En estos días se me hizo presente la canción de María Elena y todo el significado que ella tiene. En Argentina es muy evidente. Un gobierno autoritario que se ufana no solo de usar la motosierra para acabar con programas, instituciones y leyes, sino que además usa la guillotina para destituir a propios y ajenos, cuando no hacen lo que se les exige.
Lo más grave es que no se sabe qué se les exige, hasta que los guillotinan. Entonces, así como la motosierra, corta al voleo, pero corta y elimina puestos de trabajo, instituciones, programas y todo lo que considera que sobra sin atender a las consecuencias, o mejor dicho, regodeándose en el sufrimiento que causa. Ahora, la guillotina, que es una forma de “disciplinar” a los propios o no tan propios, pero que fueron confirmados.
Es un gobierno autofágico, que decapita funcionarios muy próximos o propios y otros no tanto, pero siempre con un mismo objetivo: la obediencia ciega e irrestricta. La guillotina la maneja el jefe, o sea Karina Milei, y la motosierra Javier Milei; entre ambos hermanos usan y abusan del poder sin reparos ni atenuantes.
Esto no es algo que hemos visto antes en el país, si bien siempre ha habido movimiento de funcionarios, no con estas características. Lo más grave es la aceptación de los guillotinados y del resto de la sociedad; siempre todo justificado con el desastre del gobierno anterior. Esto aún les permite operar así. Se naturalizaron el abuso y la represión, algo grave.
La otra característica es el ejercicio de la ilegalidad. Ilegalidad que, si bien se inició en el gobierno nacional, ahora se ha ido generalizando. Ilegalidad que significa eliminar programas establecidos por ley a través de decretos, muchos de los cuales se basan en la primera ley madre –la Bases– que tanto le costó al Gobierno aprobar, pero que en realidad nos está costando muy caro a todos los argentinos en términos de bienestar, vigencia de derechos y supervivencia.
Jorge Macri, en la Ciudad de Buenos Aires, ha copiado el modelo; entonces cambió la estructura del Consejo de Niñas, Niños y Adolescentes, creado por ley, a través de un simple decreto. También eliminó la Subsecretaría de la Mujer; la degradó a Dirección, achicada y llevada a su mínima expresión. Parece que es una enfermedad contagiosa que afecta a todos los gobernantes.
Cuando miramos otros países de la región, el panorama no es alentador. Perú está sumido en el caos político desde hace varios años, Colombia está entrampada en unas diferencias dentro del mismo gobierno que debilita su gestión, con renuncias públicas y denuncias dentro del propio gobierno. Ecuador, empantanado en elecciones que no dan salida esperanzadora; el actual presidente y la candidata heredera de Correa parecen ser lo único posible; o sea, sigue todo igual.
En Centroamérica, hasta Costa Rica, un país modelo en muchos sentidos, está ahora con un gobierno conservador y religioso, algo impensable hace un par de años. Y si seguimos subiendo, Estados Unidos no puede sorprendernos más. Hasta Milei queda chico frente a Trump.
Lo de Groenlandia fue la sorpresa antes de asumir y, lo que parecía imposible era verdad, y debe seguir siendo un tema que trabaja Trump personalmente. Mientras eso ocurre, implementa la guerra de aranceles, que parece una forma de extorsión para doblegar a los países en forma bilateral, que se disipa cuando los gobiernos aceptan y buscan negociaciones, como ocurrió con México.
La deportación de inmigrantes es lo más indigno e inhumano que está haciendo, y rehabilitar Guantánamo es terrible. Hasta el papa Francisco lo denunció, pero nada cambia la posición de Trump.
Milei sigue sus pasos, sin recibir ninguna ventaja. Los aranceles no nos los perdonan y además se basa en la balanza comercial del año pasado, que no es representativa del intercambio comercial con EE.UU. Hoy recordemos a María Elena Walsh y cantemos: ¡El reino del revés!