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PROMESAS

Fríos y ruidos

Frío 20240809
Frío | Unsplash | Alexander Sinn

Suelo esperar los ofrecimientos del azar antes que emprender alguna búsqueda. Incluso con respecto a la información. Primero atiendo a lo que llega, por las redes o haciendo zapping. Pero esta semana, para atenuar el bombardeo repetido y rebajado, deseché todos los formatos. Basta de Albertos y albertas, culpas y fabiolas; no quería recibir más memes, ni tener que elegir de la foto del cumpleaños “¿cuál es el padre del hijo de Alberto?” y otros chistes del estilo que circularon por distintos ámbitos. También me decepcionaban los ataques al feminismo denostando los derechos adquiridos a través de la degradación de quien los había otorgado. Me hartó la alcoba, la intimidad expuesta (y agobiante) de los políticos, y sobre todo el usufructo que hace de estas noticias vacuas el poder actual. A tal punto quise alejarme de la información envasada, que decidí  buscarla en la calle: charlar con el kiosquero, iniciar alguna conversación en el supermercado, o pasear a Quijote en la plaza. Les tengo mucha confianza a los diálogos improvisados. Más allá de que se suele repetir lo escuchado, la información (casi nunca certera) podía mejorar con algún argumento original.

El problema surgió al abrir la puerta. El chiflido del viento congeló mis ganas de sociabilizar. Hasta el perro tironeó de la correa. ¡Qué día horrible! ¿Cómo lidiar con el cielo gris y la necesidad de un cambio? Di exactamente la vuelta al perro. Una manzana. Renuente al bombardeo de noticias, el frío me hizo volver solo para no salir. Hasta que comenzaron los ruidos. Taladros, golpes. Un edificio en construcción. ¿Qué significan todas estas obras? ¿Promesas o lavado? La realidad está llena de ruidos. Llamé a Quijote, y elegí el frío y la gente.