COLUMNISTAS
DESPUÉS DE LA PANDEMIA

El iluminismo y la magia

No es posible progresar aislándose, combatiendo al capital, despreciando los problemas de la gente y dedicándose a pelear con otros políticos, en vez de pensar cómo enfrentar la catástrofe que se avecina.

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Donald Trump. | Pablo Temes

Tal vez la lucha entre el iluminismo y el romanticismo explican mucho de lo que pasa en el mundo. Algunos políticos piensan poco y se guían por creencias mágicas. A pesar del éxito del método científico que está llevando a la humanidad a una etapa superior, no contrastan sus creencias con la realidad y viven en burbujas que les llevan a tomar decisiones equivocadas.

El problema se agrava cuando los mandatarios sufren el síndrome de hubrys que estudió David Owen, en su libro En el poder y la enfermedad. El Presidente y funcionarios de menor cuantía se endiosan, saben todo, hacen lo que dictan sus intuiciones y no lo que manda la razón, es el segundo elemento que conduce a la tragedia.  

Algunos mandatarios entienden la necesidad de formar con equipos de gente capacitada que les asesore, promueven la meritocracia. Así funcionan las grandes empresas y corporaciones que manejan el mundo: forman equipos con la gente más preparada y capaz que pueden encontrar y trabajan de manera horizontal, tratando de que cada uno desate su imaginación para que aporte más al proyecto.

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En el mundo de la política, la magia y el hubrys envenenan a muchos líderes.

La semana terminó con una noticia que conmovió al mundo. Donald Trump apareció en la televisión, caminando decaído, con el barbijo que debió usar siempre, para abordar un helicóptero de la marina que lo trasladó al Walter Reed National Military Medical Center porque padece coronavirus. ¿Cómo el Presidente del país más poderoso del mundo, que cuenta con una legión de personas que lo cuida, termina derrotado por lo que creía que era una gripe sin importancia que desaparecería con el clima? El incidente ocurre cuando quedan 30 días para las elecciones y por tanto Trump, en el mejor de los casos, perderá la mitad del tiempo de su campaña. Quienes estudiamos los procesos electorales sabemos cuán vital es el tiempo para ganar.

Hay algunos políticos que piensan poco y se guían por creencias mágicas

Todo se agrava porque, aparentemente, el contagio se produjo cuando Trump presentó a su candidata a la Corte Suprema de Justicia Amy Coney Barrett en los jardines de la Casa Blanca, acompañado de muchos de los principales líderes del Partido Republicano que no usaron barbijos, ni respetaron la distancia social que todos los médicos y científicos del mundo aconsejan. Las sillas estaban una junto a la otra y varios de los que terminaron enfermos estaban sentados cerca. Entre los infectados están Donald y Melania Trump, los senadores, Mike Lee y Thom Tillis, la asesora del presidente, Kellyanne Conway, el rector de la Universidad de Notre Dame, padre John Jenkins. Varios de ellos aparecen en videos en los que ve mientras que se abrazan  y besan entre sí.

El superficial marketing político ayudó a que las cosas salgan peor. Para “preservar la imagen” del gobierno, Trump prohibió que se usen tapabocas dentro de la Casa Blanca. Se desató una ola de pánico entre quienes trabajan en la sede del Gobierno y se hacen listas de sus últimos visitantes para hacerles pruebas. Bill Stepien, director de campaña de Donald Trump, quien lo acompañó al debate con Joe Biden, Hope Hicks, una asesora que estuvo en varios viajes durante la semana, la presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel, están infectados. Tuvieron también un resultado positivo dos periodistas y un miembro del personal encargado de la comunicación. La asociación de corresponsales de prensa de la Casa Blanca pidió a sus socios evitar la sala de prensa y sugirió que usen una máscara en todas las circunstancias.

Impotencia. No se puede entender cómo Trump tuvo tantas conductas irresponsables si no fuera porque la magia suele doblegar a la razón. Es obvio que Trump estaba informado de lo que decían los científicos. Al empezar la pandemia le acompañó Anthony Fauci el mayor experto en enfermedades infecciosas de los Estados Unidos. Médico e inmunólogo, estudió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cornell, tiene decenas de reconocimientos académicos. Se hizo famoso en los ochenta, cuando impulsó las investigaciones en  contra del sida. Con 79 años de edad, afirma que esta pandemia es lo peor que afrontó en su vida, especialmente por la irracionalidad de algunos políticos, entre los que está el Presidente.

