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El rostro machista del ajuste

Una multitud volvió a decir “basta” y “aquí estamos” para construirse en otro futuro.

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juntas. Una multitud volvió a decir “basta” y “aquí estamos”. | pablo cuarterolo

No fue un paro más, aunque el ritual ya cuente en su haber con tres años de historia y décadas de lucha. Las mujeres pararon para no detener su marcha, para visibilizar que ese orden patriarcal, desigual, injusto, está resquebrajado en su fachada, pero sostenido en sus cimientos. La batalla “dialéctica” que se viene librando en el Congreso se dirige a su principal interlocutora: “la calle”. El feminismo la ocupa física y conceptualmente, como protagonista indiscutido de un tiempo en el que a cada “avance” se lo intenta neutralizar con un “nuevo” retroceso.
Alejada de la solemnidad y amparadas en convicciones y certezas, la marea que hoy se representa en los pañuelos verdes, pero que es multicolor en la diversidad y amplitud de sus reclamos, ocupó un territorio al que ya reconoce como propio. La masividad y horizontalidad con que el movimiento de mujeres ha sabido construirse, cuestionando viejas fórmulas y reinventando otras, confluyó en un 8M renovado en su convocatoria y recargado en su agenda. Las multitudinarias asambleas realizadas en febrero concluyeron que en el tercer Paro Internacional de Mujeres debían retumbar reclamos como “basta de femicidios, lesbicidios y travesticidios”, sumados al repudio a la familia heteropatriarcal y el confinamiento doméstico, la clandestinidad del aborto, contra el abuso sexual de los machos en posición de poder, la criminalización de lxs migrantes, la justicia patriarcal, el empobrecimiento y el endeudamiento que también redundan en la feminización de la pobreza.
 Con derechos adquiridos “amenazados” y con los “movimientos antiderechos” tratando de frenar un avance indetenible, la demostración de fuerza a lo largo del planeta despejó cualquier duda: no se trata de suavizar el patriarcado sino de derrumbarlo. Ellas desean ser libres e iguales, quieren revolucionar sus vidas y, lo que es más importante, están dispuestas a hacerlo.
La derecha es consciente de que debe dar esa batalla. Las políticas económicas neoliberales que acrecientan la concentración y la desigualdad entre ricos y pobres amplían también la desigualdad de género. El ajuste castiga duramente a las mujeres: el 36% de las argentinas trabaja en negro, cobran un 25% menos y la tasa de desempleo es 2,6% más alta. Las cifras mundiales tampoco son alentadoras. Según la OIT las brechas entre trabajadores y trabajadoras no se han reducido “de forma significativa” en más de 20 años. Las mujeres son marginadas y ocupan la mayoría de los trabajos peor pagos e inseguros. Sin embargo, la conquista de la paridad laboral parece ardua: a este ritmo llevaría unos 170 años.
Días atrás, el presidente Mauricio Macri desplegó una oratoria que agradó a un puñado y terminó de irritar el ánimo de una mayoría que oscila entre el hartazgo y la impaciencia. Empecinado en destacar sus logros “invisibles”, se atrevió a pontificar en materia de género. Osadía si las hay. Su gobierno enfrenta una violencia que no cesa –hubo 54 femicidios en lo que va del año– con $ 11 pesos por día por mujer. O la contraposición entre su repudio discursivo y la inacción del Estado Nacional ante la crueldad e ilegalidad a las que se sometió a las nenas tucumana y jujeña de 11 años violadas y embarazadas.  
 Discurso y realidad, o marketing y política, son las variables más controvertidas de cara a octubre. Las primeras elecciones legislativas con paridad de género deberían traducirse en una agenda feminista más potente en la campaña y en el futuro Congreso. También habrá polarización y oportunismo. Pretender “emular” a Bolsonaro o ser bendecidos por Trump con el fin de retener votantes implica oponerse o ignorar la “ideología de género”. Cambiemos deberá hacer malabares entre conformar un núcleo duro expresado en los pañuelos celestes y una marea enorme de jóvenes que no “predican” el “cambio” sino que lo ejercen.
 Una multitud volvió a decir “basta” y “aquí estamos” para construirse en otro futuro. Y es que “el feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente”, decía Simone de Beauvoir, siempre sabia.
 
  *Politóloga. Experta en Medios, Contenidos y Comunicación.