COLUMNISTAS
María Lugones

El feminismo frente al colonialismo

En una combinación entre los estudios de género y las escuelas decoloniales, el libro de la pensadora feminista argentina María Lugones (1944-2020) Hacia un feminismo decolonial une el rol de las mujeres con la hegemonía del norte y demuestra los efectos que el eurocentrismo y el androcentrismo tienen en el presente.

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Entre los que saben del tema, se habla de una “deuda con María Lugones”. Lo adeudado, probablemente, se deba a que la referente feminista es más conocida fuera que dentro de su país, a que la publicación de sus pensamientos en un libro que los agrupa se realiza luego de su muerte y a que ella misma fue víctima de lo que en su obra critica, dando por resultado que las publicaciones de los hombres “del norte global” se privilegian por sobre las de las de mujeres del sur.

La editorial Eterna Cadencia publicó el libro Hacia un feminismo decolonial, de la pensadora argentina María Lugones, quien falleció en 2020, en el marco de la serie Pluriversos, que tiene como propósito “activar los sentidos, movilizar el pensamiento para desencajarlo de la tiranía de la razón y la violencia de la modernidad, descolonizarlo, despatriarcalizarlo, descapitalizarlo”.

Asimetrías e injusticias. “Decidimos ahondar en el pensamiento de María Lugones, una de las referentes de los feminismos afrolatinoamericanos, que produce una crítica certera, no solo a los ‘feminismos blancos’ del norte, por creer que sus problemas son los problemas de todas las mujeres, sino también a los sociólogos latinoamericanos que han utilizado de manera acrítica la categoría de género producida desde el hemisferio norte”, introduce la directora editorial de Eterna Cadencia, Leonora Djament. “Creemos que el trabajo de Lugones se vuelve fundamental para ayudarnos a pensar nuestro presente tan complejo y desafiante”, afirma.

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Leticia Sabsay, socióloga y doctora en estudios de género, y quien escribió el prólogo del libro de Lugones, explica que la deuda con Lugones “y con una serie de autoras y pensadoras cuyas contribuciones a los estudios de género, poniéndolos en relación con el colonialismo, y desde el sur, tiene más de dos décadas”. En libro se lee: “Los ensayos reunidos en este volumen contribuyen a saldar una de las muchas deudas que la Academia tiene con María Lugones, una referente indiscutible del feminismo decolonial”. 

De acuerdo con Sabsay, y con tantos otros pensadores, el colonialismo influyó en la producción de conocimiento científico, y de allí “se derivan asimetrías e injusticias” epistemológicas. “La primacía otorgada por las universidades a la producción teórica del ‘norte global’, en detrimento de las perspectivas emergentes desde el sur, es una problemática que Lugones ha desafiado con su trabajo”, dice la doctora.

De hecho, la propia Lugones comprobó los efectos por sí misma: su obra se hizo conocida desde el norte, y no desde el sur, que es donde nació y su objeto de investigación. Lugones desarrolló su carrera académica mayormente en Estados Unidos, y vio su producción ser reconocida en otros contextos globales antes de alcanzar América Latina. “De modo que su producción, si bien está basada en el sur, comienza a circular junto con el de otras feministas de color en ese contexto”, indica Sabsay. Es decir, desde el norte hacia el sur, confirmando las premisas iniciales. 

Una de las contribuciones claves de Lugones es la complejización del concepto de colonialismo, originalmente propuesto por Aníbal Quijano, como una estructura de poder. Lugones examina cómo el colonialismo, cuya vida excede ese momento histórico, deja como herencia un orden de relaciones económicas y sociales determinado que estructura la subjetividad.

“Lugones se pregunta: ¿cómo impactan el colonialismo y las relaciones de género en los mundos colonizados?, ¿cuál es la relación entre ambos mundos?, ¿cómo impacta el género en la estructura colonial del mundo?, ¿puede pensarse el género por fuera del colonialismo?, o ¿puede pensarse el colonialismo sin atender al género?”, plantea Sabsay. La respuesta de Lugones es categórica: no.

Según la autora, la colonización llevó a un reordenamiento de las relaciones de género, estableciendo nuevas jerarquías sexuales basadas en el patriarcado europeo. La autora sugiere que el género jugó un papel crucial en la construcción de la idea de supremacía blanca. “Ella plantea que el género dio sentido a la idea de la supremacía blanca, con los modos de vivir la sexualidad de aquellos colonizados cuyas vidas había que ‘civilizar’”, apunta Sabsay.

La autora del prólogo enfatiza que, desde esta perspectiva, la raza se convierte en una categoría que divide a la humanidad entre seres “más o menos humanos”. “Lugones encuentra que la raza no se puede pensar independientemente del género y viceversa. Es la intersección de raza y género la que configura un orden social jerárquico que fragmenta la humanidad”, dice.

Así como las poblaciones no blancas serán vistas desde el paradigma occidental como menos humanas, las relaciones de “eses otres” también pasarán a ser un marcador de su vida, donde lo humano aparece como equiparable con lo civilizado, explican las autoras. 

Lugones explica que una de las negaciones más claras del colonialismo, que perpetúa sus efectos, es la negación de la simultaneidad en el tiempo del colonizado y el colonizador. “La modernidad niega esa existencia al robarles la validez y el hecho de su coexistencia en el tiempo. Esta negación es la ‘colonialidad’”, escribió Lugones.

La obra, junto con la de otras feministas, desafía la idea de un “universal” de mujeres que invisibiliza desigualdades. “Porque en ese gentilicio universalizado se invisibilizan desigualdades. La blanquitud, en este contexto, opera de manera invisible como representante del todo, similar a cómo el uso del masculino en el lenguaje pretende ser el equivalente universal de la humanidad”, explica Sabsay. Es por eso que Lugones dijo: “La diferencia entre mujeres no debe ser tolerada, sino vista como necesaria, como esa poderosa conexión desde la que se forja nuestro poder personal”.

La experiencia de la migración de la autora le permitió entender la subjetividad como una construcción compuesta por múltiples “yoes” formados en diversos contextos. De acuerdo con su pensamiento, aquellos que resisten la hegemonía colonial no solo se oponen a ella, sino que también desarrollan sus propios mundos, que, aunque no están completamente al margen del colonialismo, viven excediéndolo en su cotidianidad.

“Está dentro de nuestras posibilidades el desear un sentido de ser mujer que no siga las posiciones y aspiraciones de los hombres blancos, sino que en cambio constituya a un ser diferente, distante y en conflicto con la blanquitud, el capitalismo, la heterosexualidad normativa y el neoliberalismo; un ser que brote de una concepción que lidie con las tribulaciones, dificultades y posibilidades de los tiempos que vivimos”, se lee en Hacia un feminismo decolonial. 

Muchos versos. “En Pluriversos intentamos poner a circular un pensamiento antipatriarcal, decolonial y anticapitalista situado y producido desde América”, dice la directora editorial, Djament. La serie ofrece una visión alternativa a los paradigmas tradicionales, al relato occidental “blanco y colonizador”, mediante la publicación de textos de pensadores que han trabajado durante décadas en un enfoque diferente. “Quería explorar algo nuevo en la categoría de ensayo”, indica Natalia Brizuela, directora de la colección en la que se inscribe el libro de Lugones.

Pluriversos se define como “el despliegue en el campo de los libros y el pensamiento de paradigmas que diseñan mundos plurales”. La obra de Lugones es el tercer libro de la serie, que se une a las publicaciones previas de los pensadores indígenas Aylton Krenak, con La vida no es útil, y Davi Kopenawa, con El espíritu de la floresta, del pueblo yanomami. “Ambas traducciones del portugués al español”, aclara Brizuela. Además, la nueva publicación es el primer libro de la serie escrito por una mujer. 

