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Entre Piketty y Rothbard

Milei Temes
Frente al aumento de la desigualdad social, Milei se enfrenta a dos caminos contrapuestos. | Pablo Temes

Javier Milei no comulga con las ideas de Thomas Piketty. El economista francés, que se convirtió en referente obligado de la izquierda y de la socialdemocracia moderna mundial, no es un autor de cabecera para el presidente argentino. En cambio, Milei admira profundamente a Murray Rothbard y, en su honor, uno de sus “hijitos de cuatro patas” lleva el nombre del economista estadounidense, que es reivindicado por la derecha y el libertarismo más conservador del planeta. 

Es que Piketty y Rothbard tienen miradas disímiles y contrapuestas. Y una de sus mayores diferencias se concentra en el diagnóstico de las causas y de las consecuencias que la inequidad presenta en una sociedad. En la semana en la que la desigualdad social trepó hasta una cifra récord en décadas en la Argentina, es importante reparar en estos dos autores para tratar de dilucidar lo que Milei tiene, y no tiene, en mente cuando introduce profundas reformas en nuestro país.

El índice Gini, que calcula la desigualdad en la distribución de la riqueza, fue de 0,467 en el primer trimestre de 2024, según informó el martes pasado el Indec. Lo que demuestra un importante aumento de este indicador en la comparación interanual, considerando que en el mismo período de 2023 el valor fue de 0,446. Cuánto más se acerca a 1, el Gini refleja una sociedad sumamente inequitativa en términos de riqueza y de pobreza.

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Para poder tener una real dimensión de lo que representa la desigualdad social alcanzada en tan pocos meses del gobierno de Milei, hay que comprender que el Gini superó en el primer trimestre de este año al valor obtenido en el peor momento de la pandemia, el segundo trimestre de 2020, cuando fue de 0,451. Lo que significa que la diferencia entre los más pobres y los más ricos hoy en Argentina, es incluso más pronunciada de lo que fue en el peor pico de la tragedia del Covid.

La brecha calculada entre la mediana del decil 10 (el más pobre) y el decil 1 (el más rico) de ingreso per cápita familiar de la población fue de 15 en lo que va del gobierno de Milei. En cifras concretas significa que el ingreso de una familia rica fue 15 veces superior al de una familia pobre. Es la mayor diferencia obtenida en las últimas décadas.

En El capital en el Siglo XXI, ensayo que provocó un profundo debate sobre la economía occidental contemporánea, Piketty analiza la historia del capitalismo y advierte que la extrema desigualdad de la riqueza, una característica exacerbada en las sociedades modernas, puede generar graves problemas políticos y sociales porque se produce por un fenómeno que está relacionado, ante todo, con la forma en la que se ejerce poder socioeconómico de un país. “Si el aparato de represión o persuasión, según el caso, puesto en marcha por los rentistas logra mantener unido el sistema, perpetuando el equilibrio, entonces la desigualdad de la riqueza puede no conocer límites”, advirtió Piketty.

El trabajo publicado en 2013 alertaba sobre las condiciones que generan mayor inequidad y proponía alternativas para evitarlas, como el impulso a los impuestos a los grandes patrimonios o a la renta, y también, fundamentalmente, la promoción de tributos dirigidos a gravar las suntuosas herencias familiares que solo favorecen, en términos de este autor, a enquistar la desigualdad en una sociedad.

Más tarde, Piketty retomó el concepto en Capital e ideología, donde fue más allá y aseguró que la disparidad social es fruto de consideraciones ideológicas y políticas, no tanto de restricciones económicas o tecnológicas. “Si las sociedades esclavistas y coloniales alcanzaron niveles de desigualdad excepcionalmente altos fue porque estaban construidas en torno a un proyecto político e ideológico particular –enfatizó el autor–. Un proyecto basado en relaciones de poder específicas y en un sistema jurídico e institucional concreto”.

Es que para Piketty la concentración de la riqueza, y la inevitable contracara que provoca en el aumento desmedido de la pobreza, representan un escenario que se construye y se consolida desde el poder político para luego perpetuarse en relación a su connivencia con el poder económico.

