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Espías de libros

Quiero expresar mi total comprensión y solidaridad con la alta gerencia del holding editorial Planeta, a la que imagino desgarrada.

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En estas semanas de conflicto diplomático entre el gobierno de Milei y el gobierno del Reino de España, quiero expresar mi total comprensión y solidaridad con la alta gerencia del holding editorial Planeta, a la que imagino desgarrada, conflictuada, tensionada entre la defensa de su autor fetiche (Milei) y la subordinación laboral al capital (español). Dejando constancia de este sentimiento de empatía, paso a ahora a escribir la columna que tenía pensado para esta semana. ¿Sobre qué era? No me acuerdo, qué problema…ah, sí, ya me acordé, qué tonto, si venía pensando desde hace mucho en Alain Robbe-Grillet. Es que justo viaja a París una persona que conozco y pensaba pedirle que me traiga Robbe-Grillet. “L’aventure du Nouveau Roman, de Benoît Peeters”, libro que salió hace algunos años, es decir, que vengo esperando leer desde entonces. También pienso pedirle “Kollontaï. Défaire la famille, refaire l’amour”, de Olga Bronnikova y Matthieu Renault, biografía de la gran militante feminista, comunista (y algo dandi, como leí hace un poco en un libro son mujeres dandis) rusa, publicada por la buena editorial La fabrique. Sin duda, una de las personalidades más interesantes que dio la Unión Soviética. Además de esos libros, espero que el viajero a París funcione como una especie de espía, y que en lugar de mandar mensajes cifrados, recorra las librerías y descubra otros libros de los que no estoy enterado. Tal vez sea pedir demasiado. Pero sería un tipo de espionaje que bien me gustaría ejercer a mí.

Y ya que estamos hablando de espías, siempre es buen momento para volver a “Reanudación”, la última novela de Alain Robbe-Grillet (me divierte ver cómo en el periodismo cultural se suele escribir “la última novela” en lugar de “la más reciente”. Pues en este caso es realmente la última: Robbe-Grillet murió poco tiempo después de publicada). “Reanudación” retoma una larga tradición literaria, la de la figura del doble. En un viaje a Berlín, en 1949 –la Berlín en ruinas de la posguerra– HR, una especie de espía, de agente secreto de la inteligencia francesa o simplemente un intrigante profesional, descubre, en el tren en el que viaja, a su doble. A una persona absolutamente idéntica a él (solo que HR lleva un bigote postizo que rápidamente perderá). Desde ese momento se dispara una trama de engañoso espionaje, levemente policial, llena de peripecias en las que nunca se resuelve nada, en la que el propio HR nunca llega a saber con exactitud cuál es su misión (como si la misión de HR consistiera en averiguar cuál es su misión), pero que esconde una aguda reflexión sobre lo real, la búsqueda de la identidad y la crisis de la narración moderna: la narración entendida como un juego de espejos. El doble de “Reanudación” propone una dimensión visual, un juego óptico, el secreto de un trompe l’oeil; como si el doble de Robbe-Grillet reclamase esta pregunta: ¿es cierto lo que estoy viendo? Leamos ahora una frase de la novela que, quién sabe, tal vez valga para nuestro aquí y ahora, para nuestra desdichado presente argentino: “De modo inexplicable, acaso por los efectos persistentes de la fina capa de hielo provocada por la bruma matinal, que duraba allí más tiempo, los contornos de aquellos finos recortes ordenados en planos sucesivos brillaban con el oropel de lo falso”.