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historia repetida

El verdadero mandato de Milei

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De La Rúa. Su salida dejó a la sociedad con la percepción de estar viviendo un momento final. | cedoc

Aunque parezca que no, el mito de Argentina país rico no concretado vive en el inconsciente de los argentinos. Realizar ese país es el desafío que tienen todos los presidentes.

Para no hacer larga la historia, tomemos el período de tiempo que va desde 2001 hasta 2024. Siempre que se produce una crisis, los argentinos venimos echándole la culpa a un otro. En un momento los culpables eran múltiples, la ineptitud de los políticos, el FMI, los ricos, la corrupción política, los empresarios que no pagaban los impuestos,  luego la lista se fue achicando y entramos en un embudo en donde hoy todo se sintetiza en la casta. Los dineros aprisionados en los bancos, el corralito y la salida apresurada del gobierno por parte de De la Rúa dejaron a la sociedad con la percepción de estar viviendo un momento final.

Quedaba un país mal administrado, en donde la desocupación y la corrupción tomaban la agenda pública. Ya en ese momento aparecía la demanda de ajuste de la política, y se pensaba que en un país rico en recursos naturales y humanos había que apoyar al agro y a la industria para generar progreso con inclusión.

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En ese momento no había demasiada discusión sobre el rol del Estado. Se coincidía en que sus funciones estaban vinculadas a ocuparse  de generar y promover trabajo, garantizar la seguridad social y tener funciones de control relacionadas con la  seguridad pública y la buena administración.

Los partidos mayoritarios estaban en plena crisis de identidad. Y la demanda social partía de la base de que, luego de muchos esfuerzos, era hora de que fuera la dirigencia y no la gente la que hiciera los sacrificios. Se buscaba un dirigente capaz de resolver el problema del trabajo y de la inseguridad.

El mito de Argentina país rico no concretado vive en el inconsciente de los argentinos

Nótese que la inflación no aparecería como problema. Los primeros registros de esta como preocupación los encontramos a fines de 2007, cuando compartía podio con la inseguridad, mientras la mirada sobre la corrupción estaba como telón de fondo, y  aparecían latentes los temas vinculados a pobreza. Temas que se fueron turnando en la agenda pública.

Como vemos, en los últimos 23 años venimos lidiando con las mismas temáticas.

La frustración de un sector de la sociedad llegó a tal nivel que, a pesar de que Milei en su campaña electoral prometió que el ajuste no lo pagaría la gente, un sector importante de quienes lo votaron acepta que son ellos quienes deben hacer el esfuerzo en una vuelta de campaña de lo que se pensaba en 2001.

Además, al Estado no solo se le pide presencia en muchos casos mínima sino básicamente eficiencia.

Oposición: salir de la crisis o profundizarla

El caso Alberto Fernández, en donde se mezclan temas de su vida privada, antes de ser presidente, con temas de su actuación pública e íntima mientras vivía en Olivos, termina poniéndolo en el lugar de la síntesis de la casta.

Mas allá del nivel de credibilidad que se tenga del conjunto de denuncias de su expareja, a la opinión pública se le mezclan las denuncias de corrupción por el tema seguros, la idea de un doble discurso en relación con lo femenino, la sospecha de violencia y sobre todo el triste recuerdo de la fiesta de Olivos.

Ese fue el momento perfecto para que un outsider apareciera en la vida política.

Como dijimos al comienzo, la argentinidad siempre se desarrolló bajo la idea del mito del país rico. Como en 2001, la política está en crisis, la sociedad está desesperanzada y necesita creer en alguien que la devuelva al sueño del país de la riqueza.

Ese es el mandato real de Milei y su desafío para evitar una nueva frustración.

*Consultor y analista político.