COLUMNISTAS
opinión

En torno a la poesía

Los textos de Prieto no son estrictamente ensayos, aunque algo de eso tienen.

Logo Perfil
. | Cedoc Perfil

Un poema pegado en la heladera, de Martín Prieto (Blatt & Ríos, 2024), puede leerse como un conjunto de crónicas en torno a la poesía. Muy lejano a Prieto, Carlos Monsiváis se dedicó también a escribir crónicas donde la poesía ocupa un lugar central pero, como decía, son más las diferencias entre ambos que las cercanías. Los textos de Prieto no son estrictamente ensayos, aunque algo de eso tienen. No son columnas periodísticas, aunque también algo de eso tienen. La contratapa del libro las define como “noticias” (así, entre comillas), puede que sean eso, aunque no estoy seguro. Creo, sí, que la palabra crónica cobra otro valor si se le agrega inmediatamente después “en torno” a la poesía. Porque no son textos “sobre” poesía, sino “en torno” a ella. Y allí reside el encanto de libro. En eso y en las frases. Porque Prieto juega con las frases, con las citas de frases sobre poesía, o sobre anécdotas en torno a ella que, casi, se pueden leer de forma autónoma. Una de Juana Bignozzi, por ejemplo: “Yo creo que Gelman escribe desde hace años como un discípulo de Gelman”. O una larga anécdota, en el límite entre lo genial y lo absurdo: “Nos contó (Leónidas Lamborghini) que en 1973 el recién electo gobernador de la provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain, lo había llamado para que armara un proyecto cultural para la provincia a pedido de Perón. Y que fue esa intervención, la del General, lo que llevó a Leónidas a aceptar el puesto. Con su hermano Osvaldo, Ricardo Zelarayán y Lorenzo Quinteros idearon una suerte de ‘tren cultural’ para circular por la Provincia: un vagón sería una biblioteca; otro, un escenario; otro, un tabladillo; otro, un taller de pintura. Toni Moro, la esposa de Bidegain, los llamó, interesada en el nombre del tren. Ellos habían decidido Evita. Pero estaban convencidos de que Toni se lo iba a rebotar y que les contrapropondría Che Guevara, cosa que no irían a aceptar. Toni, sin embargo, les sugirió: ‘¿Por qué no le ponen Isabel?’. Leónidas (…) nos dice: ‘Estábamos completamente fuera de la realidad’”.

Y finalmente, otra de Osvaldo Lamborghini, en la que llama “a sacar al poeta del lugar del boludo”. Luego Prieto pasa a hacer una crítica del estado actual de la poesía, y vuelve a Lamborghini, esta vez en torno a Rimbaud: “Cuando Rimbaud dice me voy, hay que entender que se viene (…) Se va quiere decir que se viene para acá: África, las pampas argentinas”. Entretanto, queda resonando la frase de Lamborghini, más allá de la poesía. Porque eso que ocurría en los 70 entre los poetas hoy ocurre a menudo en la narrativa. Diríamos: hay que sacar a los novelistas del lugar del boludo. Del festejo en Instagram. Del silencio frente a la concentración del mercado del libro en grandes corporaciones editoriales y en cadenas libreras, frente al “yo solo cuento historias”, frente a la desafección a cualquier crítica ideológica ante el estado de la prosa y la sintaxis, frente al auge de las novelas temáticas (sobre maternidad, sobre ecofeminismo, sobre “papá-mamá”, sobre terror gótico, etc., etc., etc.) como si en los anaqueles de esas mismas grandes cadenas en lugar de poner “literatura argentina” o “literatura latinoamericana”, ya se pudiera poner de qué tratan y listo. Hacerse (o ser) el boludo es hoy parte constitutiva del éxito del novelista contemporáneo.