Sigue de ayer: ¿Fascismo?
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En la columna de ayer analizamos en profundidad el fenómeno llamado alternativamente neofascismo, posfascismo o liberfascimo. Trascendiendo esa constelación ontológica de categorías, hoy pondremos foco en la base material que da sustento a cualquier régimen de gobierno: la economía.
El régimen de gobierno, que es su modo de ejercerlo, autoritario por ejemplo, puede darse con cualquier ideología, y aquellas experiencias englobadas en la heterogénea categoría de populismo, donde lo que produce apego y amalgama son los sentimientos, precisan que exista, por lo menos al inicio y por un tiempo que les permita desarmar opositores y destruir resistencias, la generación de un bienestar económico para una parte significativa de la población que haga duradero su apoyo
Maquiavelo explicó que los gobernantes son juzgados por el resultado de sus acciones y no por la moralidad de sus procesos. Y vale agregar, por un tiempo, porque si el éxito económico se basa en un modelo insustentable, la crisis económica posterior esfuma sus logros. Y si el modelo económico fuera exitoso longevamente, como en el caso de los Tigres Asiáticos en los 70, las dictaduras que le dieron origen fueron sustituidas por democracias cuando las necesidades económicas satisfechas hicieron aparecer otras necesidades, como Abraham Maslow las ordenó en su célebre pirámide: fisiológicas, seguridad, amor, estima y autorrealización.
Así como se acusaba al kirchnerismo de haber “secuestrado al peronismo”, se podría decir que La Libertad Avanza secuestró al liberalismo. Como gran comunicador, el éxito de Milei en su tarea de adueñarse de conceptos para tergiversarlos de la misma forma que tortura los números para que la matemática diga lo que él desea, lo puede llevar a la “arrogancia fatal”, frase que él repite tomada del título del libro de Friedrich Hayek, para referirse a los keynesianos y otros, en este caso aplicándose a él mismo.
Y que en su euforia, por ahora solo financiera y lábil, confunda los crujidos del aparato productivo en su proceso de achicamiento con dolores de parto del nacimiento de un largo ciclo de crecimiento.
En la columna de ayer se citó a Foucault explicando la inversión entre liberalismo y neoliberalismo: “Mientras que en el primero es el Estado el que debe regular al mercado para asegurar que se dé en él un intercambio pretendidamente igualitario, en el segundo el mercado es el que regula al Estado, toda vez que se trata de un gobierno para el comercio”. Por carácter transitivo, el verdadero enemigo de los libertarios son los verdaderos liberales, por eso Javier Milei odia más a los radicales y se entiende mejor con parte de los peronistas, como lo demuestran los cada vez más probados contactos entre Sergio Massa y Milei, como contaron el viernes en Radio Perfil dos examigos del hoy presidente: Diego Giacomini: “Marra era del grupo de Sergio Massa” y Gastón Alberdi: “Ramiro Marra puso 2 millones de dólares en la campaña en 2021”.
El liberalismo entiende que la libertad propia con responsabilidad termina donde comienza la libertad del prójimo, mientras que para los libertarios el otro es un estorbo, un obstáculo a su idea de libertad sin responsabilidad.
Cada uno de los ciclos de cambio de humor social que dan origen a una subjetividad de época tienen sus condiciones de posibilidad generadas por un contexto internacional que los hicieron posibles: al menemismo lo acompañaron la caída del Muro de Berlín y la emergencia del neoliberalismo como el fin de la historia; al kirchnerismo, el aumento del precio de las materias primas con 400 millones de chinos que se sumaron al consumo de proteínas, y al mileísmo, la impotencia de los gobiernos democráticas de toda orientación para, desde la caída del Muro de Berlín, revertir de manera sustentable la regresión en la distribución de la renta con el 1% más rico capturando todo aumento del producto bruto mundial en las últimas tres décadas.
