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PANORAMA económico

El Zorro y Robin Hood, más conservadores que anarcocapitalistas

Admirado por Milei, El Zorro resistía la voracidad fiscal del poder local, pero respetaba el poder central. Igual que el héroe de Sherwood.

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| Pablo Temes

El Zorro es un verdadero héroe, porque es anarcocapitalista. Se peleaba con el Capitán Monasterio y los demás que le cobraban impuestos. Un héroe total, un personaje fabuloso”.  Ya es un lugar común que Javier Milei compare su propia gesta con la de un personaje emblemático de las infancias de generaciones. La última vez que utilizó la metáfora fue el miércoles pasado en su discurso por un nuevo aniversario de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Según el Presidente, parte de su inspiración reivindicadora de las libertades económicas es el personaje de El Zorro, a quien describe como uno de los primeros “anarcocapitalistas” activos de la historia. Y, por cierto, uno de los más exitosos. Se trata de un hombre que escudado en un disfraz que le protege el anonimato, pelea casi en solitario contra las injusticias de las presiones políticas y económicas que impiden la libertad propia y la de un pueblo sometido por las autoridades. En su teoría, el propio Milei junto con un puñado de colaboradores, están en la misma cruzada, pero en la Argentina de hoy.

Pero, ¿qué representaba El Zorro? ¿Qué ideales, políticos y económicos defendía? ¿Existió en la vida real? Es asimilable a la realidad argentina de 2024?

Se trata de un personaje de ficción, creado en 1919 por el dibujante Johnston McCulley que publicó por primera vez una tira de aventuras donde El Zorro era el personaje principal, donde además se incluía ya su máscara negra y su fiel compañero equino Tornado. La novela se llamaba La maldición de Capistrano y fue un éxito inmediato. Tan importante que solo un año después Douglas Fairbanks produjo y protagonizó la primera película del personaje. El resto es historia.

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El Zorro es la identidad secreta de don Diego de la Vega, un hacendado de Los Ángeles, cuando California aún no pertenecía a los Estados Unidos y estaba vinculada a las primeras décadas de un México independiente. Aparentemente existió de verdad un aristócrata con ese nombre, con registros de sus negocios entre 1821 y 1846. Los mismos años de correrías de El Zorro de ficción, y con actividades vinculadas al manejo de grandes emprendimientos agrícola-ganaderos y de participaciones en el comercio exterior de oro y mercancías dentro y fuera de la Alta California. El Zorro original era visiblemente contrario a los gobernantes locales, y más proclive a respetar el orden establecido desde las centrales del poder. Aparentemente, el gobierno unitario mexicano, más cercano a una visión más popular y defensora de las ideas contrarias a la explotación de los campesinos locales y de intentos de arrasar todos los recursos naturales de la región. El enemigo de ficción siempre fue la autoridad cercana. La que manejaba las riendas económicas de la Alta California, proclive a la explotación de los pueblos originarios, la voracidad fiscal y los visibles e impunes actos de corrupción. Contra esto peleaba El Zorro, siempre pensando en que algún día el poder central se enteraría de las injusticias cometidas en la comarca, y habría así justicia.

Ingresos Brutos es rechazado en la mayoría de los sistemas tributarios del mundo

Se habla de un antecedente legendario de Diego de la Vega, quien estaría más cercano aún al perfil de El Zorro de la ficción. Se trata de un tal Guillem de Lampart, también conocido como Lombardo de Guzmán, un irlandés héroe de la independencia mexicana que combatió injusticias varias y luchó cerca de Porfirio Díaz. Era también un aventurero que eligió asentarse en la Nueva España, y que se rebeló contra las autoridades locales a favor de la revolución. Mencionan las leyendas mexicanas que Lampart fue el primero en usar la máscara y la capa negra y en utilizar la violencia para proteger indios, negros y mestizos de la California de aquellos años. Lampart era además un activo combatiente contra el excesivo cobro de impuestos locales, al punto de llamar a la rebelión fiscal contra la presión de las autoridades de la Alta California. Pero, curiosamente, a favor de respetar los ingresos del gobierno central mexicano, considerando que era la autoridad máxima del estado naciente la que debía administrar los fondos con criterio nacional, en lugar de permitir la creación de “castas” locales.

