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El VAR atenta contra el espíritu del fútbol

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Nuevo dios. La tecnología deshumaniza al deporte. | cedoc

Todas las fechas hay discusiones sobre el desempeño de los árbitros y del VAR. Hay hasta secciones en los medios (los resúmenes de “polémicas”) y es parte de la conversación cotidiana de los futboleros. Más allá de los pintorescos “este nos roba” y cosas por el estilo, casi seis años después, y dos mundiales de por medio, ¿es posible hacer una evaluación del impacto del VAR? Por dar solo un ejemplo: en el Mundial de Rusia en 2018, el primero en que se aplicó, se cobraron 29 penales, mucho más que en cualquiera de los mundiales anteriores. Podríamos detenernos en muchos otros casos y en los cambios que el VAR introdujo en el juego, pero tal vez sea mejor pensar las transformaciones y, por llamarlo de algún modo, la “ideología” que subyace al VAR.

Pero antes, permítanme decir que yo venía estando muy de acuerdo con los principales cambios en el juego que había introducido la FIFA. Al menos dos fueron muy favorables. Uno, la doble amarilla. Pienso en, por citar un caso, Passarella, el mejor 6 que vi en mi vida. ¿Cuántas expulsiones habría tenido si en su época hubiera existido la doble amarilla? Sin dudas, muchas, muchas. El otro, que el arquero no pueda agarrarla con las manos ante un pase de un compañero. Eso dinamiza el juego, impide que se haga tiempo e, incluso, hasta obligó a mejorar la técnica de los arqueros.

En esa tradición de cambios es que surge el VAR con la idea, creo, de hacer al fútbol más justo. Un cambio ya no en la dinámica del juego, sino en una búsqueda de impartir justicia. Para eso se apoya en el nuevo Dios de la época: la tecnología. Se introduce la tecnología bajo el modo de lo inapelable, lo infalible, tal como ocurre en otros deportes, en general de tradición norteamericana. Y ahí surge el primer problema: la tensión entre la mediatización norteamericana, que pone a la tecnología en el centro ya no del deporte sino de la vida cotidiana, y el espíritu del fútbol, ajeno a esa tradición. Que se cobre offside por 5 centímetros, por un hombro o una rodilla adelantada, ¿es justo o injusto? Es una justicia que opera contra el espíritu del fútbol, contra la inclusión del error como parte del juego, como parte esencial me animaría a decir.

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En un viejo poema dedicado al ajedrez, Borges escribe: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza./ ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza?”. Menos religiosa, la pregunta sería: El VAR controla al árbitro, ¿quién controla al VAR? La utopía del VAR es la de controlarse solo. Por supuesto que está manejado por humanos (ellos también árbitros) que, por lo tanto, pueden (y suelen) equivocarse. Pero la lógica del VAR es la de la tecnología controlando a los humanos. Eso no es lo propio del fútbol. Cobrar un offside por 5 centímetros es de alguien que no entiende del juego. ¿Pero podría entenderlo un video, una tecnología como el VAR? En una época de profunda deshumanización (¿qué otra cosa es la inteligencia artificial?), el VAR apunta a profundizar esa situación. Cobrar un offside por un hombro no es hacer justicia, es querer convertir al fútbol en otra cosa.