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El ejercicio de la memoria

El fraude venezolano muestra que Argentina necesita una visión amplia, desapasionada y objetiva de la realidad para avanzar en la coherencia.

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Gire a la derecha. | Pablo Temes

Hay hechos que ocurren allende las fronteras que impactan e interpelan a las dirigencias políticas de una región o del mundo entero. La invasión rusa a Ucrania que desencadenó una guerra de duración y final incierto o el ataque terrorista de Hamas contra Israel, son dolorosos ejemplos del presente. A ellos se acaba de agregar el fraude electoral en Venezuela. No es la primera vez que ello ocurre. Lo que sucede es que, nunca como ahora, todo ha sido y es tan evidente y burdo que se le hace imposible a Nicolás Maduro Moros ocultar la verdad.

El advenimiento del chavismo liquidó a la democracia venezolana. Lo que en verdad rige en ese bello y rico país es un régimen cívico-militar que detenta el poder absoluto. Ese poder absoluto es el que da amparo a un sistema de corrupción que fue instalado por Hugo Chávez y ahondado ahora por Maduro con tal nivel de absolutismo que terminó por expulsar a figuras que fueron importantes durante los gobiernos de Chávez que, paradojalmente, hoy en día son opositores al gobierno. El miedo y la muerte en las calles son una realidad inocultable. Como también lo es el peregrinaje de miles de familias recorriendo hospitales y regimientos militares para tratar de dar con sus seres queridos, opositores y fiscales de mesa detenidos y secuestrados luego de los comicios.

Es bueno recordar que el kirchnerismo –quien hizo de la condena a la dictadura vivida en nuestro país una bandera política– tuvo en el chavismo una fuente de inspiración muy potente. La contradicción K y el doble discurso son parte de su esencia. La “inspiración” incluye no sólo el objetivo de permanecer en el poder por siempre, sino también en edificar un sistema de corrupción ilimitado. Dijo alguna vez Néstor Kirchner que, para lograr sus objetivos, necesitaban mantenerse en el poder durante veinte años. La maquinaria estaba preparada y era de una simple implementación: consistía en la alternancia indefinida entre él y su esposa. A ese proyecto le puso fin la súbita muerte del expresidente. No obstante, el kirchnersimo no se dio por vencido. Hubo un último intento de mantener en pie ese plan por medio de lo que representó el eslogan “Cristina Eterna”. Para eso hacía falta reformar el artículo de la Constitución Nacional que impide un tercer mandato consecutivo del Presidente. A esta iniciativa le puso fin la victoria de Sergio Massa en las elecciones legislativas de octubre de 2013. Y una similitud más ocurrió con la llegada del general César Segundo del Corazón de Jesús Milani a la comandancia en jefe del Ejército con su idea de integrar a las Fuerzas Armadas al proyecto político del kirchnerismo. El plan estuvo muy cerca de concretarse.

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Quien esto escribe estuvo en Venezuela dos veces en los últimos años. La falta de libertades y el miedo imperante entre los que no adhieren al régimen se palpa desde la misma entrada en el aeropuerto internacional de Maiquetía. La situación de opresión se respira a cada paso.

El objetivo es instalar el miedo. El régimen es omnipresente. El deterioro de la calidad de vida de los venezolanos es brutal. Expresarse e informar con libertad puede costar la cárcel y/o la vida. No hay matices.

Todo es tan burdo y evidente, que a Nicolás Maduro se le hace imposible ocultar la verdad

El exilio venezolano es la evidencia clara de esta situación. Más que un exilio parece un éxodo, que seguramente continuará ante la consagración de este fraude. Casi 250 mil venezolanos han llegado a la Argentina. El 70 por ciento está en edad de votar pero, por distintas razones burocráticas, un porcentaje muy pequeño pudo efectivamente hacerlo. La historia se repite en los países vecinos.

Si todo esto hubiera ocurrido con un gobierno de derecha o centroderecha, el kirchnerismo hubiera salido con los tapones de punta a criticarlo y a despotricar en los organismos internacionales contra ese atropello. Pero lo hizo uno de sus socios y, entonces, lo que reina es un estruendoso silencio. Lo que se condena para unos, se calla y se ignora para otros. Lo de ser socios con el chavismo abarca, además, los negocios. Dos hechos relevantes para mencionar: uno de ellos fue la embajada paralela. La otra, la valija de Antonini Wilson. La embajada paralela le costó la carrera a un ilustre diplomático argentino: Eduardo Sadous. Un hombre honesto que pagó un alto precio por haber denunciado esa maniobra siendo embajador en Caracas: no sólo lo echaron sino que no le pagaron su jubilación y el poderoso y luego condenado ministro Julio De Vido le inició un juicio por “falso testimonio”.

Es importante este ejercicio de memoria, a estas horas en las que el fraude en la elecciones de Venezuela impacta a toda América y, especialmente, a la Argentina. Unas pocas figuras del riñón del kirchnerismo salieron a bancar al régimen, entre ellos, el cuervo Andrés Larroque. Distinto es el caso del gobernador bonaerense Axel Kicillof quien se lavó olímpicamente las manos y decidió mirar para otro lado. Hay para todos los gustos. No se puede dejar de mencionar la actitud del Frente Renovador de Sergio Tomás Ma-ssa que, mediante un comunicado, buscó despegarse del asunto. Massa fue un kirchnerista de oportunidad, luego aseguró que iba a “barrer con los ñoquis de La Cámpora” y finalmente volvió al calor del kirchnerismo siendo parte fundamental de uno de los peores gobiernos de la historia. El tridente que formó junto a CFK y Alberto Fernández, quedará en su sinuosa carrera política para siempre.

El Gobierno de Javier Milei aprovechó el fraude llevado a cabo por Maduro para volver a posicionarse en la región, sobre todo ante el ambiguo comportamiento del presidente de Brasil Luiz Inácio Lula Da Silva. Pero también en el gobierno libertario hay personajes de la casta kirchnerista que han sido acogidos por el oficialismo. Daniel Scioli es un ejemplo de ello. La memoria debe ser siempre un ejercicio completo. Argentina necesita una visión amplia, desapasionada y objetiva de la realidad para poder avanzar en el camino de la coherencia.