Mónica González, periodista mexicana corresponsable del Consultorio Ético de la Fundación Gabo, es autora de buena parte de los trabajos citados como fuentes para transmitir, desde estas columnas, una idea de cómo debería ser el ejercicio limpio del periodismo y cómo debieran actuar quienes ejercemos este oficio. Pocas semanas atrás, publicó un artículo que tituló “Elon Musk y sus boinas negras digitales”, un profundo análisis de cómo el multimillonario devenido hombre fuerte del gobierno norteamericano opera en el ámbito de la comunicación y, particularmente, su incidencia sobre las redes sociales. (El artículo completo está en https://fundaciongabo.org/es/consultorio-etico/respuestas/elon-musk-y-sus-boinas-negras-digitales)
“¿De dónde surge esta corriente reaccionaria que está remeciendo la institucionalidad democrática en el mundo?”, pregunta González. Y responde: “Algunos le atribuyen su origen al movimiento neorreacionario (NRx), conocido también como la ‘Ilustración oscura’. Una crónica del diario El País (España) dice que sus impulsores son Curtis Yarvin y Nick Land. Enarbolan la tesis de que la democracia liberal es un error (‘sistema decadente’) y la igualdad una farsa. Debiera ser sustituido por un sistema de ’feudalismo tecnológico moderno’, donde los Estados funcionarían como corporaciones: la rentabilidad es el eje de las decisiones, los ciudadanos son los accionistas y los líderes ejercen como directores ejecutivos soberanos. Todo aquello sin las ‘cadenas de la democracia’”.
Alarma semejante conducta, que vienen aplicando líderes de no pocos países, particularmente en Europa y, claro, los Estados Unidos. Donald Trump es un ejemplo de esa corriente, tal vez el más emblemático. Y en la Argentina su admirador más fervoroso es Javier Milei.
“En el círculo más estrecho de Donald Trump –señala la autora–, los adeptos a esta corriente están, principalmente, entre los magnates de Silicon Valley y su vicepresidente, J.D. Vance. Pero el polo de riqueza y tecnología que encarna ese nuevo poder es sin duda Elon Musk. Mientras la opinión pública mundial es capturada por cada uno de los anuncios expansionistas de Trump, al interior de Estados Unidos, los movimientos de Musk y su equipo avanzan sin contrapeso”.
Musk es, entonces, el personaje a seguir. Dice González en su artículo para la Fundación Gabo: “En estos pocos días, Elon Musk y su destacamento de ‘boinas negras digitales’ se han apoderado de los datos más sensibles de Estados Unidos y de otros países, así como de importantes organizaciones mundiales. Cuando han querido detenerlo, Musk ha hecho que el presidente Trump despida de inmediato al funcionario”.
Es lo que le sucedió a David Lebryk, alto funcionario del Departamento del Tesoro de EE.UU., quien debió partir después de negarle a Musk acceso a los datos del corazón de las finanzas del país. Lo reveló The New York Times cuando informó que desde allí se paga más de US$ 6 mil millones al año en nombre de agencias federales y contiene información personal de millones de estadounidenses que reciben dineros de la seguridad social, reembolsos de impuestos y otros. “Musk obtuvo las llaves del ‘tesoro’, define González y agrega: “Lo mismo pasó con los datos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y los de la Defensa de EE.UU. El hombre más rico del mundo tiene la facultad imperial –sin pasar por el Congreso– de decidir qué se elimina del gasto público, a quiénes se despide y, lo más importante, qué información confidencial y sensible pasa a formar parte de su inmensa base de datos digital. Elon Musk opera ajeno a todo control democrático”.
Cualquier parecido con uno de los hombres fuertes del gobierno argentino, Federico Sturzenegger, no es pura coincidencia.