Comienzan tres meses que definirán gran parte de la suerte del plan económico de Javier Milei. Ambos mantendrán hoy un nuevo encuentro personal. Será el cuarto desde que el argentino fue electo Presidente en octubre del 2023, y el segundo en tres meses después que el jefe de Estado argentino y la directora gerente para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional se encontraron en la última cumbre del G20 en Río de Janeiro en noviembre del año pasado. Cuando ambos a plena sonrisa aseguraron que antes que terminara el ejercicio anterior, iban a cerrar los números y porcentajes hasta el tercer trimestre del año; para comenzar a cerrar el Facilidades Extendidas firmado en enero pasado. Hace ya un año. Sin embargo, no hubo novedades; más allá de la aceleración en la relación entre Milei y Donald Trump, y la convicción de parte del argentino que el FMI bajará la cabeza y aceptará la imposición del norteamericano que mañana asumirá como presidente de los Estados Unidos. El acuerdo debería firmarse antes de la tercera semana de abril, cuando en Washington el organismo abra su Asamblea Anual de Primavera, donde es decisión de Georgieva presentar el nuevo pacto con el país como su logro máximo.
Milei le dejará en claro hoy a la búlgara cuáles son sus convicciones para renovar el Facilidades Extendidas, mutarlo en un Stand By y llevarlo a un plazo no menor a 10 años. Esto con un piso de extensión del crédito firmado por Mauricio Macri en el bienio 2018-2019, incluyendo los 11 mil millones de dólares que en teoría no se liquidaron del préstamo original; al haberse dado de baja cuando Alberto Fernández asumió la presidencia.
Lo importante del evento de hoy no sólo serán las precisiones de parte de Milei; las que, en líneas generales, son conocidas. Lo que habrá que tomar nota es la ratificación en boca de Giorgieva, de una realidad que se ratificará hoy en Washington: al FMI, no le gusta la política cambiaria del Gobierno. El organismo sigue insistiendo en que hay un retraso en el valor del dólar contra el peso, y que la salida para este problema es la libre flotación de la moneda argentina. Se piensa en un esquema algo “sucio”, similar al que se aplica en Uruguay y Perú desde hace décadas y que, a los ojos del Fondo, dio resultados. Para más detalles, desde el FMI se rechazan las últimas decisiones del gobierno argentino de reducir a la mitad la política de crawling peg del 2 al 1% desde el 1° de febrero; contrayendo aún más la velocidad de devaluación del tipo de cambio. Exactamente lo contrario que los responsables del caso argentino encabezados por el venezolano Luis Cubeddu (el hombre que asumió la responsabilidad de fiscalizar al país luego de la salida semivoluntaria del chileno Rodrigo Valdes), recomiendan/ exigen, al país para cerrar un nuevo acuerdo. Más si este implica dinero contante y sonante de ampliación del crédito. Yendo aún más a lo específico, al FMI tampoco le gusta el proceso dolarizador del consumo en el país, abriendo la posibilidad de circulación de divisas para compras con tarjetas de débito. Todo este proceso que Milei y el ministro de Economía Luis “Toto” Caputo presentaron esta semana que terminó como un logro inconmensurable imposible de debatir, desde el FMI es visto como un paso en contra de lo que los técnicos de Cubeddu exigen para poder cerrar un nuevo acuerdo. Al menos en la letra formal y específica.
Todos saben igualmente que ahora se abre un proceso de especulación política, donde ni Cubeddu ni el resto del personal técnico del Fondo tienen injerencia. Y que se basará en lo que Georgieva y el directorio del organismo formado por accionistas porcentuales según la cantidad de dinero que aportan a su funcionamiento. Y, como se sabe, con el 18% de acciones más su influencia sobre Occidente en general, EE.UU. tiene la voz casi cantante. Es ahí donde descansa la tranquilidad de Milei y el Palacio de Hacienda. Saben que una orden de Trump vale más que cualquier posición de Cubeddu o similar; y que, llegado el caso, estos sólo deberán seguir órdenes que le debieran el llegar desde lo más alto del poder mundial. Pero, las cosas no son tan lineales. Especialmente cuando hay historias que contar.
