La elección de este domingo ha tomado un dramatismo poco frecuente en las contiendas electorales de estos últimos cuarenta años. En tal sentido, es la primera vez que se llama de manera pública a no votar por un candidato, al punto que la postura ha tomado autonomía y se expresó en solicitadas dentro del ámbito académico, científico y artístico, a manera de ejemplo. Es probable que se deba, en parte, a la presencia de una cultura diferente que, aunque ya existía en la Argentina, irrumpió ahora radicalizada, bajo las formas de La Libertad Avanza, y que se vive desde el punto de vista del amplio espacio que hoy constituye el centroizquierda como una amenaza a la continuidad del régimen político. Así, tratando de superar una mirada individualista que pone el acento, desde el sentido común, sobre las características psicológicas de tal o cual candidato, exploremos en cambio sobre los aspectos sociales de las dos culturas en disputa, que comparten, sí, la misma composición de clases y que, más allá del resultado, seguirán manteniendo cada una su visión del mundo, con dificultades de convivencia en aquellos espacios que se vean obligados a compartir. Así, por un lado, lo que hoy representa Unión por la Patria se ha convertido, ante la opción ofrecida por La Libertad Avanza, en un significativo conglomerado que ha logrado reunir afinidades inimaginables en otro contexto.
Es posible que el temor a perder lo conquistado en materia de derechos durante estos años sea el elemento clave de esta abigarrada alianza, que se visualiza además como única manera disponible en la defensa de la democracia liberal. Unidad muy parecida a los acercamientos que se producen en Europa, en las segundas vueltas, ante la posibilidad de triunfo de la derecha o de la ultraderecha. Por el otro, aunque haya intentado moderar la radicalización discursiva que la caracterizaba, La Libertad Avanza se presenta como la contracara de la cultura anterior. En tal sentido y en apretada síntesis intenta establecer una separación tajante entre la libertad y la igualdad, ya que considera que la segunda es un impedimento del despliegue de la primera. Postura cuya síntesis sería la puesta en duda sobre aquello de “donde hay una necesidad hay un derecho”. Este posicionamiento va acompañado en el registro de posturas similares en América Latina y en el mundo contra todas las reivindicaciones del feminismo y todo lo relacionado con cuestiones de género.
En Argentina, se agrega la mención a la última dictadura, y no por lo que la otra cultura considera como “falta de memoria”, sino por la presencia activa de otra memoria que, aunque estuvo siempre, ha logrado exponerse ahora de otro modo que expresa con claridad la candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel, cada vez con mayor autonomía, tal como se pudo observar en su propio cierre de campaña, radicalizando, a nuestro juicio hacia la derecha, el discurso de su agrupación. Así, más allá del resultado electoral, no se puede advertir claramente ni cómo haremos para salir de la profunda crisis económica en la que estamos –ya que el tema ha quedado casi en suspenso durante la campaña– ni que el resultado electoral modere la profunda división en la sociedad.
*Sociólogo. Profesor titular regular plenario de Sociología General. FSOC. UBA. IGG. Flacso.