J.K. Rowling, creadora de Harry Potter, ha mutado en estos días en un Dementor, un monstruo sin alma. La autora atrajo un vórtex de furia online: hordas de Harrys imaginarios le desean la muerte y que sus libros se quemen. Se trata de un ritual de matricidio colectivo, un ¡expecto matronum!: J.K. osó usar sus sortilegios habituales –las palabras– y la reacción produjo un drama adolescente a gran escala.
J.K. dice: estamos en la época más misógina que recuerde. Femicidios, Trump y también el lenguaje supuestamente inclusivo impulsado por la progresía woke, donde las mujeres son llamadas “gente con úteros”, un término denigrante si tenemos en cuenta que las mujeres que han sido consideradas poco más que “gente con úteros” durante siglos de violencia machista. No tiene nada de neutral, señala.
Lo que podría ser un tópico de discusión desata un episodio histérico de manía moral. J.K. señala un problema en la Matrix: qué queda del feminismo para las mujeres a secas, las que no nacieron con pito, por ejemplo. En la carrera de la emancipación, las minorías parecen avanzar mientras las mujeres –que no son minoría– deben ceder el asiento. Como madres abnegadas que renuncian a sí misma por el bien de otros (otro estereotipo patriarcal). La suerte de las mujeres cis se parece al destino de la pobre “a”, que recorrió un largo camino para ser reconocida y celebrada y de pronto se ve acorralada, reemplazada por una cruz o una e (partícula masculina). O cuando el Estado argentino paga tu tratamiento hormonal para que devengas mujer si tenés un pito, pero a una mujer con útero le prohíbe abortar.
La promesa del capitalismo es que podés devenir cualquier cosa que imagines, pero ¿puede una mujer, cuya imaginación la volvió más rica que la Reina de Inglaterra, desafiar a sus lectores y no tratarlos como clientes a los que no se debe molestar? ¿Puede alguien que nació sin pito hablar sin que la amenacen o acallen personas que nacieron con pito?
