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El tiempo y tus pasos

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Dalí. En los relojes la medición temporal pierde su significado. | cedoc

El tiempo siempre ha sido un dilema, un objeto de estudio, tanto para la filosofía como para las religiones y las diversas culturas.

El pasado, el presente, el futuro, la eternidad, la vida y la muerte. El día y la noche, la medición, la duración, los ciclos.

El tiempo es una invención humana. Para algunas religiones tiene que ver con el momento de la creación, pero también con la trascendencia, la eternidad del infinito. El tiempo es una línea recta, con un principio, pero sin un fin.

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Para otras creencias el tiempo es un círculo.

Para Aristóteles, es una gran paradoja. Es un “fue” que ya no es. Es un “ahora” que no es; “el ahora” que no se puede detener y es un “será” que todavía no es.

San Agustín tenía una particular forma de encarar el tema. Él decía “cuando no me preguntan lo que es el tiempo, lo sé, pero cuando me lo preguntan, ya no lo sé”. Sabe lo que es el tiempo cuando no tiene que decirlo.

El tango Los Mareados dice: “hoy vas a entrar en mi pasado”. La frase, como una síntesis, describe las tres partes clásicas del tiempo: presente, futuro y pasado.

El tiempo es una obsesión en la literatura, en el cine, en la pintura. La máquina del tiempo de H. Wells es, acaso, una de las novelas más populares de los viajes en el tiempo, como Volver al futuro o Terminator son películas emblemáticas de travesías transtemporales.

Los relojes derretidos de Dalí nos muestran que la medición temporal va perdiendo su significado.

Para los griegos clásicos hay dos conceptos, el “Kairós”, que es el lapso, el momento adecuado y oportuno, y el “Cronos” que es el tiempo de transcurrir humano. El Kairós es de naturaleza cualitativa y el Cronos es cuantitativo, se lo puede medir (cronómetro).

El ciudadano desconocido

La ansiedad es amiga del Cronos y atenta contra el Kairós. “Quiero tiempo, pero tiempo no apurado, tiempo de jugar que es el mejor”.

Pero cada uno/a de nosotros tiene su tiempo, el de su uso, el de sus promesas, de sus predicciones, de sus proyectos, de sus miserias, amores y frustraciones.

Los países tienen su tiempo, con sus picos y sus pozos. Los aztecas, los mayas, los incas, los egipcios, los griegos, los romanos.

Al tiempo argentino, desde esta actualidad, parece como que siempre le estamos tomando el pulso. Desde Mayo de 1810 y la Independencia. Unitarios y federales. Rosas. Generación del 37. Constitución. República liberal. La democracia integradora de la UCR, la década infame. Peronismo. Los golpes militares y la dictadura. El retorno democrático y siguen los vaivenes.

El tiempo de un país trasciende al tiempo de cada uno de sus habitantes. La vida de la Argentina es más larga que la propia. Este tiempo, el presente, contiene nuestros tiempos personales. Lo que pasa en este suelo repercutirá en lo que le suceda a cada compatriota.

Tenés razón

La política también tiene sus tiempos y cada fragmento ideológico y/o partidario lo posee. El oficialismo está aprovechando el tiempo de su reciente triunfo electoral, con el entusiasmo de los números, pero con las dificultades de la evidente inexperiencia e improvisación a la hora de gobernar.

La oposición no es una. Está lejos de tener unidad y cada fracción transcurre en los tiempos de sus propios problemas.

Lo que se hace evidente es que el tiempo de muchos dirigentes se está agotando y, en ese consumirse, van arrastrando y confundiendo las ideas de sus partidos o sus divisiones.

El tiempo personal debería estar al servicio de la idea atemporal, pero las personas siempre pretendemos estar más adentro que afuera.

Los ciudadanos entendemos las dificultades de la Argentina de este tiempo y sabemos que estamos en horas de sacrificios y privaciones, pero en este transcurrir, en algún momento, querremos vivir mejor.

En definitiva, el tiempo es el único bien que poseemos y no queremos que malgasten lo que nos queda. El tiempo es veloz, por eso las metas deben ser precisas.

*Convencional Nacional UCR.