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El vendaval que provoca una diáspora

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Juntos. Según sus fanáticos, la expresidenta también fue víctima de Alberto. | cedoc

Se agrega esta noche un capítulo más al exitoso folletín de la pareja Alberto Fernández-Fabiola Yañez: ella, gratuitamente se supone o, aceitada por un contrato para mejorar el rating y la magra dieta que a su compañero le corresponde brindarle, expondrá las miserias y golpizas que padeció durante cuatro años y que ya trascendieron a la opinión pública. Al mismo tiempo, claro, que ejercía el rol de primera dama, participaba de reuniones prohibidas, no informaba sobre sus gastos y hasta concibió un hijo con el protagonista principal. Sin embargo, su recordatorio guardado durante varios meses, tal vez induzca a un grave desvío de la arremetida penal que encarna contra el expresidente: la quita de libertad esporádica, el presunto presidio que dice haber soportado en la residencia de Olivos durante el mandato y que podría desembocar en una consecuencia judicial inédita. Implica a muchos testigos, todavía ausentes del gran burdel, que serán convocados al mítico y amenazante “Jura decir la verdad”. Más de un vasallo de Alberto se ha tapado con varias frazadas y no por el frío.

Otra apertura se inicia a nuevas entregas de la telenovela en una Argentina bizarra, en la que un club de fútbol (Argentino Juniors) dispuso repudiar a uno de sus socios más caracterizados por la acusación de violencia de género y, a su vez, el denunciado Alberto decidió dimitir de un instituto inexistente, el Partido Justicialista, cuya sede (Matheu 130) apenas si la visitó una o dos veces y cuya mayor representante, Cristina Fernández de Kirchner, ni debe conocer el domicilio. Algunos ni siquiera le reconocen a la viuda adhesión a los postulados de Perón. Tampoco interesa: la diáspora en esa franquicia partidaria es monumental, el único que anda a los gritos declamando pertenecer a esa fracción es un famoso venezolano, Nicolás Maduro. Momento de risas, escribió el autor del folletín en un costado del texto.

La disparada en el peronismo es monumental, solo Maduro se proclama peronista

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Para completar el desquicio, los expertos sostienen que este vendaval mayúsculo que afecta al peronismo favorece a Javier Milei. Como si fuera un fenómeno asombroso, una profecía sin autor, ya previsto en las estrellas: son construcciones políticas de las fuerzas del Cielo que bifurcan cualquier atención sobre el Gobierno y entretienen al público con otros acontecimientos, sea el escándalo psicótico de Alberto, la desaparición inaudita de Loan o los episodios electorales y desdichados que han sacudido a la República Bolivariana. Entonces, muchos videos atractivos para mirar afuera del Gobierno, mientras se reserva para un círculo reducido los informes sobre la escasez de dólares o la peligrosa suba de la inflación en el distrito porteño. Tembladeral que pasa por una tangente de la opinión pública, olvidándose también de los desatinos con Mauricio Macri o los enconos internos de la Administración que promueven cambios para el mes de septiembre. Otra costumbre de los oráculos argentinos. Si fuera por esos lectores de la borra del café, hace mucho tiempo que Milei se encontraría expatriado o en un loquero. Con frecuencia se confunde el deseo con la realidad, particularmente en política.

La conducta del exmandatario revela un trastorno de despersonalización que se advierte desde hace mucho tiempo, la negación de las evidencias siempre lo definieron. Un especialista podría abundar más al respecto sobre un Alberto Fernández que alguna vez alcanzó la adhesión del 80% de la población (durante la pandemia) y hoy no encuentra ni una mínima voz que lo acompañe, que acepte como cierto lo que expresa, que la culpa es de la otra, la del ojo en compota: teme  por un insulto hasta para salir al palier de un departamento prestado, según él, otra distorsión que arrastra desde que se presentó como candidato. Una dilapidación millonaria de almas, hasta de los interesados que en algún momento lo imaginaron líder para encabezar un movimiento, que hasta podría reelegirse. Parece ahora tan desperdiciado como Cristina, quien según sus fanáticos, fue  víctima de agresiones por parte de Alberto y la creen una reencarnación de Fabiola. Le falta aparecer con el rostro estropeado en una foto, no se considera la causa de las desventuras del personaje que eligió, modeló y apretó a su gusto, junto a una caterva de interesados que daban la vida por Alberto (La Cámpora, en particular), ocupando cargos públicos: el trastorno de la desrealización del expresidente también incluye a otros, no solo al ahora odiado agresor en situación de retiro.

Alberto es un personaje que Cristina eligió, modeló y apretó a su gusto

El mundo se vino abajo para Alberto por culpa del tesoro telefónico que, en materia informativa, guardaba el celular de su secretaria María Cantero, también esposa de uno de sus mejores amigos (el bróker Héctor Martínez Sosa) y dueño de una red de negocios con el Estado en materia de seguros, facilidades que seguramente obtuvo cuando su rubia y pimpante mujer ocupaba la Jefatura de Gabinete con los Kirchner y, más tarde, cuando ocupó la Casa Rosada. A pesar de ese dato tan revelador, Alberto decidió conservar su celular aunque obviamente, alguien le avisó con anticipación que iban a allanarlo en esa búsqueda (al igual que la computadora y otros documentos). Si bien era un alboroto mediático denunciar que lo había perdido, la duración de ese escándalo  hubiera sido menor a la divulgación de confesiones y versos que solía recitar en las madrugadas, ya superado por el sueño, el ámbar de algún líquido y la espiritualidad de su corazón. También hubiera ocultado el vínculo con empresarios, por citar un rubro, como el marido de la Cantero, su compañero de saga Pepe Albistur –cuya esposa Victoria Tolosa Paz salió a defenderlo con capa, espada e irritante desafío– y otros de nota, algunos con los que tuvo contratos en el pasado, a otros que les entonaba canciones en sus cumpleaños o a los que inscribían como asesor en el directorio a su medio hermano Galíndez. Más que medio, un hermano, en verdad: hoy lo acompaña en el exilio interior de una torre, en Puerto Madero.