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El enemigo perfecto para Milei

Nicolás Maduro se convirtió en un enemigo ideal para el presidente argentino. Amén de la consabida dialéctica amigo-enemigo que el líder libertario lleva al paroxismo, el antagonista cumple a la perfección con el prototipo buscado: autoritario, estatista y fraudulento.

Cierre de campaña de Nicolás Maduro en Venezuela
Cierre de campaña de Nicolás Maduro en Venezuela | AFP

Nazi. Fascista. Vendepatria. Estúpido. Bicho cobarde. Esta catarata de descalificaciones de un presidente no partió esta vez de la boca de Javier Milei, como nos hemos acostumbrado, sino que él fue el destinatario. Las pronunció un exaltado Nicolás Maduro, devenido en un enemigo ideal para el mandatario argentino.

Cierto, no es la primera oportunidad en que Maduro le dedica diatribas injuriosas a Milei, quien suele retribuir. Pero que lo haga cuando ocupa el centro de atención global, por la cantidad de indicios de que fraguó los resultados electorales en Venezuela en su desesperación por mantenerse en el poder, eleva su funcionalidad para el jefe de Estado argentino.

Era previsible de que a Milei le iba a caer como anillo al dedo este cruce casi personal. Amén de la consabida dialéctica amigo-enemigo que el líder libertario lleva al paroxismo, el antagonista cumple a la perfección con el prototipo buscado: autoritario, estatista y fraudulento.

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A ese beneficio hay que sumarle los alineamientos. En el orden internacional, sólo gobiernos con escaso apego a la lógica democrática reconocieron la re-reelección madurista (China, Rusia, Irán, Nicaragua, Cuba, entre otros). En la región, hasta Chile, Brasil, Colombia y México (con autoridades “zurdas” según la lógica mileista) quieren ver las actas con los resultados antes de cualquier aceptación. En el orden local, el silencio atronador del kirchnerismo (apenas roto por Andrés ‘Cuervo’ Larroque) también suma como contraposición.

Pese a que en su docena de viajes al exterior, récord en casi nueve meses de gestión, Milei evitó pisar suelo latinoamericano, ahora ha decidido liderar la ofensiva contra Maduro, con denuncias de fraude electoral y el requerimiento de que acepte el triunfo opositor. Lo ha hecho a su modo, claro, vía todas sus redes sociales, con posteos y videos propios y reposteos de ajenos, algunos de ellos inapropiados, como los que reclamaron el asesinato del presidente venezolano para terminar con el conflicto. Es difícil que Milei, aún en este tipo de situaciones, deje de ser Milei.

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Al menos hay que rescatar el rol más activo que ha decidido ejercer la Cancillería, comandada por la economista Diana Mondino pero intervenida por Karina Milei, la hermanísima presidencial. Desde allí se coordinaron con otros países de la región acciones de condena política y exigencias republicanas a Venezuela. La réplica de Maduro fue vaciar sus embajadas en esos países y echar a sus representantes diplomáticos en Caracas, con la Argentina a la cabeza de esa lista de represalias y con asilados venezolanos instalados desde hace meses dentro de la delegación en la capital venezolana.

Sin desconfiar de las profundas convicciones democráticas de Milei, acaso su reacción sobre la gravísima situación en Venezuela además sirva para disimular en algún grado las dificultades para imponer en este momento éxitos en la agenda de la gestión gubernamental. Una oportunidad servida en bandeja para Santiago Caputo, el asesor premium que controla -entre otras misiones- el relato oficial. Y no la desaprovecha.