Además de las legendarias aventuras reivindicatorias de los pueblos originarios y los combates desde la clandestinidad contra el poder real local, tanto De la Vega como Lampart coinciden en la rebeldía impositiva. Pero contra la recaudación local de la Alta California, y a favor de mantener los tributos, pero para que los administre, con criterio más de política de Estado el gobierno central. Mexicano primero, y de Washington después. En el fondo, ese era el mensaje económico de la novela de El Zorro. Y de la vida real de Diego de la Vega y Lampart.  Ambos se comparan así con otro héroe de la misma causa: Robin Hood, también un personaje que existió en la realidad, pero en la Inglaterra del siglo XIII donde escondido en el bosque de Sherwood actuaba desde cierta ilegalidad en contra de la ferocidad tributaria de la comarca de Notthingham. Robin Hood, o con su verdadero nombre Robin de Locksley (un veterano de las Cruzadas), peleaba en realidad por la corona inglesa, quién era la que realmente debería recaudar impuestos, en lugar de las muy corruptas e insaciables autoridades locales.

¿En qué momento se comunican las historias de Diego de la Vega, Guillem Lampard y Robin Hood con la Argentina de Javier Milei? No precisamente en su carácter de anarcocapitalistas. Más bien en los tres casos eran defensores del poder organizador e institucional del poder central, incluyendo la policía de recaudación impositiva. En definitiva, tres conservadores del poder central, y del monopolio del cobro de impuestos por parte de la sede central de un estado donde resida el poder. El enemigo en los tres héroes es la corrupta autoridad local, en favor del poder central basado en instituciones fuertes. Lejos de un anarcocapitalismo. Sí se acerca a la visión del jefe de Estado, al menos en lo teórico, en cuanto al impuesto que tanto combatían De la Vega, Lampart y Locksley. En la Argentina de hoy ese impuesto existe, y es para los especialistas el más distorsivo y negativo para el desarrollo de cualquier civilización, por su característica de “cascada”. Hablamos de Ingresos Brutos.

Su nombre en el sistema tributario local es Ingresos Brutos. Se aplica en las provincias y prácticamente representa (luego de la coparticipación y las regalías en los territorios donde las hay) la única fuente de ingresos genuinos de los gobernadores, sobre la que no deben dar cuenta al gobierno nacional. Se podría concluir entonces que el principal impuesto que cobran las provincias y que garantiza su sustentabilidad es rechazado por medieval en la mayoría de los sistemas tributarios del mundo y considerado un enemigo del desarrollo y el crecimiento del comercio por su característica de “cascada”. Esto significa que afecta al final de la cadena productiva, y no se va encadenando a lo largo del proceso de suma de valor de una actividad, como lo hace el IVA. Como impuesto fue abandonado prácticamente en todo el mundo, y solo permanece vivo en algunos sistemas tributarios retrasados. Uno es Turquía, cuya aplicación es uno de los motivos que alejan a este país de la posibilidad de sumarse a la Unión Europea, región económica donde impuestos de este tipo están prohibidos. El otro es Argentina.

En un reciente informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) sobre el vademécum impositivo local, se indica que el país sostiene a junio de 2024 un total de 155 tributos, tasas y contribuciones, sumando las que se aplican en la Nación, las provincias y los municipios. El mismo trabajo menciona que un 92% de la recaudación se explica por solo diez de esos impuestos, con lo que el 8% del total se divide en unos 145 tributos. El problema para que el sistema evolucione es que Ingresos Brutos es el principal recurso provincial luego de la coparticipación, ubicándose en el sexto puesto del ranking recaudatorio. Hará falta más que El Zorro y Robin Hood para avanzar en la reivindicación heroica local de esos personajes legendarios.