Dijo “Nunca me he sentido impotente. Impotente significa que no puedes hacer nada, y hay un montón de cosas que se pueden hacer, que están en nuestras manos. Tampoco me deprimo. Soy científico y director de un centro nacional de investigación, por eso no reacciono a la pandemia de una forma emocional, sino adoptando medidas de protección de la salud. Tampoco me desmoralizo nunca. Soy un optimista prudente. Un realista. Mantengo una postura totalmente apolítica. Soy médico, me dedico a cuestiones de salud pública. Absolutamente nunca me inmiscuyo en temas políticos. En cuanto lo haces, ya puedes ir olvidándote de tu credibilidad como científico y como director de un centro estatal de investigación”.

Fauci fue desplazado progresivamente de las conferencias de prensa de Trump, ahora habla solo esporádicamente con el vicepresidente. Es lo usual con los líderes que creen en la magia. Les fastidia la opinión de los que piensan, hablan solo con quienes ratifican en sus creencias.

Sin el síndrome de hubyrs y la fe en supersticiones, no se puede explicar que en el Palacio Presidencial se haya prohibido que se tomen medidas mínimas de precaución para prevenir la pandemia, y que se organice en el el Jardín de la Rosas una reunión como e sa. Para que la irracionalidad sea total, Trump pudo invitar a la Vicepresidente que gobierna Nicaragua para que haga un conjuro con sus amatistas y ponga en fuga al virus. No importa mucho si los líderes se dicen de izquierda o derecha, lo central es saber si piensan o simplemente creen en supersticiones.

América Latina. Según la Cepal, América Latina sufrirá la peor recesión del siglo, la economía se contraerá 9,1% este año y el desempleo alcanzará el 13,5%. El Banco Mundial advirtió que hasta 100 millones de personas más caerán en la extrema pobreza en la región.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas estima que en nuestros países el hambre se incrementará en aproximadamente 270% en los próximos meses. Es probable que ese incremento de 4,3 millones de personas con hambre antes de la pandemia, a 16 millones, sea la más pronunciada del mundo.

Argentina es el único país en que hay dirigentes que creen que ser pobre es maravilloso

En su momento Argentina y Cuba fueron países a los que venían los europeos pobres a “hacer la América”, trabajaban unos años y volvían a su casa con unos ahorros. Ahora, gracias a las políticas erradas, son dos países a los que nadie quiere emigrar y buena parte de su población quiere irse. Cuando nuestro socio Roberto Zapata coordina grupos de discusión, al finalizar la reunión, se acercan jóvenes que, animados por su acento español, le preguntan si puede ayudarlos a  emigrar.

Ese deseo de irse se incrementó en estos meses: según investigaciones confiables, ocho de cada diez argentinos se irían del país si pudieran. Desesperanza, incertidumbre, falta de horizonte e incapacidad de progresar, son las razones que esgrimen cuando se les pregunta porqué quieren irse.

El psiquiatra Harry Campos Servera dijo en RePerfilAr: “Estamos viendo en jóvenes, sobre todos aquellos que tienen mérito y piensan que a través del trabajo pueden mejorar su vida, que están teniendo una fantasía colectiva, de hacer el proceso inverso que hicieron sus abuelos que vinieron a la Argentina como tierra de esperanza”. Es muy comprensible que ocurra esto porque Argentina es el único país del mundo en el que algunos de sus máximos dirigentes creen que ser pobre es maravilloso y que es malo estudiar y superarse porque “quien razona con la lógica humana, la de los méritos adquiridos con su propia habilidad, pasa de ser el primero a ser el último”.

Elección. Por primera vez en la historia, los países pueden elegir entre ser pobres o prósperos casi sin limitaciones. Antiguamente solo podían pretender ser ricos países como Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda, Argentina, que tenían una enorme cantidad de recursos. La Cuarta Revolución Industrial hace que la principal fuente de riqueza sea la inteligencia y la preparación.

Incluso un país que quedó arrasado por la invasión norteamericana como Camboya, con el 40% de su territorio inutilizado, crece a un ritmo interesante promoviendo el emprendedorismo.   

En el mundo globalizado se sabe cuáles son las políticas económicas que crean empleo y fortalecen la economía y cuales son las que empobrecen.

Si comparamos lo que pasa con Alemania y Venezuela o lo que ocurre con Corea del Sur y Corea del Norte, se entiende fácilmente el problema.

No es posible progresar aislándose, combatiendo al capital, despreciando los problemas de la gente y dedicándose a pelear con otros políticos, en vez de pensar cómo enfrentar la catástrofe que se avecina.

Los magos creen que pueden terminar con la pobreza combatiendo a la riqueza, repitiendo fórmulas que llevaron a la catástrofe a todos los países en los que se implantaron, porque “somos únicos”, nuestro país está conformado de antimateria y todas las leyes de la física se invierten. Sería bueno aprender a pensar.

 

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.