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bullicios

Falsa fiesta

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Full fight, power local, cross training, king boxing, crossfit, open box, combat, y una larga lista. De un tiempo a esta parte nos vemos rodeados de bolsas, guantes, cuadriláteros y sogas a trepar; una tendencia que va en aumento y en la que se nos propone más el enfrentamiento que el entrenamiento.

¿Alguien entiende en qué difieren las actividades de las grillas de los gimnasios? ¿De qué hablamos cuando hablamos de entrenar?

Por un lado, y aunque estemos en pleno mediodía, se observa la tendencia a la oscuridad. No sé si para una mejor visualización de pantallas y proyecciones o solo para mejorar la experiencia de no soltar el celular mientras se entrena. Por otro lado, y no menos extendida, la moda de poner música electrónica a un volumen que supere la voz amplificada de los profesores, a los que no se les escucha ni una sola palabra. Esto no sé si es a causa de la mala calidad de los pinganillos, o solo por la incomprensible competencia de volúmenes. Falta agregar un elemento infaltable a este combo de urgencia y sobresaturación: los efectos de sonido como piñas, latigazos y gritos que se aplican a las versiones aceleradas de los temas. Como si escucháramos a alguien en velocidad x2 en el celular, así nos acercan la música que acompaña la actividad “deportiva” que sea que hagamos: como si quisiéramos que termine ya.

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Uno abandona el sedentarismo para vivir una experiencia distendida, y de pronto está en un boliche a oscuras en pleno día, en medio de un bullicio en el que es imposible identificar qué está haciendo la persona que grita sobre el escenario y que, como es evidente, no tiene ni la menor idea de qué están haciendo sus seguidores allá abajo, en medio de vapor de los cuerpos y la nube gris.

Parece loco pero es lógico. Individualismo e incomunicación. Scrollear y procrastinar cuadran bien con un sujeto que juega a la guerra en su tiempo libre o se aturde mientras tira piñas y patadas al aire buscando algo contra lo que oponer su propia inoperancia. En un mundo donde el sujeto y los objetos se desmaterializan –como señala Byung Chul Han en No cosas– es comprensible que se pretenda encontremos nuestra fuerza en la falsa fiesta de la pura aceleración y el ensimismamiento.