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EXCUSAS

Gaza y el antisemitismo en la Argentina

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El antisemitismo ha vuelto a resurgir en la Argentina una vez más, cuando parecía estar aletargado o, al menos, bastante bien camuflado. La situación se está tornando cada vez más tensa y no sería raro que, en cualquier momento, pasara de las bravatas públicas a la agresión física o a la profanación de algún cementerio.
En esta oportunidad, como en tantas otras ocasiones, la excusa es el conflicto en la Franja de Gaza y las muertes de civiles palestinos en manos de Israel, algo que se vio exacerbado, en buena medida por la cobertura sesgada que le ha dado gran parte de la prensa local, que no ha hecho más que volver a poner a Jerusalén como el malo de la película.
Son sólo excusas. Detrás de la máscara de supuestos “defensores de los derechos humanos de los pueblos que sufren”, estos personajes esconden una judeofobia virulenta que intentan ocultar tan sólo porque en los tiempos modernos “no está bien visto” asumirse como tal o, quizá, le temen al tan efectivo Inadi.
Si éstas son las causas que tanto les importan, ¿por qué no marchan frente a la Embajada de Siria en protesta por las cerca de 200 mil personas asesinadas por el régimen de Bashar al-Assad? ¿Por qué no organizan actos en la Legislatura porteña en los que lo acusen de genocidio o nazismo?
Tampoco se los escucha poner el grito en el cielo ni hacer manifestaciones ni escrachar a nadie por las masacres de cristianos que están ocurriendo en estos días en Irak a manos de grupos yihadistas ni por los centenares de civiles que murieron por el misil que dispararon fuerzas prorrusas contra un avión de Malaysia Airlines.
No les importa porque en ninguno de estos casos hay judíos de por medio. Los antisemitas de siempre han mutado en los últimos tiempos en antiisraelíes, una caracterización que, desde hace varios años, tiene mucho mejor predicamento en todo el mundo, especialmente para la izquierda.
Uno de los principales insultos que usan para descalificar a su interlocutor cuando desean increparlo por la situación en Gaza es “sionista de…”, porque no tienen las agallas suficientes para decirle en la cara “judío de…” y quitarse de una vez por todas la careta.
Todo este odio ha estado emergiendo en los últimos tiempos. No han parado de aparecer pintadas con esvásticas e insultos en las paredes de colegios e instituciones de la colectividad e, incluso, algunas fueron estampadas en las rejas que protegen la Embajada de Israel frente a las cámaras de televisión y de los fotógrafos durante la marcha organizada por el Partido Obrero, el Partido de los Trabajadores Socialistas, Quebracho, el Movimiento Socialista de los Trabajadores y Miles, entre otros.
Uno de los hechos más graves es el que protagonizó el diputado porteño del MST Alejandro Bodart, tras un acto que realizó en el Palacio Legislativo para repudiar a Israel, cuando afirmó en una entrevista: “Llamo en particular a la comunidad judía a que se sume a esta causa humanitaria porque es cualitativa la ayuda que podría dar enfrentando a su propio gobierno y presionando para que retrocedan en ese plan de limpieza étnica y genocida”.
O sea, para el legislador y candidato a presidente, los argentinos de origen judío son extranjeros, algo que no dista demasiado del pensamiento del senador del Frente para la Victoria (FpV) Miguel Angel Pichetto, quien no se sonrojó al afirmar que en el atentado a la AMIA murieron “argentinos-argentinos y argentinos-judíos” o del de algunos militares que en plena Guerra de Malvinas les preguntaban a los soldados qué hacían allí, si eran judíos.
Los años pasan pero en el país las cosas no cambian, y si hay algo que los hermana a los militares, a la izquierda, a Bodart, a Pichetto y a Luis D’Elía (aliado del FpV) es su antisemitismo aunque, por ahora, lo ocultan por pudor detrás de la máscara del antiisraelismo, que en los tiempos que corren hasta lo consideran progre.

*Periodista y autor de Ser judío en los años setenta junto a Daniel Goldman.