Cuando un medio periodístico miente, su engaño dura tanto como la réplica acertada de otro medio o de un profesional de este oficio dispuesto a cerrar el paso al engaño. Cuando las mentiras surgen de un personaje, un organismo, un funcionario hasta el más alto nivel, suelen durar más sin ser neutralizadas porque no llegan solas a la sociedad: son redobladas y replicadas hasta el extremo por comunicadores que hoy dominan el universo de las redes sociales. Es, a confesión del poder, el formato elegido por quienes gobiernan hoy en estas tierras. Y no solo aquí: también en otros puntos del mundo, conducidos por autoritarios de cualquier laya, a derecha e izquierda.
Son difusas las fronteras entre periodismo, redes sociales, expertos en comunicación y propaganda. En la Alemania nazi, Joseph Goebbels implementó lo que ha llegado a conocerse como los once principios de la propaganda (https://psicologiaymente.com/social/principios-propaganda-goebbels), que se refuerzan recíproca y necesariamente. Pueden condensarse en uno solo: “una mentira repetida muchas veces termina por convertirse en una verdad. Para ello se requiere la orquestación de medios de comunicación masivos, la creciente influencia de las redes sociales y de periodistas y voceros de la opinión pública dispuestos a difundir el mensaje que emite “el poder”.
Son parte de ese entramado tramposo las habituales conferencias de prensa del vocero presidencial, Manuel Adorni, para quien la mentira proclamada como verdad o la afirmación engañosa dicha sin sonrojarse es una práctica cotidiana. En estos días, un periodista serio y bien informado puso al descubierto que el responsable de neutralizar cualquier maniobra económica que perjudique las arcas del Estado y las instituciones tiene pendientes acciones propias que le han permitido sumar riqueza sin dar cuenta de ello a nadie, y mucho menos a su propia jurisdicción. Adorni no esquivó la inquisición periodística consecuente, pero se limitó a tergiversar los datos, contextualizarlos en tiempos y situaciones distintas, negar veracidad a la denuncia del periodista. Manipuló los datos para salvar la posición del funcionario denunciado.
Algo parecido está ocurriendo en torno a los bienes no declarados de un legislador clave alineado con el oficialismo. De eso no se habla, se habla poco o se niega la información. La gente del común, desamparada ante tanto ocultamiento.
“La perversidad de la mentira no es que ella suceda en el mundo, sino su carácter diseñado, ‘ingenierado’, en fin, estratégicamente planificado. Ya Nietzsche llamó la atención al respecto en Verdad y mentira en sentido extramoral. En pocas palabras, hablamos del engaño premeditado a la sociedad y de la deformación acomodaticia de la realidad y de los hechos”. Así lo expone un estudio del filósofo colombiano Carlos Eduardo Maldonado, publicado por Filosofía & Co (https://filco.es/sociedad-de-la-mentira/).
Señala el ensayo: “La gente ya no sabe qué es verdad y qué no, qué sucede verdaderamente y qué no. ‘La gente’ hace referencia a todos aquellos que son, literalmente, consumidores de información. Información que proviene de la industria de la cultura y del entretenimiento (al interior de la cual entran, hoy en día, los medios de comunicación de masas). Pero también el cine cuando se realiza como una industria (y cuando es por suscripción), las grandes editoriales y sus canales de distribución, la radio, la prensa y la televisión”. Faltó agregar a las grandes protagonistas de la comunicación actual: las redes sociales, en particular X (ex-Twitter), Tik Tok, Facebook.
Invito a los lectores de PERFIL a pasar por un cuidadoso peine fino lo que se dice desde el poder, cómo se lo dice y cuánta verdad queda después de esa limpieza.