático y la revolución tecnológica.

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Kazan. Los miembros de los Brics junto a los otros líderes, que invitaron a la Cumbre en la ciudad rusa. El nuevo eje de poder global que se consolida. | AFP

Al mencionar la reciente cumbre de los Brics en Kazan, muchos medios y analistas occidentales parecen prestar más atención al hecho de que Rusia, al convocar a cerca de cuarenta países a la reunión, intenta mostrar que no está aislada internacionalmente ni es un estado paria, pese a las sanciones occidentales y a la guerra con Ucrania. Pero más allá de que este sea un aspecto prioritario en el esfuerzo de Moscú para la realización exitosa de la Cumbre en Rusia y de la abundancia de análisis descriptivos centrados en el peso geopolítico de los Brics+ en el proceso de transición mundial, muchas veces se pierde de vista que la emergencia de los Brics desde 2009 y su posterior expansión y creciente peso obedecen no sólo a un interés geopolítico sino a la necesidad de contar con mecanismos globales capaces de enfrentar otros aspectos de la policrisis que acompaña esta transición: el desarrollo socioeconómico, el cambio climático, los flujos migratorios y la transformación tecnológica.

Es por ello que la agenda de esta cumbre de los Brics no sólo abordó temas de seguridad, sino también temas geoeconómicos y de desarrollo y la necesidad de impulsar un multilateralismo efectivo, en el marco de una de las dimensiones de la policrisis –la crisis de los mecanismos de gobernanza global asociados a la ONU y a Bretton Woods– e impulsados y desarrollados por Occidente.

Sin duda los Brics+ no son un bloque homogéneo y de hecho, por más que hayan decidido incorporar nuevos “socios”, más bien parecen un club de países con economías emergentes y agravios pendientes en relación a Occidente. Pero como bien lo señala el analista ruso Kortunov, es a la vez, un laboratorio en el cual se está experimentando con el desarrollo de nuevos mecanismos e instituciones al margen de los mencionados, en un desplazamiento del modelo occidental de gobernanza global a uno oriental.

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También es indudable que los esbozos de este modelo –predominantemente euroasiático– difieren y presenta matices diferencias entre los diferentes países. En primer lugar, porque no todos comulgan con una narrativa antioccidental y en muchos casos optan por desarrollar una visión no-occidental. En segundo lugar porque pese a las apelaciones de que los Brics+ aspiran a ser los voceros del Sur Global, existe una diferenciación entre el Oriente Global –representado por China, Rusia e Irán– con variantes de narrativas antioccidentales y una actitud más proactiva frente a Occidente, y el Sur Global de los países emergentes de Asia, África y América Latina que en muchos casos se asocian con una posición de no alineamiento y que buscan en los Brics alternativas para equilibrar sus relaciones en un mundo crecientemente multipolar, principalmente en función de su propio desarrollo en un mundo que sigue siendo interdependiente. Y en tercer lugar, porque más allá de la diversidad geográfica de los actuales miembros de los Brics+, el peso del componente del Oriente Global hace que el bloque se apoye en el desarrollo de instituciones predominantemente euroasiáticas: la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) con la que se desarrolla una creciente convergencia por impulso del liderazgo del tándem China-Rusia y cuya agenda ha derivado crecientemente de los temas de combate al terrorismo a los temas geoeconómicos; las convergencia entre la Unión Económica Euroasiática impulsada por Rusia y la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda (o del Cinturón y de la Franja) desarrollada por China, e, inclusive la Asean que intenta balancear en un difícil equilibrio sus relaciones con China y con Occidente junto a los diferentes y crecientes mecanismos de infraestructura y conectividad que convierten a Eurasia en un complejo entramado de interconexión institucional y comercial que incluye desde Mongolia, a Irán y a Paquistán y que se proyecta crecientemente en África.

Es en este marco que es necesario ubicar no sólo el soslayamiento o el cuestionamiento a los mecanismos del orden occidental sino también la intención de generar e impulsar nuevos mecanismos financieros como el Nuevo Banco de Desarrollo o el Fondo de Contingencia  que puedan apoyar a los países en desarrollo; los intentos de buscar alternativas a la primacía del dólar y del Swift para evitar el impacto de sanciones occidentales, a través del uso de monedas nacionales en el bloque o el mecanismos elaborado largamente de los expertos rusos de un Brics Pay y, eventualmente de una moneda digital común. Todos los cuales –junto a otros que irán surgiendo en el futuro– efectivamente apuntan a pensar los Brics+; más como un laboratorio de desarrollos y aportes desiguales, entre miembros o socios disímiles en sus capacidades, pero claramente orientados a reformar, desde narrativas diferentes, el sistema internacional apelando al multilateralismo y a la paz, pese al crecimiento incremental de las guerras en curso en Europa y en Medio Oriente.

*Analista internacional. Presidente Consejo Académico Cries.