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Embarazo adolescente

El gran reproductor de la pobreza

Ser madre en la adolescencia no solo trunca la trayectoria educativa, sino que tiene un papel crucial en la reproducción de la pobreza de la menor y del país en general. Educación y embarazos jóvenes están correlacionados. Quienes dejan la escuela, tienen más chances de quedar embarazadas. Y quienes quedan embarazadas, dejan la escuela. Un plan público que hasta ahora, tuvo un impacto positivo en este fenómeno, corre el riesgo de desaparecer.

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En 2022 -último dato oficial publicado- se registraron en el país más de 47.600 nacimientos de madres menores de 20 años. En la última década, Argentina logró reducir los embarazos adolescentes en un 60% y, si bien la tendencia es a la baja, y el promedio de los embarazos adolescentes en Argentina está por debajo del promedio de América Latina (en la región el registro supera los 66,5 por mil), el número de nuestro país se encuentra por encima del promedio mundial (46 por mil), y por encima de países como Uruguay o Chile. 

Desde 1980 que la tasa de fecundidad adolescente tardía (15 a 19 años) descendió de desde 80 nacimientos por mil adolescentes hasta 56.7 por mil en 2003, según datos del Ministerio de Salud, Educación y Desarrollo Social.

Los porcentajes varían en cada provincia. Por ejemplo, para 2017 eran de 20,24 por mil en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero 82.5 por mil en Formosa y en Chaco y 81.4 en Misiones. 

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Nuevamente a nivel país, la tendencia a la baja se confirmó en 2017, cuando se implementó el Plan ENIA, Plan para la Prevención del Embarazo no Intencional en la Adolescencia. “En cinco años se redujo significativamente la tasa de fecundidad adolescente. Una experiencia excepcional en América Latina”, celebra Silvina Ramos, socióloga, investigadora del área de salud del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) y primera coordinadora del Plan. “El Plan ENIA vinculaba el servicio de salud con la escuela. El personal sanitario iba a las secundarias e informaban y facilitaban que fueran atendidos sin pedir turno”, agrega la médica feminista y fundadora de FEIM, Mabel Bianco.
 

El huevo o la gallina. Un estudio realizado en 2014 por dos investigadoras. Georgina Binstock y Mónica Gogna, mostró que más de la mitad de las adolescentes madres estaban fuera del sistema educativo al momento del primer embarazo (55%). A la vez, Unicef explicó que solo el 20% de las madres de 19 años finalizaron sus estudios secundarios, frente al 56% entre quienes no han sido madres. Además, de cada 10 adolescentes que asistían al momento del embarazo, seis abandonaron la escuela. Los motivos manifestados, según diferentes informes, son “no querer estudiar” y el temor a la discriminación (efectiva o anticipada). 

La maternidad temprana es la causa principal de deserción escolar en el nivel secundario. Entre las adolescentes menores de 19 años que tuvieron hijos, sólo el 40% logró terminar el secundario, según Fundación Huésped. 

La deserción escolar parece ser causa y efecto. Dejar la escuela es uno de los factores que aumenta las posibilidades de quedar embarazada en la adolescencia, así como parir en la adolescencia contribuye a dejar los estudios. Además, según un estudio del Fondo de Población de las Naciones Unidas, solo el 1% de quienes fueron madres en la adolescencia alcanzó el nivel de educación universitario, y un 3% alcanzó educación terciaria, frente a un 5% y un 10% respectivamente en el caso de las madres en edad adulta. 

Reproducción de la pobreza. “Estas chicas no completan los estudios secundarios y en muy poco porcentaje pueden lograr estudios superiores. Esto lleva a trabajos más precarios y a una desigualdad mayor, que ya de por sí existe para las mujeres, al no contar con estudios y al tener que, desde temprana edad, encargarse de los cuidados de un niño. La reproducción de la pobreza, sobre todo en adolescentes que ya provienen de hogares pobres, es una realidad”, afirma Melisa Centurión, magíster en Desarrollo Humanos y miembro de la red No Sin Mujeres.

“El impacto negativo en la vida de esa chica, que va a ser condenada a ser pobre por el resto de sus días, también va a llegar a su propio hijo. Además, el compañero de ese nacimiento, que es también adolescente, también suele dejar la escuela”, agrega la doctora Bianco.

“El abandono de la escolaridad significa que ellas van a quedar en inferioridad de condiciones para su participación luego en el mercado laboral. Quedan con trabajos mal pagos y sin cobertura de seguridad social. Y así es como vemos que entre los “ni ni”, ni trabajan ni estudian, las chicas, el gran grupo mayoritario, son las que son madres precoces. Mientras que en los varones son, fundamentalmente, aquellos que están involucrados con el consumo de droga o también que han sido padres precozmente”, explica Bianco. La paternidad queda, sin embargo, nuevamente relegada a un costado frente a la maternidad. 

