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General Llinás

El cineasta decidió rebelarse contra la naturaleza del encargo y terminó haciendo tres películas.

Tuve la oportunidad de ver el Tríptico de Mondongo de Mariano Llinás estrenado en el espacio Arthaus, precisamente en el lugar que ocupa el Baptisterio de los colores, la obra del grupo que lleva el nombre de una comida popular, aunque sus integrantes (que hoy son Manuel Mendanha y Juliana Lafitte) forman parte de la élite del mundo de las artes plásticas, esa fortaleza habitada por millonarios y creadores a la que el público se asoma con una especie de admiración obligatoria. Andrés Buhar, fundador de Arthaus y comprador por anticipado del Baptisterio, contrató (en la jerga de los museos se dice “comisionó”) a Llinás, amigo personal de los Mondongo, para que documentara la elaboración de esta obra monumental basada en El arte del color de Johannes Itten. Nada podía salir mal en un proyecto nacido bajo el signo de la promiscuidad.

Pero todo salió mal. Acaso porque nadie se dio cuenta de que a Llinás no le resultó cómodo que una película suya fuera el apéndice de un trabajo ajeno. Acaso porque Llinás vio algo en los Mondongo o en su criatura que no le gustó. Pero lo cierto es que el cineasta decidió rebelarse contra la naturaleza del encargo y terminó haciendo tres películas sobre su relación con los Mondongo. La primera simula ser el típico making of del cine subordinado. Se destacan allí por su toque absurdo los momentos en los que una académica mide el porcentaje de estroncio o de zirconio que contiene la plastilina (signatura de los Mondongo y soporte pictórico del Baptisterio).

Pero en algún momento, Llinás se rebela y les propone a los Mondongo un desafío: hacer su propia interpretación (en este caso fílmica) del libro de Itten y comparar sus méritos con la de Mondongo. La segunda parte del tríptico muestra las discusiones a veces confusas, otras violentas, que terminan con la amistad así como con la película originalmente esbozada. Llinás cuenta que se reunió durante muchos años con Mendanha y Lafitte para beber y hablar del papel del dinero en el arte. El espectador intuye que en el fondo de la crisis puede haber una impugnación estética, moral o ideológica del trabajo de Mondongo o de sus integrantes.

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En la tercera parte del tríptico, Llinás caracteriza a la actriz Pilar Gamboa como Juliana. Ella, con cierto tono de amenaza, le sugiere al director que no le conviene enfrentarse con Mondongo. La versión fílmica del Arte del color incluye la tesis de que el cine es superior como arte a la plástica, tal vez porque frente a la fijeza de un bello mastodonte como el Baptisterio, posee una fluidez que le permite hacerse y deshacerse sobre la marcha, como lo prueba el propio tríptico.

También pude ver un “teaser” o anticipo tentativo de la próxima película de Llinás. General Paz es la segunda parte de su Saga de los mártires unitarios. Como su serie sobre Ignacio Corsini, es de los proyectos más personales del director y en ellos se manifiestan con más libertad sus obsesiones y sus fantasías. Tal vez en secreto, Llinás (que diseña su carrera como una campaña militar) prepare también una película grandilocuente como La flor, la que le abrió camino en el mundo del cine internacional de arte y festivales. Otro hito que le permita acumular trofeos en la guerra del prestigio y acaso plantarse frente a sus examigos de Mondongo desde una posición de superioridad.

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