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¿Fin de ciclo político?

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Una sociedad pro-estado. El país que viene se construye con el país que no se va, donde está muy arraigada la valoración de la seguridad en épocas de crisis económicas. | cedoc

En el reportaje largo de esta edición de PERFIL, uno de los principales candidatos a ocupar el Ministerio de Economía en diciembre del año próximo si Juntos por el Cambio ganara las elecciones 2023, Luciano Laspina, transmite el convencimiento que tiene la oposición no solo del seguro triunfo que esperan, sino también de un cambio de actitud en la sociedad que no estaba preparada para aceptar reformas promercado en 2015 y sí lo estaría en 2023 después de experimentar las decepciones de estos ocho años de crisis. El fenómeno del crecimiento geométrico de aprobación que disfruta Javier Milei, y también José Luis Espert, sería una evidencia del corrimiento a la derecha que estaría experimentando la sociedad argentina. 

El mismo registro del crecimiento meteórico de imagen positiva de los libertarios: Milei de 20 a 40% el último año y Espert de 20 a 30% en igual período, se refleja en el informe titulado “Fin del ciclo político. El país que viene. El país que no se va”, del director del programa de investigación sobre el impacto de los debates presidenciales en la Argentina de la Universidad de Buenos Aires y ex presidente de la Asociación de Consultores Políticos Argentinos, Augusto Reina. Pero contrariamente, refleja la cristalización de una sociedad que prefiere mayor participación del Estado que del mercado en un ratio dos a uno.

Como muestra el gráfico que ilustra esta columna, durante los años 90 hubo un cruce de tendencias donde los promercado llegaron a duplicar a los pro-Estado, pero duró poco porque al final de la presidencia de Menem, en gran medida porque una parte creciente de la sociedad no cosechó los frutos del crecimiento que esperaba, ya ambas preferencias se habían empatado y durante la presidencia de Fernando de la Rúa los pro-Estado pasan a ser mayoría, lo que continuó ascendente con Duhalde y luego con Néstor y Cristina Kirchner, oscilando por arriba de 60% con picos del 70% de preferencia por el Estado.

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Durante el gobierno de Macri, el favoritismo por el mercado sube pero levemente: en 2016 las preferencias por el Estado fueron del 55%, en 2018 subió al 58% y durante la pandemia recuperó el 62% promedio de las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner.

Otros ejemplos confirman la prevalencia del mismo tipo de predilecciones: frente a la pregunta “Si usted tuviera la posibilidad de elegir entre tener un empleo público o un empleo privado que le diera la misma remuneración y tuviera las mismas condiciones laborales... ¿cuál de los dos elegiría?”, el 68% prefiere un empleo en el Estado y el 32%  en un privado, preferencia que también fue creciendo durante los cuatro años de Macri, justificada en la necesidad de estabilidad frente a las turbulencias de las devaluaciones de 2018/2019 y la posterior pandemia. Las respuestas más repetidas eran: “Si la empresa privada corta gastos, te vuelan”. “En el privado siempre está la posibilidad de quiebra”. “Se percibe al empresario como un actor que salta del barco en cuanto ve una filtración”.

Quizás este arraigo de valores estatistas en la estructura de una parte mayoritaria de la sociedad argentina haya llevado al propio Javier Milei a declarar que si él fuera presidente, no eliminaría los planes sociales, sino que los distribuiría por municipios para una mejor asignación, eliminando la intermediación de las organizaciones sociales.

En los primeros dos años del gobierno de Cambiemos, 2016 y 2017, no se intentaron hacer las reformas que Macri creía necesarias con el argumento de no contar con las mayorías parlamentarias suficientes. Tras ganar las elecciones de medio término y con los nuevos legisladores de Cambiemos asumidos el 10 de diciembre de 2017, Macri pensó que con los votos suficientes en el Congreso ahora sí podían hacer las reformas que deseaba pero chocó contra la resistencia de una parte de la sociedad, que terminó impidiéndoselo.

¿Podrá ser distinta la situación en 2023 frente a un eventual segundo tiempo de Cambiemos? Y si así no fuera, ¿por eso Macri preferiría que antes de las próximas elecciones hubiese un colapso de la economía para que la sociedad aceptase que así no se puede seguir?

El cambio del perfil ideológico de la sociedad argentina se dio frente a dos grandes crisis: la hiperinflación de Alfonsín y el colapso de la convertibilidad al final de De la Rúa. Si se llegara a las elecciones de octubre próximo sin una crisis económica disruptiva, podría darse el título del informe de Augusto Reina, que sea una realidad que combine “el país que viene con el país que no se va”. Un clásico ejemplo del interregno entre un paradigma que no acaba de morir y otro paradigma que no acaba de nacer, como explicaba Thomas Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas.