“De acuerdo al diccionario de la RAE, un eufemismo es una “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. A pesar de que se han convertido en clichés, su uso no es siempre inocente, pues con frecuencia lo que pretenden es ocultar una realidad, o maquillarla para que favorezca o perjudique a alguna de las partes involucradas en la historia. En otras ocasiones, el eufemismo es una manifestación de la peligrosa autocensura que tanto daño le hace al periodismo”.
Así comienza un interesante artículo publicado por la Red Ética de la Fundación Gabo. No es intención de este ombudsman equiparar el valor de una publicación en medio periodístico con otra en alguna de las redes sociales (en este caso, Twitter), aunque es necesario evaluar lo transmitido dándole un contexto equilibrado, que ponga esos eufemismos en un marco adecuado. La polémica surgida tras el tuit de la ministra Gómez Alcorta tiene mucho de consignismo y menos de argumentaciones sólidas.
Se trata, en verdad, de jugar en torno a eufemismos y no de apuntar a la cercanía con la verdad.
“Las palabras tienen a veces significados profundos de los que no somos conscientes, y que sin embargo conforman nuestra manera de pensar. Algunos
centros de poder conocen muy bien estos valores de las palabras, y manipulan el lenguaje porque así consiguen manipular el pensamiento de quienes no reflexionan sobre su propio idioma”, advirtió Alex Grijelmo, doctor en Periodismo, catedrático y referente de este oficio en el mundo hispanoparlante.
Este recurrente empleo de eufemismos para disimular la verdadera calidad (dimensión, gravedad, peligro) de lo que se quiere decir vale también, en buena medida, para identificar acontecimientos relacionados con la invasión militar, ataque y ocupación de Ucrania por parte de Rusia. En general, el empleo de eufemismos es un recurso espurio, que solo sirve para maquillar con palabras suaves o definiciones generales lo que merece un tratamiento más directo. La palabra no es inocente: siempre tiene un valor que quienes la emplean no necesariamente reconocen.
Si la palabra precisa es “guerra”, decir por ella “conflicto” le baja el precio y pone en pie de igualdad los intereses del invadido y el invasor. “Operación militar” no es lo mismo que “ejército invasor”. “Abuso sexual” no es igual a “violación” y enumerar posibles causas sociales da cierta justificación al ataque de una o varias personas sobre otra indefensa. En algunos casos, casi siempre, vale más la verdad cruda que la recurrencia al disfraz eufemístico.
El Manual de Estilo de la Radiotelevisión Española (RTVE) puntualiza: “Es necesario valorar en cada caso si el uso de un determinado eufemismo puede lesionar el rigor, la veracidad y credibilidad de un texto periodístico.
Asimismo, se deberá tener en cuenta que existen eufemismos muy arraigados en nuestro vocabulario y que han sido ampliamente aceptados y que, en otros casos, el eufemismo responde al objetivo de encontrar un modo diferente de decir aquello que pretendemos decir, en pro de un correcto uso del lenguaje y de la ética profesional”.
En un artículo publicado en el diario español El País en 2015, titulado “Autocensura y eufemismo”, se puntualiza: “El mayor eufemismo, a la vez que forma absolutamente funcional de autocensura, consiste, sin embargo, en confundir interesadamente comunicación con información. Dejemos claro que la comunicación es tan legítima como la información, pero no por ello es lo mismo”.
Un refrán popular antiguo, pero siempre actual, dice: “Al pan, pan, y al vino, vino”. De eso se trata.