COLUMNISTAS
opinión

El fin de la alianza entre Europa y EE.UU.

16_03_2025_europa_eeuu_theeconomist_g
| the economist

“Durante décadas, Estados Unidos ha apoyado a sus amigos y disuadido a sus enemigos. Ahora, Trump está presionando a sus aliados y buscando acuerdos con adversarios como Rusia. Los aliados europeos y asiáticos ya no pueden tener la certeza de que Trump o un vicepresidente como J.D. Vance lucharán junto a ellos si ocurre lo peor. En todo el mundo, los aliados temen que “América Primero” signifique que quedarán en segundo, tercero, o incluso último lugar. (...) Europa debería colaborar más estrechamente con Japón y Corea del Sur en comercio, tecnología y defensa. Eso ayudaría a preservar un orden liberal alternativo, aunque muy inferior al original.” Así comienza la nota de tapa de la última edición de The Economist titulada “La nueva política internacional norteamericana” ilustrada con una mano apretando el globo terráqueo.

En esta columna el domingo pasado reflexionamos sobre el fin del orden mundial surgido tras la Segunda Guerra Mundial con Estados Unidos como protector de Europa. El miércoles Trump fue más que explícito al decirle al jefe de la OTAN, Mark Rutte, que “la Unión Europea fue una creación para perjudicar a Estados Unidos”. Podría agregarse su alegría por el Brexit que sacó de la Unión Europea a su segunda mayor economía y primer poderío militar: Inglaterra, a la vez, la sexta del mundo superada solo por el propio Estados Unidos, China, Alemania, Japón e India. Detrás de Inglaterra muy cerca le siguen Francia e Italia.

Pero el producto bruto como reflejo del poderío económico no es el principal factor de poder, si no, Trump no llamaría gobernador al jefe de Gobierno de Canadá, cuya economía tiene mayor producto bruto que la de Rusia. Para Trump la mayor potencia “europea” es Rusia, así como Putin le recordó a Macron en respuesta a que lo llamara “imperialista”: que no olvide cómo le fue a Napoleón cuando se enfrentó con su país.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

El Pacto de Varsovia, tratado firmado en 1955 para contrarrestar al que se firmara seis años antes: el Tratado del Atlántico Norte, la OTAN, incluía además de Rusia (ex-URSS) a la mitad de Europa. La Cortina de Hierro se extendía por la mitad de la actual Alemania, Polonia, Hungría, Lituania, Letonia, Estonia, Albania, los países actuales: República Checa, Eslovaquia, Croacia, Eslovenia, Serbia, Kosovo, Montenegro, Macedonia, Bosnia y Herzegovina, además de Ucrania sumado a contar con dos estados neutrales: Austria y Finlandia como tapones entre los países del Pacto de Varsovia y los de la OTAN.

En el libro La nueva Edad Media de Umberto Eco, Furio Colombo, Giuseppe Sacco y Francesco Alberoni, éste último en su capítulo “Hipótesis sobre la distribución de poder” lo explica así: “Durante los últimos ciento cincuenta años la potencia de una nación, vista en perspectiva a largo plazo, ha estado determinada fundamentalmente por el grado de desarrollo tecnológico y por la dimensión de su territorio: P = f (S, T).

Pero el territorio es aquello sobre lo que se ejerce la autoridad soberana del estado. Es decir, que los territorios extraestatales, protectorados, colonias, subordinados económicamente, no cuentan; lo único que cuenta es el territorio metropolitano en sentido estricto, entendido no sólo jurídica, sino también históricamente. Los únicos países que tenían esas condiciones a finales del siglo XIX eran Rusia y Estados Unidos. (...) Inglaterra, tenía un vasto imperio, es cierto, pues su territorio metropolitano era muy modesto”.

O sea las naciones europeas compartían un territorio que unidas todas era grande, pero carecían de un estado común a diferencia de Rusia y Estados Unidos. Y la Unión Europea vino a tratar de solucionar esa carencia avanzando después de la caída del Muro de Berlín a la parte de Europa que integraba el Pacto de Varsovia hasta que llegaron a Ucrania.

Más adelante Francesco Alberoni recomienda para su propia Europa: “La función de potencia P = f (S, T) se refiere al estado. T es importante, porque representa el grado de autarquía posible, es decir, de autonomía posible. Los estados que quieran conseguir el máximo de P, deben obtener el máximo de S (ya que T viene dado) y tienden a la autonomía en el desarrollo técnico-científico” en el que se encuentra su poderío militar.

No a finales del siglo XIX, pero sí a partir de la última mitad del siglo XX China es otro país que cuenta con un amplio territorio unificado, no solo por la administración de un estado común, sino justificado también históricamente (lengua, cultura, religión, valores). Los estados, como lo demostraron muchos de los países de Europa del Este, pueden cambiar sus fronteras y lo que le da unión verdadera a una población con un territorio es su justificación histórica.

En la lista de grandes territorios y población le siguen India y Brasil, por eso Trump se opuso tanto al BRIC que los acercaba a China y Rusia. Pero para la diplomacia rusa Brasil no cuenta, porque no tiene bomba atómica (como sí India) y desde su perspectiva no se puede ser potencia económica sin serlo también militarmente para poder luego defender sus intereses económicos. Lección que ahora dejó su huella en Europa, donde hasta el Partido Verde alemán levantó su veto para invertir en defensa y progresivamente dejar de depender de Estados Unidos para que los proteja de Rusia.

La Edad Media conocida también como la “era de las tinieblas” y de la oscuridad, opuesta al iluminismo del Renacimiento, tendría un nuevo ciclo en la actualidad según Furio Colombo, porque “el golpe de mano del poder tecnológico ha privado de contenido a las instituciones y ha abandonado el centro de la estructura social” y el poder “se organiza abiertamente fuera de la zona central e intermedia del cuerpo social, hacia una zona libre de deberes yresponsabilidades generales, con lo que revela abierta e imprevistamente el carácter accesorio de las instituciones”.

No hay paz sin instituciones que consigan mantener compromisos y equilibrios recíprocos entre las naciones, lo que hoy Donald Trump estaría dinamitando. El reportaje largo de hoy en PERFIL es a George Hawley, uno de los principales expertos mundiales en el movimiento conservador y el radicalismo de derecha norteamericano. En la entrevista explica en detalle lo que se puede esperar de Trump en su segundo mandato, y de la sociedad norteamericana en su conjunto, comparó la emocionalidad de los votantes de su país con el sentimiento de los partidarios de un equipo deportivo combinado con “asombrosos niveles de ignorancia política”.

Solo la educación y el conocimiento generarán un nuevo iluminismo.