La euforia puede confundir crujidos del aparato productivo con dolores de parto de un nuevo ciclo de crecimiento material
Simultáneo con el Foro de Davos, Oxfam International, la prestigiosa confederación internacional de 19 organizaciones no gubernamentales que realizan labores humanitarias en noventa países y elaboran periódicamente su informe, dio a conocer el último:
u“La riqueza de los mil millonarios se incrementó en dos billones de dólares en 2024, tres veces más rápido que el año anterior, mientras que el número de personas que viven en la pobreza apenas ha variado desde 1990. En 2024, surgieron 204 nuevos mil millonarios en el mundo, lo cual supone un promedio de casi cuatro nuevos mil millonarios a la semana”.
u“En 2023, a través del sistema financiero internacional, se habrían extraído de los países del sur global 30 millones de dólares por hora, que fueron a parar al 1% más rico de los países del norte global, como el Reino Unido, los Estados Unidos o Francia. Asimismo, los superricos de los países del norte global controlan el 69% de la riqueza global, acumulan el 77% de la riqueza conjunta de todos los mil millonarios, y un 68% del total de mil millonarios en todo el mundo”.
u“Los países de renta media y baja destinan, en promedio, cerca de la mitad de su presupuesto público a devolver los préstamos e intereses de la deuda pública contraída, normalmente con ricos acreedores privados de Nueva York y Londres, superando muy ampliamente los importes que destinan a la inversión en educación y salud de manera conjunta”.
u“El aumento incesante de la concentración de la riqueza está ligado al creciente poder monopolístico, que permite que los mil millonarios ejerzan cada vez mayor control sobre la economía, pero también sobre la opinión pública. El 60% de la riqueza conjunta de los mil millonarios es heredado, está marcado por el clientelismo o vinculado al poder monopolístico, por lo que Oxfam defiende que ‘la riqueza extrema de los mil millonarios es en gran parte inmerecida’”.
Merecida o inmerecida, la mayor concentración de la riqueza en menos manos se hizo consciente como el principal problema económico mundial durante la crisis de las hipotecas, en 2007, cuando se temió una depresión económica mundial comparable con la de 1929. No lo fue pero dejó sus heridas que, una década después, profundizaron la pandemia y la suma de años sin que ningún gobierno democrático encontrara el remedio a la pérdida de calidad de vida de la mayoría de la población (excepto China, pero no es una democracia), lo que llevó a los electores de distintos países a votar contra los candidatos que representaran el sistema que no les aportó soluciones.
Tras la crisis de las hipotecas, en 2011, el movimiento de protesta Occupy Wall Street comenzó en Nueva York y se extendió a setenta países protestando contra el enriquecimiento del 1%. En 2013, el economista francés Thomas Piketty escribe El capital en el siglo XXI, que se transformó en un fenómeno de superventas mundial exponiendo lo mismo que Oxfam denunció, que se repitió y amplió en 2024: “La tasa de retorno de la inversión en capital es mayor que la tasa de crecimiento económico (...) esta desigual distribución de la riqueza causa inestabilidad social y económica”. La receta que Piketty propuso, aunque impracticable en esta confrontación de bloque EE.UU.-China-Europa-Rusia, era un sistema global de impuestos progresivos a la riqueza y más drástico aún a la herencia.
Piketty también criticó al Producto Bruto Interno como termómetro del verdadero crecimiento económico de los países porque el Producto Bruto es “un financiero” que solo registra el flujo pero no el stock de recursos de un país. Cuando estuvo en Argentina, en 2013, consideraba que el crecimiento de la “década ganada” del kirchnerismo era una mentira porque no tenía en cuenta el consumo de las reservas energéticas sin invertir en su reposición, entre otros stocks como las AFJP o el aumento de retenciones que reducían hectáreas a producir. Lo mismo vale para el superávit fiscal de Milei: al haber cancelado toda la obra pública, se está consumiendo el capital invertido en el pasado y su superávit no es verdadero ni sustentable (como no lo fue el del kirchnerismo).
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Paradoja: de la misma forma que en el Foro Económico de Davos, en lugar de hablar de economía, diagonalmente Milei prefirió criticar el discurso woke, en la marcha de ayer, más allá de la defensa de la cultura woke, se criticó diagonalmente la economía de Milei.
La bronca con el pasado va dejando paso a la bronca con el presente.