Los hombres y mujeres que siguen a Cubeddu, conocen la historia más o menos reciente de todos los funcionarios y funcionarias que pasaron por las oficinas que atienden el caso argentino. Se recuerdan tres casos notables. El primero es el de la economista italiana Teresa Ter-Minassian, auditora responsable del caso argentino en las negociaciones de fines de la década del 90 con Carlos Menem en sus últimos tiempos y, fundamentalmente, durante la gestión de Fernando de la Rúa. En aquellos tiempos, esta técnica de origen italiano era una de las grandes expectativas a futuro del staff técnico del FMI, con proyecciones que se le aventuraban que podrían llegar a catapultarla hasta lo más alto de este organismo. Y quizá otros. Al menos eso era lo que se hablaba en aquellos días. Ter-Minassian negociaba con la Argentina lo que luego se llamó el “blindaje” con el entonces ministro José Luis Machinea y el secretario de Finanzas Daniel Marx del lado criollo. Era octubre del 2000 y el uno a uno ya crujía; con un riesgo país que, curiosidad mediante, navegaba entre los 650 y los 700 puntos básicos, lo que implicaba que por primera vez en más de una década, al país le cobraban dos dígitos de tasa de interés para tomar o renovar su deuda. Surgió desde Buenos Aires la idea de aplicar un shock financiero de liquidez, para mostrarle a los siempre desconfiados mercados que el país podría sobrevivir a las crisis financieras. Por ejemplo, la que en esos años estaba generando Brasil con su devaluación de casi el 20%. Otra curiosidad. Ter-Minassian ayudó a armar ese blindaje desde el FMI, pero a condición que el país se comprometiera a tres reformas: la previsional, la fiscal y la relación tributaria con las provincias. De los algo más de US$ 20 mil millones que aportarían los organismos financieros internacionales y el mercado financiero, el FMI debía aplicar unos US$ 13.700 millones. No hubo magia. La idea fracasó. Machinea y su gente le echarían la culpa al número uno del FMI, el alemán Horst Kohler quien hacía poco llegaba al puesto. Desde el organismo se señalaba a la Argentina y su falta de compromiso para las reformas políticas y para, otra curiosidad, no devaluar la moneda como sí había hecho Brasil, con éxito. Al menos esa era la visión de Kohler. José Luis Machinea terminó renunciando el 5 de marzo de 2001.
No le fue mucho mejor a su sucesor, el indú Anoop Singh, quien ocupaba el cargo de director del Departamento del Hemisferio Occidental sucediendo al argentino Claudio Loser. Luego de la caída de la convertibilidad, ya con Eduardo Duhalde como presidente y los primeros años de Néstor Kirchner. En ambos casos, con Roberto Lavagna como ministro de Economía. Ante la crisis argentina, y por orden de Kohler, fue este economista quien tomó personalmente las negociaciones con el país. Singh había entrado en 1973 al FMI en un programa llamado “jóvenes promesas”, y para fines de los 90 tenía toda la chapa de poder cerrar una carrera brillante en el organismo. Para esto tenía que enderezar la nave de las negociaciones con la Argentina y cerrar un acuerdo que, por fin, equilibre la macro de este país. Sin embargo, aquí tampoco hubo magia. Singh venía con la misión impuesta por Kohler de obligar, ahora sí, al país a aplicar un severo ajuste fiscal posterior a la caída de la convertibilidad, y a sentar las bases de un equilibrio entre gastos e ingresos que pudiera extenderse en el tiempo. Había sido elegido por su cargo y por sus, aparentes, dotes de buenos modales ingleses, pero firmes convicciones. En Buenos Aires, especialmente durante los primeros años del kirchnerismo, directamente se lo ignoró en sus apreciaciones, y todo terminó con el sostenimiento de la crisis bilateral; hecho que continuó hasta el pago de la deuda con el organismo por parte de Néstor Kirchner el 3 de enero de 2006. Para esa altura, Singh había sido degradado a una oficina de análisis desde donde se dedicó a publicar artículos.
Tampoco tuvo suerte el mexicano argentino Alejandro Werner, quien para el 2018 ocupaba el cargo de director para el Hemisferio Occidental. Desde esa oficina se cargó al hombro las negociaciones abiertas entre Mauricio Macri y Christine Lagarde desde abril de ese año, y que derivarían en el nuevo acuerdo Stand By firmado en junio de 2018; y su reversión de 2019. La derrota de Macri, la caída unilateral del acuerdo de parte de su sucesor Alberto Fernández, la salida del FMI de la mentora de los acuerdos con la Argentina Christine Lagarde, un interinato de dos meses del número dos el norteamericano David Lipton (enemigo del acuerdo con Argentina y quien señalaba a Lagarde y Werner como los culpables del fracaso) y, finalmente la llegada de Kristalina Georgieva en octubre del 2019; hicieron que el mexicano perdiera su puesto. Pero, en esta oportunidad, ni siquiera tuvo la alternativa de Ter-Minassian y Singh de seguir en el FMI en alguna oficina de análisis, esperando revancha. Werner, fue despedido de su cargo y del Fondo. Culpado del fracaso argentino.
Se espera desde hoy una batalla notable para la Argentina. La del nuevo acuerdo con el FMI para los próximos 10 años. El stand by de Milei. Para los libertarios, el que vale. El que le dará una vuelta a la historia del país con el FMI. Y con el apoyo, total, de EE.UU., de Trump. Pero con el punto firme de los técnicos del organismo, con sus padrinos también importantes, que se ponen firmes en el momento de exigir cambios importantes en varios de los logros que considera el gobierno argentino como innegociables. Como, por ejemplo, la política cambiaria.