Un acto suele tener consecuencias, es donde la palabra cobra vida. La lectura en el Picadero abrió compuertas de una quietud que no era calma, más bien azoro, como escribió Claudia Piñeiro. Fue una lectura de corrido, no editada, sin interrupciones ni griteríos, leyendo un mismo libro (Cometierra), haciendo escuchar a una audiencia desbordante la voz de tanta gente que se anuda en la escritura de una novela cuya autora a su vez supo escuchar: Dolores Reyes. Antes del acto me preguntaron de un medio importante los motivos de este, si era por la censura o si alimentaba un debate. Sin duda, censura. Solicité que no cortaran mi texto, dado que uno de los argumentos era la descontextualización. Me avisaron que no era posible. Agradezco este contexto para escribirlo.
“No podría considerar esta una disputa válida, sobre todo por la invalidez de los elementos que la constituyen y la violencia desatada contra una escritora. Considero al menos cuatro aspectos que asemejan este asunto a persecuciones medievales. 1. La falsa información que de cuajo derriba lo cuestionado: no se entregaron estas novelas en colegios primarios, tampoco se las designaron en planes de estudio de los colegios secundarios. Cometierra fue incluida en bibliotecas de secundarios, al lado de tantísimas novelas de mayor voltaje sexual y celebridad literaria. Esto explica la reacción lógica de padres creyendo falsamente que leerían algunos de estos libros a sus hijos de 7 años. 2. La ficción es un espacio de libertad, se escribe con un lápiz y un papel, nada más; el libro es el primer ladrillo de la humanidad, lo peor y lo más bello se relata con la fuerza del lenguaje, no con brazo armado. De allí que no sea posible discutir eslóganes morales con escritura de ficción. 3. Las bibliotecas se nutren de los libros del presente que la crítica y los lectores van festejando, como estas nuevas novelas multipremiadas y traducidas. Así ingresó en su momento El juguete rabioso, de Roberto Arlt, o Silvina Ocampo cuyos cuentos son mucho más terribles que Las primas de Aurora Venturini, lean si no Las fotografías. 4. Condenar una novela por un párrafo es una aberración. Y por último: este ensañamiento con los libros propuestos para las bibliotecas, más allá de las cuestiones políticas, desestima el trabajo de tantísimos pedagogos, bibliotecarios, directores de colegios, profesores, maestros, abocados a esta importantísima tarea educativa.”