“Con la serie quise pensar en curar el planeta”, afirma Brizuela, y sostiene que para lograr su objetivo es necesario adoptar paradigmas diferentes a los utilizados hasta ahora en el “mundo blanco”, con el fin de abordar y salir de la “devastación del hábitat colonial”. “La universalización de una única forma de ser y vivir ha tenido consecuencias atroces, como ya sabemos, para nuestra vida actual”, asegura. 

La colección propone prácticas basadas en un universo de relaciones interconectadas. “Es una colección de libros que puede ofrecer propuestas que estén ancladas en ese universo de relaciones en vidas, de formas de vida entretejidas. Y donde las cuestiones de la raza y el género son centrales”, señala. El pensamiento de María Lugones contribuye a esta cosmovisión. “Acá es donde entra el camino hacia un feminismo decolonial, de la gran pensadora argentina y filósofa decolonial María Lugones”, precisa. 

 

María Lugones. Su trabajo, tanto en lengua inglesa como en castellano, enriqueció la reflexión sobre el colonialismo y la resistencia. Nació en la provincia de Buenos Aires en 1944 y emigró en su juventud a Estados Unidos, donde desarrolló su carrera académica y comenzó su activismo.

Fue profesora de Filosofía en la universidad Carleton College entre 1972 y 1994 y también se desempeñó como docente de Literatura Comparada y Estudios de las Mujeres en la Universidad de Binghamton, en SUNY, Nueva York. 

Su contribución más destacada fue la noción de “colonialidad de género”, plasmada en obras como Heterosexismo y sistema colonial moderno de género (2007) y Hacia un feminismo decolonial (2010), ambas incluidas en este volumen. 

Su conceptualización del género como un dispositivo colonial se inscribe en el mundo de los pensadores decoloniales y los estudios de género, que critican el eurocentrismo y el androcentrismo, respectivamente. Los estudios decoloniales y de género tienen en común la crítica sobre lo dado como “natural”, como “normal”, cuando son, de acuerdo a estas perspectivas, formas de dominación extendidas en todas las áreas de nuestras vidas.

La perspectiva de Lugones es más que interesante dado que une ambos estudios enriqueciendo así los estudios feministas sobre y desde el Tercer Mundo, desafiando las perspectivas hegemónicas eurocéntricas.

Lugones explora cómo la “racialización” del humano produce una fisura donde lo humano se asemeja a la blanquitud, encabezada por el sujeto europeo colonizador, en contraste con el mundo colonizado, que es despojado de humanidad plena. En este contexto, el género emerge como una característica distintiva de lo humano, no atribuible a los colonizados, quienes son reducidos a la naturaleza animal. 

La autora se refiere a la visión histórica de las mujeres blancas europeas, caracterizadas como “frágiles y sexualmente pasivas”, en contraste con las mujeres no blancas colonizadas. Continentes como África, América y Asia se presentan en el imaginario europeo como salvajes, negando a sus habitantes, por lo tanto, su humanidad y, por ende, su género. Lugones argumenta que la organización precolonial del género no era necesariamente binaria ni patriarcal. Desde esta perspectiva, el sistema binario de género se revela como una invención del conocimiento europeo y colonialista.

“Ese feminismo (blanco) centraba su lucha y sus maneras de conocimiento y teorización contra una caracterización de la mujer como débil de cuerpo y mente, recluida en lo privado. Pero no llegó a hacerse consciente de que esas características construían solo a las mujeres blancas burguesas. Las hembras excluidas de esa descripción no eran solamente sus subordinadas. Eran comprendidas también como animales, en el sentido profundo de ‘sin género’, marcadas sexualmente como hembras, pero sin las características de la femineidad”, escribió Lugones.

Sin embargo, continúa su perspectiva, a pesar de la característica de “no humanos”, los colonizados producen plusvalía (muy reducido: ganancia económica). Por lo tanto, estos pueblos, aunque activos, no podían cuantificar su trabajo ni producción, lo que refuerza su deshumanización y “bestialización” que los colonizadores impusieron al no reconocer a estos pueblos como agentes sociales.