Piketty advierte que la desigualdad se consolida desde el poder político.

La conclusión a la que arriba Rothbard es totalmente opuesta. En El igualitarismo como rebelión contra la naturaleza, el autor fetiche de Milei intenta desarmar lo que considera un ideal falso en torno al concepto de equidad, porque sostiene que se trata de una caracterización que habría venido construyéndose de manera acrítica y axiomática como un valor moral fundado, según arriesga este autor, en una burda mentira. “Solo hay una manera de que dos personas puedan realmente ser ‘iguales’ en el más amplio sentido: deben ser idénticas en todos sus atributos –aseguró Rothbard–. Esto significa, por supuesto, que la igualdad de todos los hombres, es decir, el ideal igualitario, sólo puede lograrse si todos los hombres son precisamente uniformes y precisamente idénticos con respecto a la totalidad de sus atributos”.

Para el padre del libertarismo de los Estados Unidos, el estadío igualitario no sería, por lo tanto, una sociedad ideal y utópica en la que, como postula el socialismo, no habría explotados ni explotadores, sino un paradigma que representaría “un mundo de terrorífica ficción”, es decir, según Rothbard, un estado irreal y perverso, con criaturas idénticas y sin rostro desprovisto de toda individualidad, variedad o especial creatividad.

El ensayo que se constituyó en una cruzada contra la justicia social fue publicado originalmente en 1974, y más adelante, el autor extendió su crítica en Libertad, desigualdad, primitivismo y división del trabajo, partiendo de la base de que no es posible encontrar la raíz en términos naturales de la teoría social que pretenda establecer un principio de igualdad entre los seres humanos. “No sólo la Biología y la Historia hacen que los seres humanos sean intrínsecamente diferentes los unos de los otros, sino que la civilización misma depende de que existan esas diferencias –concluye–. Un sistema económico desarrollado tiende a la división del trabajo como eje central, y éste, a su vez, surge del hecho de que los seres humanos difieren en sus habilidades”.

Sucede que para Rothbard la intervención política, es decir, la intervención del Estado, que pretenda alterar este orden biológico y natural que establece las diferencias entre los hombres es, por lo tanto, nociva y debe ser desechada de plano. Porque para el economista idolatrado por el presidente argentino la presunta intención altruista de erigir una sociedad sin diferencias sociales, en el fondo esconde la decisión de favorecer a una clase dirigente para que perpetúe sus privilegios evitando que la libertad económica se expanda en beneficio de todos.

Rothbard sostiene que la civilización se sostiene en las diferencias sociales.

Milei ya sabe a quién elegir entre Piketty y Rothbard. Y en la Argentina, el primer país del mundo en el que se han puesto en prácticas la ideas libertarias, la decisión del Presidente ya está produciendo sus primeros resultados.

Hace algunos días se supo que entre diciembre de 2023 y el primer trimestre de 2024, el indicador de pobreza en la Argentina creció del 44,7 al 55,5% de la población y la indigencia pasó del 9,6% al 17,5%, de acuerdo a las estimaciones del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA). Según indica ese estudio, casi 25 millones de argentinos habrían estado en situación de pobreza por debajo de la canasta básica total. Se trata de un aumento sin precedentes en las últimas dos décadas, superando la evolución que tuvo la pobreza durante los gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández, pandemia incluida.

Mientras que en las últimas horas también se supo que el Gobierno logró la sanción de la Ley Bases, que entre otras cosas, permitirá la entrada en vigencia de un paquete fiscal que removió las modificaciones en el régimen de bienes personales para gravar la tenencia de propiedades en el país y en el exterior, aumentando de 27 millones de pesos a 100 millones de pesos el piso a partir del cual una persona será alcanzada por el tributo, a la vez que instauró un blanqueo de capitales en beneficio de patrimonios no declarados: ahora se podrán incorporar activos de hasta 100 mil dólares sin pagar ninguna alícuota de recargo, y para los montos superiores el porcentaje impositivo a pagar va de solo el 5% al 15% del total a blanquear.

La disputa entre Piketty y Rothbard, al menos por ahora, no deja dudas en Argentina: los pobres son cada más pobres y los ricos son cada vez más ricos.