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Primer latinoamericano

El mundo despide a Francisco, un Papa histórico

Un Papa que rompió moldes y eligió el camino de la calle antes que el del poder. No buscó agradar sino marcar el rumbo en un mundo que pide coherencia.

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El obelisco está iluminado con la imagen del difunto Papa Francisco en Buenos Aires el 24 de abril de 2025. | AFP

Un Papa que habló de fe, justicia y fraternidad con lenguaje del siglo XXI. Cuando Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa en 2013, el mundo presenció una escena que desentonaba con la tradición vaticana: un hombre sencillo, vestido de blanco sin ornamentos, pidiendo en silencio que recen por él. Ese gesto fue el preludio de un pontificado que buscó desarmar privilegios, abrir ventanas y, sobre todo, incomodar.

Los principales diarios del mundo lo anunciaron con titulares que marcaron el inicio de una era distinta:

  • El País (España): "Primer latinoamericano y primer jesuita en dirigir la Iglesia católica".
  • Le Monde (Francia): “El primer Papa venido de las Américas”.
  • The New York Times: “El primer Francisco, el primer latinoamericano, el primer jesuita".
  • Folha de São Paulo (Brasil): “Bergoglio es el primer Papa latinoamericano".
  • El Mercurio (Chile): “Se formó en seminario jesuita de Chile”.
  • Daily Mirror (Reino Unido): “El primer no europeo en mil años en dirigir la Iglesia”.

Francisco pensaba que a él lo iban a liquidar antes

¿Cumplió su sueño Francisco?

Propuso una Iglesia menos autorreferencial, volcada al mundo real. Habló de “una Iglesia en salida”, de curas que deben salir a buscar a la gente. Y él mismo dio el ejemplo: visitó cárceles, campos de refugiados, zonas de guerra. Nunca dejó de hablar de los excluidos, aunque eso le costara críticas y descalificaciones.
Reivindicó una fe más humilde, que no niega el dolor ni se esconde detrás de ritos vacíos. Reformó la curia romana: racionalizó ministerios, impuso límites financieros, obligó a los cardenales a rendir cuentas, auditó como nunca el IOR (banco del Vaticano) y cerró rutas opacas de financiamiento.

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Fue también un constructor de puentes. Promovió el diálogo interreligioso con líderes musulmanes, judíos, hindúes, ortodoxos. Histórico fue su encuentro con el gran imán de Al-Azhar y con el Patriarca de Moscú. No buscaba uniformidad: buscaba fraternidad. “Somos todos hermanos”, decía.

¿Hacia el primer Papa negro?

Francisco plasmó en tres encíclicas fundamentales, Evangelii Gaudium (2013):

Un llamado a renovar la misión evangelizadora con alegría, cercanía y compromiso social. Denunció la desigualdad económica como raíz de muchas injusticias.

Frase clave: “Prefiero una Iglesia accidentada por salir a las calles, que enferma por encerrarse en sí misma”.

Laudato Si’ (2015): La primera gran encíclica ecológica de la Iglesia. Denunció el extractivismo, el sistema económico que prioriza la ganancia sobre la vida, y propuso una “ecología integral”. “Todo está conectado.”

Fratelli Tutti (2020): Inspirado por San Francisco de Asís, propone una fraternidad sin fronteras, más allá de nacionalismos, odios y polarizaciones.

Frase clave: “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana.”

Debemos suma también Amoris Laetitia, una exhortación apostólica que pidió una mirada pastoral y compasiva sobre temas como el divorcio o la homosexualidad.

Propuso "acompañar, discernir, integrar", y entender que no todos los caminos de fe caben en una sola norma.

El legado del Papa Francisco

Canonizó a figuras incómodas para el poder, como Óscar Romero, asesinado por denunciar la pobreza en El Salvador, y Carlos de Foucauld, místico del desierto.
Impulsó el Sínodo de la Amazonía, y sentó en la mesa del Vaticano a pueblos originarios. Nombró cardenales de África, Asia y América Latina, desplazando el eurocentrismo. Designó por primera vez a una mujer, Nathalie Becquart, con voz y voto en el Vaticano.

No esquivó la verdad: expulsó a clérigos y jerarcas acusados de abuso, incluso al poderoso cardenal McCarrick. Y fue donde nadie iba: Irak, Sudán del Sur,

República Centroafricana. Un Papa que eligió el barro antes que el mármol.

Francisco no se calló frente al capitalismo salvaje, ni ante el armamentismo, ni ante la indiferencia europea frente a los migrantes. Habló contra el “dios dinero” y contra los muros. Pidió perdón por pecados ajenos. Enfrentó al ala dura del Vaticano con valentía.

Lo llamaron comunista y conservador. Peronista y neoliberal. Kirchnerista y macrista. Progre y antiderechos.

Lo cierto es que nunca encajó en ningún molde.

Y eso, en un mundo de etiquetas y trincheras, es lo más revolucionario que pudo hacer.

Papa Francisco: llorarlo es poco

Francisco: tomalo o dejalo

No buscó ser popular. Buscó ser fiel.

No se arrodilló ante el poder. Se inclinó ante el dolor.

Fue amado y resistido. Celebrado y difamado. Pero jamás fue tibio.

Su papado fue una brújula en medio de la tormenta.

Y como toda brújula verdadera, no buscó agradar, sino marcar el norte.

Hoy algunos ratifican su admiración.

Otros, tal vez, vuelvan a repensar sus viejos calificativos.

Lo cierto es que el futuro y la historia juzgarán su legado.

Nosotros solo podemos reconocerlo… o negarlo.

Tómalo o déjalo.

Pero ya nadie podrá decir que no lo vio venir.

RM

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