COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

En el caso Yañez se mezclan hechos con manipulaciones

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Víctima. Hay que reconocerla como tal. Fabiola denunció como y cuando pudo. | NA

Este ombudsman debe confesar su asombro ante algunos episodios periodísticos vinculados a las denuncias formuladas por la señora Fabiola (primero por vía mediática, ahora con sustento jurídico) por las agresiones físicas y psicológicas consumadas contra ella por su exmarido, Alberto Fernández, quien fuera presidente de la Nación hasta diciembre de 2023. En mis más de medio siglo de ejercicio de esta profesión, nunca he asistido como hoy a un verdadero duelo de interesas mediáticos, políticos, económicos y de otro signo para rodear un caso de violencia doméstica, violencia contra una  mujer, violencia machista.

Me tocó cubrir, a fines de los ochenta, la campaña presdencial de Carlos Saúl Menem. Ello me permitió acceder a media docena de entrevistas contra su esposa, Zulema Yoma, y conocer por ella los pormenores de episodios indudablemente agresivos de su marido contra ella, hasta el punto de negarle el acceso a la casa familiar en La Rioja y amenazarla casi cotidianamente. Zulema no me reveló actos de agresión física, debo reconocer, pero de sus palabras se podía inferir esa posibilidad.

Sin embargo, no se puede empardar con estos hechos de violencia consumados, según denunciaa, por Fernández. A medida que pasan los días y se suman nuevos detalles, la piel se eriza cada vez más.

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El proceso que deriva en acciones penales en curso no es, sin embargo, el tema de estas líneas. Este ombudsman quiere advertir a los lectores de PERFIL que se están jugando otras piezas en el tablero, piezas que ya quedaron expuestas en años anteriores con la minuciosa construcción de una grieta ideológico/política/mediática. Los dichos de la señora Julia Mengolini en el sentido de relativizar las serias denuncias de Yañez en un claro intento por defender a su conmilitón Fernández, son una muestra clara de cuánto mal siguen haciendo a este oficio profesionales que han olvidado (tal vez nunca lo ejercieron) el precepto básico de buscar la verdad sin dobles juegos.

En otros medios electrónicos –sitios de TV abierta y por cable, radios, redes sociales por internet– parece estar librándose otro tipo de puja: la que pone los abordajes periodísticos en el fino límite entre lo que está bien  y lo que no, lo que es éticamente correcto y lo que prefiere el impacto mediático antes que el necesario equilibrio en busca de verdades.

La Red Ética Segura de la Fundación Gabo abordó con frecuencia la cuestión de cómo tratar en este oficio la violencia de género. No es para menos: según la Organización Mundial de la Salud, una de cada tres mujeres sufre de violencia física o sexual a lo largo de su vida. “Abordar de manera responsable y sensible este tipo de hechos –señala la red– es sin duda un reto para las y los periodistas, pero para lograrlo es fundamental contar con recursos que nos permitan informar de manera precisa y respetuosa”.

Algunas recomendaciones para un buen abordaje de estas cuestiones:  La violencia machista (y ninguna violencia) no tiene un lado B;  hay que tener en claro que el violento es violento; si el periodista realiza una entrevista o comenta dichos del agresor, lo hace como un aporte a la sociedad y no para limpiar la imagen de éste; recordar siempre que los celos, la ira o la pasión no son móviles de crímenes; evitar eufemismos, prescindiendo de palabras que aminoren la gravedad del hecho.

Y finalmente: la mujer que denuncia una agresión (psicológica, sexual, económica, social) de su pareja o de otro hombre, lo hace como puede y cuando puede, lo hace con dolor y con mucho miedo. Lo hace, muchas veces,  sabiendo que puede no ser comprendida o acompañada. Merece apoyo.