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El malentendido (I)

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De Occupy wall street en 2011 a Qanon 2020/4: “Somos el 99%” gritaban por el 1% más rico que se quedaba con todo el crecimiento. Hoy apoyan al 1%. | workers.org/cedoc

Antes de que se pensara en que siquiera pudiera existir una pandemia, pero no hace tanto, entre 2008 y 2011, disparado por el efecto de la crisis de las hipotecas pero algo que se venía cocinándose a fuego lento desde antes, el descontento mundial sobre cómo estaba evolucionando el capitalismo era similar al actual. Pero los remedios a aplicar que generaban más consenso eran opuestos a los que las mayorías de Estados Unidos y Argentina votaron preferir. 

El 17 de septiembre de 2011 comenzó en el Downtown de Manhattan el Occupy Wall Street, que se extendió a los distritos financieros de Londres, París, Berlín y se contabilizaron más de setecientos Occupy en las principales ciudades del mundo, protestando contra la pérdida de poder adquisitivo de la mayoría de las personas bajo el lema “Somos el 99%”, que remarcaba que el crecimiento de las fortunas del 1% más rico del planeta era responsable de haber empeorado la distribución de la renta.

Por entonces, la literatura económica más mencionada era El capital en el siglo XXI, del economista francés Thomas Piketty, quien explicaba con detallada documentación estadística cómo se había producido una regresión en la distribución de la renta desde la consolidación en los 90 (a partir de la implosión del comunismo) de la aplicación de las recetas desreguladoras de la tercera ola conservadora iniciada con Tatcher/Regan en los 80. La primera en la década de 1920 tras la Revolución rusa, la segunda en la década de 1950 con el macartismo en el ciclo nuclear de la Guerra Fría, la tercera con las ideas del último gran economista de la Escuela Austríaca, Friedrich Hayek en los 80, y la cuarta está extendida con Trump, Bolsonaro, Milei, Meloni, Orban, el Partido por la Libertad holandés y Alternativa para Alemania, ambos de ultraderecha.

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Es más, en la efervescencia entre 2008 y 2011 el fenómeno político que ejercían las redes sociales era explicado como favorecedor del aceleramiento de ideas progresistas como #MeToo (en MySpace en 2006) y después #BlackLivesMatter o catalizadores de levantamientos contra dictaduras como las de la Primavera Árabe. Obama vencía dos veces a los republicanos de George Bush, en Brasil y Argentina eran  reelectos Lula y Cristina Kirchner. 

¿Qué sucedió para que en alrededor de 15 años se pasara del Occupy Wall Street a la ocupación del Capitolio entre otros por QAnon regresando ahora en 2024? En QAnon el Anon es de anónimo en internet, también otra desviación  opuesta de los Anonymous de 2007 que con máscaras de Guy Fawkes se sumaban a los Occupy con la ideología progresista antimonopólica de Wiki-Leads y lanzaron ataques contra Amazon, PayPal, MasterCard, Visa y mas tarde a los por entonces más ricos de EE.UU. David y Charles Koch, acérrimos republicanos y en 2016 le declararon la guerra a Donald Trump cuando se postuló para precandidato del Partido Republicano.

La explicación es que los gobiernos demócratas norteamericanos, socialdemócratas europeos y peor aún las silvestres formas de seudoprogresismo latinoamericano tampoco encontraron la medicina para revertir la concentración mundial de la renta, en gran medida por ser un fenómeno mundial como bien lo explicaba Thomas Piketty respecto del problema de los impuestos. Y lo mejoró en su libro El capitalismo de la fragmentación Quinn Slobodian al mostrar que a principios de la década de 1970 había menos de cien zonas económicas especiales en todo el mundo y hoy, tras aquella tercera ola conservadora, hay casi seis mil donde no se pagan impuestos o se lo hace en mínima proporción (bit.ly/reportaje-slobodian).

Y quien vuelve a explicar nuevamente mejor este fenómeno de concentración de la riqueza es Yanis Varoufakis, escritor de más de una docena de libros, economista y exministro de Economía de Grecia entre enero y julio de 2015, breve período en el que no se le permitió implementar el plebiscito votado por 60% de los griegos para renegociar la deuda externa. Lo hace en su último libro que lleva en su titulo ya toda la explicación: Tecnofeudalismo, el sigiloso sucesor del capitalismo.

Para Varoufakis el problema de los países es que solo pueden controlar el territorio material de sus países, donde están las industrias, las máquinas, los comercios físicos, los bienes inmobiliarios pero el nuevo territorio donde se produce la mayor parte de la renta es la nube. 

En el feudalismo también había mercados y ganancia pero en lugar de la tierra los nuevos señores feudales son los señores de la nube, El capital (de Marx) es el capital de la nube, donde se producen la gran mayoría de las transacciones y, más aún, el capital de la nube se produce sin asalariados, sin siquiera  apelar a la plusvalía de una explotación laboral. 

Para Varuofakis vivimos la era del tecnofeudalismo del “que los demás somos siervos como en la época del medioevo. Es el nuevo sistema de explotación  que está detrás del aumento de la desigualdad”.

“Las plataformas de comercio parecen mercados pero no lo son, son feudos, los propietarios del capital material, bancos, industrial también se han convertido en vasallos de los dueños del capital de la nube”.

La desterritorialización de las transacciones reduce el papel de los gobiernos, salvo y muy limitadamente el de los Estados Unidos y menos limitadamente el de China, donde tienen sede las grandes tecnológicas y los grandes mercados. Solo cuatro tecnológicas tienen más Producto Bruto que toda Europa.

Pero el gran mal entendido es que los votantes que se revelaban hace 15 años al empeoramiento en la distribución de la riqueza, frustrados por la impotencia de los gobiernos no autoritarios, están votando a líderes autoritarios como Trump, Milei o Meloni que adoran a Elon Musk. Recuerdan la frase de Lenin sobre los comerciantes rusos de comienzo del siglo XX: “Qué ingenuos (ignorantes) estos capitalistas, hacen negocio vendiéndonos las sogas con las que los vamos a ahorcar”.

 

Continúa mañana.