En los años 90, el joven Alessandro Baricco había encarnado el ideal intelectual italiano, el hijo que toda madre italiana quería tener: era bello, refinado, aparecía en televisión, escribía y sabía bailar. Desde entonces hasta ahora hubo un vacío difícil de llenar: son demasiadas perfecciones juntas en una sola persona. Pero la espera terminó, Italia volvió a encontrar a su hijo pródigo: ser llama Edoardo Prati, se lo suele ver en el programa televisivo Che tempo che fa, escribe, hace entrevistas en el sitio web del diario La Repubblica y está por terminar su primera gira nacional con su espectáculo teatral Cantami d’amore, todos lugares donde nadie espera encontrar a un joven estudiante universitario. Antes de eso, Prati se había vuelto famoso en TikTok, donde tiene más de 300 mil seguidores y donde algunos de sus videos superan el millón de visualizaciones. Los intereses de Prati son los clásicos y la poesía, que lee y comenta apasionadamente. Es admirado por las generaciones más viejas porque viste elegante, es extremadamente educado y tiene un modo particular de hablar y moverse, que recuerda a los intelectuales de otra época. Pero la verdad es que también lo siguen jóvenes de su edad, que lo paran por la calle para sacarse una foto y pedirle autógrafos.
Por ejemplo: Edoardo Prati habla de amor leyendo El banquete de Platón, de dulzura leyendo Vidas de Cornelio Nepote, discute consigo mismo acerca de un pasaje de la Comedia de Dante o de la Jerusalén liberada de Torquato Tasso. Pero también cita a Fabrizio De André y a Lucio Dalla. Y siempre cierra sus intervenciones eficaces con un curate ut valeatis, “cuidate” en latín, la fórmula que antiguamente se usaba para despedirse en las cartas. Su modo de hablar es acompasado y solemne, viste formal y habla con voz profunda, lo que lo hace parecer más a un viejo profesor de Latín que a un tiktoker de veinte años.
Quienes interactúan con él en el programa aseguran que al comienzo pensaban que tenían delante a un extraterrestre, un joven-viejo, o mejor dicho un viejo en el cuerpo de un joven, una especie de Benjamin Button. En el programa Che tempo che fa es presentado como un “humanista”, y hasta eso es algo fuera de época, un término anacrónico,que ya nadie usa. Supongo que usan esa palabra con su consentimiento, lo cual contribuye aún más a su rareza. Pero no deja de ser coherente su negativa a ser llamado “intelectual”, y cuando recalca que ni siquiera se siente un “divulgador” y rechaza el apelativo “influencer”, que a esta altura tiene más connotaciones negativas que positivas. “Yo cuento historias”, dice, “hago que la gente lea libros”.
A todo esto, Prati está cursando Letras Clásicas en la Universidad de Bolonia, donde comparte habitación con una amiga y tiene colgado de la pared, sobre la cabecera de la cama, un mapa del Imperio Romano. Nació en Rimini en 2004 y sus padres se dedican a cosas que no tienen nada que ver con la literatura. Dice que el primer libro que lo hizo volcarse a la literatura fue uno de la serie de Gerónimo Stilton, de la italiana Elisabetta Dami, las historias protagonizadas por un ratón periodista, editor de The Rodent’s Gazette, el diario más famoso de la isla Ratón.
Como ocurre siempre, todo lo que para algunos es encantador para otros resulta irritante: lo acusan de ser banal, una crítica de la que Prati no sabe cómo defenderse. Porque dice que “la banalidad no es una categoría”. Y es la idea de juventud amanerada y dilecta lo que espanta, que se opone a la cantidad de jóvenes maleducados y brutos que arruinan el mundo, pero que de alguna forma lo hacen también más divertido e imprevisible. Porque lo que está arruinando a Prati es su previsibilidad. Tal vez haya llegado el momento de introducir algún cambio. ¿Cuál? No tengo la más mínima idea.