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Disturbios. Una jubilada cayó al piso golpeada por un policía durante detenciones violentas. | Juan Obregón

“… toda nuestra intuición no es nada más que

la representación de fenómenos; que las cosas

que intuimos no son, en sí mismas,

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tales como las intuimos; ni sus relaciones están constituidas,

en sí mismas, como se nos aparecen;

y que si suprimiésemos nuestro sujeto (…) toda la

manera de ser de los objetos en el espacio

y en el tiempo, todas sus relaciones,

y aun el espacio y el tiempo mismos, desaparecerían”.

Immanuel Kant, “Crítica de la razón pura”

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Debería llamar la atención el proceso de selección descriptiva, en especial porque está constituido sobre la base de la amplia ignorancia que se tiene de aquello que se encuentra lejano, pero que igualmente se intenta definir. Por la tarde del miércoles, ya había una multiplicidad de imágenes de los disturbios alrededor del Congreso de la Nación para que cualquier observador tome de allí lo necesario para confirmar lo que piensa y hacer estallar la expansión del proceso conflictivo que esta experiencia política tiene pensado desarrollar. Allí, en el mundo exterior de los objetos, en ese universo que cada persona observa, ardía un patrullero, pero solo para encender la aseveración de las ideas que cada uno necesita, para seguir sintiendo que este caos tiene alguna forma con sentido.

En un componente básico la selección de partes del mundo que nos rodea es una operación esencial y necesaria de cualquier proceso social. La sociedad recurre a ella como manera de resolver lo inabarcable de un todo que ha devenido en un cuerpo enorme y múltiple, y cuya creciente complejidad se reproduce en simultáneo en varios planos de operaciones sociales. Entre todo aquello que sucede, entre todo ese ruido, entre todo lo que se cree ver o que tiene capacidad de estimular nuestros sentidos (o diría Kant, nuestra sensibilidad), hay que elegir, seleccionar, distinguir, aquello que se observará, junto con aquello que se dejará de lado. Y como señala Luhmann, es la misma operación de selección la que diferencia lo observable de lo no observable. Comprender cuáles son esos criterios que guían la selección ayuda a entender qué es lo que se ve, junto con lo que queda inobservado. Justamente, no se trata de las cosas, sino de cómo se las observa.

Además de que sirve para conseguir financiamiento actualizado sobre la base de novedades posibles, la ciencia se especializa, en sus diferentes campos, en producir observaciones novedosas sobre fenómenos antes estudiados, pero que ahora podrían encontrar perspectivas alternativas. La historiografía sigue repensando el nazismo, la Unión Soviética o el siglo XIX en Argentina; y la física sigue desplegando teorías sobre el origen del universo y sus tiempos. En ninguno de estos casos parece tratarse de la llegada a un destino único y final, sino en la multiplicación de aperturas de nuevos destinos de conocimiento. En casos como el de los disturbios en el Congreso de la Nación, podrían realizarse algunas aproximaciones de tipo científicas para intentar, sin llegar a destinos concluyentes, dar cuenta de lo que se trató la complejidad misma de la marcha. Análisis de cantidad de personas, cantidad de fuerzas policiales, tipo de disturbios, horarios, momentos diferentes de los conflictos, involucrados en la destrucción del espacio público versus otras personas solo marchando, modalidad de las fuerzas de seguridad, rol de los medios de comunicación, entre otros ejemplos posibles. Sin embargo, prácticamente nada de esto parecía posible.

Apenas comenzaron los disturbios, y sin que nadie intentara comprender esa complejidad, los programas de televisión, y los mismos periodistas en sus redes sociales, llegaban a conclusiones indignadas sobre el pedazo de episodio que caía en gusto de ellos. Quien quisiera encontrar delincuentes tenía una mesa disponible de opciones de imágenes perfectas como quien a primera hora en su hotel cinco estrellas se acerca a la mesa del desayuno para colocar en su plato lo mejor de su preferencia para consumir. Imágenes de baldosas rotas, cascotes a la policía, tachos rotos y golpes de patada a uniformados funcionaban perfectamente, no para informar sobre los episodios, sino para pelearse con otros periodistas, o figuras públicas, en el momento de definir las cosas. Quienes querían decir que el Gobierno es una dictadura tenían otras imágenes con funcionamiento comunicacional equivalente a su opinión contraria. Una jubilada que cae al piso golpeada por un policía, detenciones violentas de la policía a manifestantes en forma de tackle, tiros con balas de goma y gases lacrimógenos, y camiones hidrantes, ofrecían el decorado perfecto para un desayuno alternativo. Intentar comprender el episodio en sus matices, en sus detalles, en sus procesos, importaba a casi nadie.

No debe esperarse esto de la política. Dentro de los roles diferenciados que en la complejidad social toca en cada caso, no es para esta el desarrollo de métodos de análisis basados en consideraciones científicas, sino en lograr imponerse contra sus rivales en todo lo que sea posible. Seleccionar lo que del mundo sirva para esto es una de las condiciones que se deben cumplir para intentar imponerse en esa batalla. Gobierno y oposición se disputan el peso de sus selecciones de observación de los fenómenos para ver quién consigue más votos, y sin importar la búsqueda de alguna realidad. Nadie, absolutamente nadie, debería esperar algo diferente.

Debería en realidad llamar la atención cuando este esquema de observación de la política, basada en ese conflicto, es detectado en otros ámbitos, que por su desarrollo y especialización tienen modos propios de ver el mundo y de seleccionar de este lo que para sus sistemas son relevantes, pero que se muestran como neutralizados o influenciados por la colocación del esquema Gobierno/oposición antes de cualquier observación propia. De este modo, los medios de comunicación masivos no se guían, en su mayoría, por el binomio informable/no informable, sino por un binomio previo del sistema político (Gobierno/oposición) que digitaliza la simultaneidad del mundo observado y que hace de lo “informable” solo aquello que afecte a alguna de esas dos partes del sistema político.

El derecho es también un sistema con criterios propios en los que supuestamente se rige por normas que definen lo que se ajusta a derecho y lo que no se ajusta a derecho. La complejidad de un fallo basado en aspectos de orden reglamentario legal es tratado de la misma manera que los disturbios en el Congreso. No hay una revisión jurídica con expertos, sino una asignación de “kirchneristas” a la jueza y de revisión de su orientación política, para reemplazar el contenido de un fallo y sus argumentos con la colocación, de nuevo, del esquema Gobierno/oposición, para describir el fenómeno. El éxito problemático de la política es haber exportado su obsesión combativa a casi todo lo que ocurre en el país.

La consecuencia de esta situación abre la pregunta por el futuro. Si la dinámica del conflicto es ahora un esquema total, aplicado a casi todo lo que ocurre, el tiempo por venir no tendrá otra cosa para ofrecer que el sostenimiento explicativo de “nosotros” o “ellos” para garantizar batallas de manera interminable. Esto hace compleja la reproducción social, ya que basa sus operaciones en la obsesión por buscar las manos del enemigo hasta en lugares donde no existen. En realidad, observando de este modo el mundo, se puede crear su existencia, aunque sea sobre la base de una ilusión. El inconveniente es que con este mecanismo el caos y la batalla están garantizados, y eso a los que tienen dinero para invertir, en algún momento, les empieza a molestar.

*Sociólogo.