“Con un embarazo evitado, esas adolescentes tienen mejores oportunidades de desarrollo personal y mejores competencias para defenderse”, dice Ramos. Las mujeres que fueron madres en la adolescencia resultan afectadas por la inactividad laboral un 25% comparado con las que fueron madres en la adultez, según un estudio del Fondo de Población de las Naciones Unidas. Además, el informe explica que “no solo las mujeres resultan afectadas económicamente, sino que también el Estado deja de recaudar impuestos debido a esa brecha de ingresos entre madres tempranas y madres adultas. Se estima que el Estado dejó de percibir en 2018 el equivalente a 66 millones de dólares. Además, por cada madre adolescente, el Estado gastó arriba de $90.000 (2018) promedio, si se tienen en cuenta las complicaciones obstétricas (comunes en niñas menores)”, afirman. 

Otra de las consecuencias del embarazo adolescente es la unión temprana. “En el estudio en cuatro provincias, más del 60% de quienes estaban de novias pasaron a convivir con el padre del hijo”, dice el estudio del Ministerio de Educación. 

Sin embargo, a veces este resultado puede ser buscado. “Hay estudios que demuestran que el embarazo para muchas jóvenes es la búsqueda de salir de la casa, sobre todo en los sectores más vulnerables. En el caso que el padre se haga responsable, pasan a formar parte de la familia de este joven”, dice Centurión. 

Sin querer. Fundación Huésped afirma que el 70% de los embarazos en adolescentes de entre 15 y 19 años son no intencionales. Solo una de cada cinco adolescentes que quedaron embarazadas no intencionalmente se cuidaban sistemáticamente, reveló una encuesta, difundida en el mismo trabajo que se realizó en conjunto entre los tres ministerios mencionados. 

“Estos embarazos tienen mucho que ver con la ausencia de una política integral de educación sexual integral, el desconocimiento acerca de los métodos anticonceptivos o la imposibilidad de acceder a estos métodos anticonceptivos de maneras accesibles”, explica Centurión. “Con los embarazos en menores de 15 están la situación es diferente, porque están asociados a situaciones de abuso sexual en los entornos familiares”, señala Ramos. 

Comunidades aborígenes. En comunidades indígenas el porcentaje de embarazos adolescentes es 3,8% superior al promedio en menores de 15 años. Las especialistas coinciden en señalar la separación entre las niñas de entre 15 a 18 años, y las menores de 15. 

“En las de 15 a 18, en general, puede haber consentimiento, aunque no siempre lo hay. Pero en las menores de 15, la situación es diferente, porque internacionalmente se asume que una niña menor de esa edad no tiene capacidad de decidir y, por lo tanto, siempre se considera ese embarazo producto de un abuso sexual en la infancia”, indica Bianco. 

“Me acuerdo de un caso de Tartagal (Salta). En 2021 una niña de 12 años llegó al hospital con un embarazo complicado y murió. El chico con el que quedó embarazada era de 16 años, de la misma comunidad”, introduce. 

“Inmediatamente en el hospital dieron aviso y al chico se lo quiso poner preso. Eso generó una gran reacción de la comunidad y hubo una líder indígena que lo defendió muy fuertemente diciendo que en esos casos no se podía considerar abuso, porque estaba consentida la unión de esos dos por ellos y por la familia, porque incluso vivían con la familia”, recuerda Bianco. “Esto implica muchas veces un pacto económico que hacen los grupos familiares, pero que constituye que esa unión sea más pobre que su propia familia”, señala la doctora. 

Plan en riesgo. Desde la implementación en 2017 del Plan ENIA, para la Prevención del Embarazo no Intencional en la Adolescencia, la cantidad de embarazos adolescentes se redujo a pasos acelerados. “En 2018, 7 de cada 10 embarazos adolescentes (15 a 19 años) eran no intencionales. Para 2021, se lograron reducir estas estadísticas a 5 de cada 10 embarazos no intencionales en adolescentes (del mismo grupo etario)”, explica un informe realizado por las organizaciones ACIJ, ELA, Redaas y Cedes. 

“Entre 2018 y 2021 la tasa de fecundidad adolescente de 10 a 19 años se redujo prácticamente a la mitad (49%). Los resultados del Censo 2022 coinciden en los impactos de la prevención al arrojar una reducción del 50% en la cantidad de adolescentes con hijos”, se lee en el trabajo.

El Plan, sin embargo, está en peligro en el Presupuesto 2025. “La Prevención del Embarazo Adolescente se verá afectada con una reducción del 70% del presupuesto. A esto se suma que al mes de septiembre de este año solo se ejecutó el 15% del presupuesto vigente para Prevención del Embarazo Adolescente”, dicen las instituciones.