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Fideos suizos, licántropos canadienses

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Para no volver a la trajinada transmisión radial del capítulo de La guerra de los mundos que contaba el ataque de marcianos a nuestro verde-azulado planeta (dejemos descansar en paz a Orson Welles y a su cuasi homónimo H.G. Wells), le aportamos al lector un par de nuevos ejemplos acerca de la irremontable ingenuidad humana.

Allá por 1957, la prestigiosa cadena  BBC gastó a cuenta de su fama de seriedad fraguando un documental sobre la “superabundante cosecha de espaguetis en el sur de Suiza”. Una parva de matronas vestidas con extravagantes trajes seudofolklóricos helvéticos saltaban alrededor de “árboles de espaguetis” recogiendo las tiras de pasta que colgaban de sus ramas. No faltaron los televidentes que llamaron al canal pidiendo precisiones acerca de la especie arbórea, las condiciones geográficas y climáticas donde se desarrolla, las planterías donde se venden las semillas, frecuencia de aparición de los fideos y una estimación posible de su cantidad por árbol por cosecha. Todo para ahorrarse el amasado o la visita a la fábrica de pastas.

Para no ser menos, en 1972 la televisión canadiense produjo un seudodocumental de tono seudocientífico para ser emitido en el noticiero de la tarde, acerca de las últimas novedades que habría aportado la Fundación de Vancouver para Niños Licántropos, que verificaba los comienzos de una pandemia de esa nueva especie, devota de la nocturna conversión pilosa y el aullido a la luna llena. La historia se completa con una entrevista exhaustiva a los presuntos progenitores de un niño lobo, dos actores que apenas podían contener la risa en medio del asunto. Sobre todo, cuando el llamado padre, pleno de emoción, narraba el momento en que descubrió el primer pelo de lobo en la palma de la mano de su hijo. Detrás de cámara, el equipo de grabación trataba de no hacer ruidos para no lanzar la carcajada.

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La “entrevista” se realizó en una biblioteca por la que andaban dando vuelta algunos estudiantes, que se indignaron ante la ligereza de todos los implicados. El conductor, irónico, respondió que solo así el alma de un periodista podía enfrentar un asunto tan desdichado.

Ambas anécdotas, podría pensarse, invierten el procedimiento habitual de gobernantes de países de diversas partes del mundo, que afirman con seriedad la clase de dislates que en otras épocas solo se admitían como material para programas cómicos, mientras sus entrevistadores sacuden la cabeza para arriba y para abajo como el mono de los automóviles.