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Hacer nada

¿Qué mira una persona que se desintegra? Uno podría pensar que el suelo, hacia abajo, ese destino final que es el polvo. Pero el protagonista de Dos perlas, una tuerca y ningún abuelo, de Andrea Baronzini, deja ir su vida mirando techos: el cielo cuando nada boca arriba, el cieloraso del neuropsiquiátrico, la mampostería de la habitación 1111 del hotel Tirreno.

Emilio vaga alejándose del suelo a lo largo de su vida de horizontes borrosos y andar fluido. Lípari en Italia, San Luis, Vicente López y el Microcentro; escenarios de una decadencia que arrastra a los demás, del error de continuar un legado que no ha sido deseo.

Baronzini retrata sin edulcorantes a una familia que se hunde en el avejentamiento de lo que alguna vez brilló, el hotel que levantaron los abuelos al bajar del barco. Un Titanic dorado y exquisito.

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Emilio no sabe cómo conducirse ni dónde echar raíces con ese vagón de responsabilidades que no eligió tener. Le falla a sus padres y no logra huir de ese tormento. Los empleados del hotel le resultan más familiares que su propia familia. Sin poder recuperar a sus hijos, pierde a su esposa y termina escondiéndose para vivir en el hotel. Juicios y trámites sucesorios lo abruman y condenan.

Tal vez por eso, nada. Nada para poder respirar. Nada para poder sacar la cabeza afuera. Hace nada para sobrevivir. Ama a una mujer que no necesita nada para sonreír.

Leí esta novela mientras iba siendo escrita por la autora. Soy testigo de la solvencia de su oficio. Acierto si digo que es una novela sobre elegir la pérdida, rechazar la banalidad y renunciar a los lugares preasignados para poder vivir.